Incendios en Córdoba: Entre el cemento y las llamas
La provincia de Córdoba vive una expoliación desencadenada. A la pérdida del bosque nativo- casi en su totalidad en los últimos cien años- se le agrega el tendido de nuevas rutas y autopistas que generan un impacto ambiental y social no mensurado, sino más bien agravado, por las distintas administraciones del denominado “cordobesismo” y sus poderes. Conversamos con Marco D’Angelo, ambientalista y vecino del Valle de Punilla.
En una conferencia de prensa se le escucho decir a la extraordinaria escritora francófona Marguerite Yourcenar: “Cuando el romántico define fuego, va en ello un sentimiento; pero cuando el clásico lo enuncia, se incendian las ciudades”. Y precisamente este último axioma parece ser una recurrencia en la vida de la provincia mediterránea. A los fuegos -que reducen a cenizas el poco verde de una flora exhausta-, hace unos días, una quema de proporciones avanzó sobre el extremo noroeste de la ciudad capital. A esto se le puede sumar lo que otro grande, el divino Dante, denominó en el epígrafe de su monumental obra como “de buenas intenciones está empedrado el camino hacia el infierno” o en el caso que presentamos, pavimentado el camino hacia los infiernos.
El tendido de redes de rutas y autopistas han cambiado la fisonomía de grandes regiones provinciales. La de los llanos, atravesando los campos minados por la soja; las de las serranías, desmochando cerros, dinamitando laderas, cincelando faldas; en definitiva: un daño irreversible al medio ambiente.
Un ejemplo claro es La Autovía de Punilla, quizá la última gran obra pública proyectada por Juan Schiaretti y seguida por el actual gobernador Martín Llaryora. En total son 43,5 kilómetros de ruta que unirán la variante Costa Azul –uno de los accesos a Villa Carlos Paz- con la ciudad de La Cumbre y cuya traza recorre en forma paralela a la vieja Ruta Nacional 38. La inversión prevista es verdaderamente astronómica, de los cuáles el 75% es de aportes extranjeros y el 25% restante correrá por cuenta de la provincia y los municipios por los que pase esta autovía de montaña. Una obra de infraestructura que convierte a las localidades otrora turísticas en un mero tránsito. Y se realiza, no sin oposición popular.
“El caso particular que nos presenta Córdoba, con un discurso que nos habla de progreso, degrada los entornos naturales trayendo aparejado las grandes sequías, los incendios, la contaminación del suelo.” (Marco D’Angelo)
Marco D’Angelo vive en Cosquín, es escritor, geógrafo, docente y militante ambientalista y responde sobre las implicancias de este ecocidio revestido en obra pública, propiciado por la política local.
-¿Qué está pasando en Córdoba? ¿A qué se deben las diferentes catástrofes ambientales?
-Desde la colonización, el centro de nuestro actual país ha sostenido un proceso de degradación profunda, producto del extractivismo derivado de la primarización de la economía. Ésta podría ser una respuesta economicista, pero, a la vez, hay otra más profunda y obedece a la expansión del hombre y la mujer. Por ejemplo, la ciudad de Córdoba superó en diez veces su población en los últimos cien años, generando en el habitante una incisión con la naturaleza, provocada en gran medida por una crisis ontológica, civilizatoria; en definitiva, el mal del cordobés, no es ni más ni menos, el mal que aqueja a Occidente en el último siglo y medio.
-Esta depreciación de la naturaleza, del medio ambiente, ¿puede definirse también como un acto de gobierno, una promesa proselitista, del cordobesismo, la construcción política que lleva años en el poder de la provincia?
-En realidad, la depredación del medio ambiente estructura la política del cordobesismo. Y de cualquiera de las provincias argentinas. El caso particular que nos presenta Córdoba, con un discurso que nos habla de progreso, degrada los entornos naturales trayendo aparejado las grandes sequías, los incendios, la contaminación del suelo. Como así también, el uso y abuso de los agrotóxicos, debido a la agricultura extensiva de la soja en detrimento de las poblaciones linderas. Entonces: Existe un gobierno asociado a las grandes transnacionales (Monsanto, por ejemplo), a los capitalistas locales sostenidos por la renta extraordinaria del monocultivo y el negocio inmobiliario; que exigen una apertura en rutas, para la continuidad de los negocios.
