Sumo y Los Redondos: encuentros cercanos
Leandro Albani/El Furgón – Un murmullo subió hasta el éxtasis cuando las primeras notas de “Criminal mambo” comenzaron a sonar con ese vuelo oscuro y poderoso que caracteriza a la canción de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. La distorsión de la guitarra y el riff que martilla se entremezclaron con un saxo que planea con notas largas y alucinadas. La voz del Indio Solari arremetió y se escuchó, a mitad del tema, un “¡Uh!” en el micrófono. Era otra voz, otro tono. Era Luca Prodan.
Transcurría mayo de 1987 y el boliche Cemento, una caja negra enclavada en el barrio porteño de San Telmo en el que siempre transpiraban las paredes, estaba atiborrado de esa tribu que crecía alrededor de la banda encabezada por el Indio y Skay Beilinson. Entre la gente, como uno más, un hombre llegado de Europa, un sobreviviente que escapó de la heroína y de la soledad, subió al escenario e improvisó sobre el frenesí de acordes y solos de saxofón. “Rocking show”, gritó Luca, dejando explotar su voz grave y áspera. “Nena, me tenés en el suelo, disparando al aire… Me tenés con Los Redonditos… todo es cierto”, gritó el líder de Sumo. “Son cosas que no entiendo… Y puede que no diga ni siquiera lo que creo entender”, cantó Luca en el cierre de su efímera participación arriba del escenario.
En el libro El hombre ilustrado, de la periodista Gloria Guerrero, Solari recordó que en esa época no había “una cosa ordenada, como ahora. Era muy happening, en general, el asunto: Luca estaba ahí, vino al camerino, estuvimos charlando y pintó”.
La relación de Sumo con Los Redondos, y en particular de Luca con el Indio, en algún momento tuvo vetas misteriosas o especulativas, pero en realidad se desarrolló por el camino del rock underground que nacía en la década de 1980, con pubs y seguidores en común.
La historia cuenta que el Indio, Skay y la Negra Poly llegaban al bar Einstein para disfrutar los conciertos de un Sumo todavía en permanente formación. En 1982, Los Redondos tocaron en un festival en el Polideportivo de Gimnasia y Esgrima, en la ciudad de La Plata. Ante la negativa del Indio de compartir escenarios con otras bandas, Luca fue convocado para reemplazar a Solari en varios temas.
La relación entre Luca y el Indio se cristalizó con la canción “Mejor no hablar de ciertas cosas”, que el líder de Sumo se apropió y fue grabada en el demo Corpiños en la madrugada (1983). En la edición de ese demo-disco, el Indio aparece como autor de la letra.
En 2003, Solari hablaba sobre Luca en una entrevista con la revista XXI y remarcaba que “independientemente de que haya elegido una letra mía para hacer una canción, de que nos hemos cruzado arriba del escenario y algunas veces afuera, a mí no me gusta cuando la gente se transforma en la viuda del fallecido para chuparle un poco la energía. La verdad es que no fue amigo mío y tengo la apreciación que tiene la gente de que ha sido un personaje importantísimo”. Seguido a esto, el Indio destacó que tres bandas argentinas todavía lo conmovían: Manal, Pescado Rabioso y Sumo, “que para mí fue una banda de puta madre. Es más, creo que un poco la personalidad avasallante de Luca se