-Precisamente, ante la realización de la obra pública, ¿cómo operan los poderes provinciales?
-Con la mentira, y con la violencia. A través del discurso del desarrollo sostenible y la economía circular, plantean que las políticas tienen en cuenta el cuidado del ambiente, pero en realidad es una mascarada para explotar el medio, extrayendo las riquezas a bajo costo y en el menor tiempo posible. Un claro ejemplo es la Autovía de Punilla, generadora de un endeudamiento brutal que cae sobre el sistema público y trae beneficios superlativos al capital concentrado y al comercio en gran escala, nunca al ciudadano común, que rápidamente pierde calidad de vida y cuando protesta se lo persigue con la patota de la UOCRA, la Policía y el aparato judicial.
-¿Hubo resistencia de parte de entidades y movimientos de la sociedad civil? ¿Alguna comuna o referente público?
-Con la construcción de las autovías de Punilla y Paravachasca, por medio de maniobras que intentaban esconder las verdaderas intenciones -planteándolas por tramos, sin mostrar el proyecto en general y muchos menos informar que forman parte de un plan continental de extraccionismo-, existió una respuesta muy firme de rechazo por parte de la sociedad civil. A tal punto que, en el 2018, se produjo una movilización masiva recordada como “El Punillazo” donde miles de personas salieron a la calle a rechazar el proyecto del trazado. Aún más, en plena pandemia, y por medios remotos, en una audiencia virtual, viciada de ilegalidades, casi la totalidad de los asistentes, cerca de 500 personas, rechazó el proyecto de autovía. Por supuesto, estas expresiones se desestimaron y la obra siguió adelante; a lo cual se le opone la protesta, la manifestación pacífica que son reprimidas de manera violenta y cruel; rememorando viejas prácticas de la última dictadura (los parapoliciales) o el sicariato mismo.
-¿Qué se te imputa y cómo continua el proceso?
-Soy un participante histórico del proceso de resistencia de esta verdadera calamidad. En un plenario realizado en la plaza San Martín de la ciudad de Cosquín, se presentó el intendente Musso firmante del permiso de uso de factibilidad del suelo -entregando así el territorio a espaldas de su pueblo, haciendo oídos sordos a una mayoría que votó el rechazo- y en un gesto flagrante de provocación se pone a tomar café frente a los asambleístas. Esto derivó en un escrache que reprimió la Policía. El “crimen que cometí” es haber filmado el acontecimiento. Luego de esto, sucedieron hechos que nos retrotraen a otras épocas, repito, más puntualmente a la dictadura: allanamientos, desaparición de detenidos por horas. Y ante ese escenario, me presento en Tribunales, me informo que estoy imputado por la fiscal Paula Kelm, llamándome a indagatoria, donde el Juez Ramiro Núñez eleva a juicio la causa sobre seis defensores ambientales (entre los que me encuentro). Presentamos con la defensa la apelación y hasta el momento no tenemos respuesta.
-¿Qué esperás para los próximos años en cuanto a políticas ambientales en la provincia, el país y la región?
– Ante un horizonte de colapso evidente (lo vemos con los bosques amazónicos, por ejemplo), de políticas capitalistas que se interesan en sostener la búsqueda de la tasa de ganancia e ignorar nuestro sentido de naturaleza -como es obvio-, derivando así en consecuencias irreversibles hacia la biodiversidad, no espero nada. No podemos creernos o erigirnos en una única especie, para colmo depredadora del mundo. Los pueblos originarios lo plantean: “Somos una rama del árbol de la vida, y si cortamos el árbol, la rama se muere también”.
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Portada e interior: Foto del Facebook de Victur Quet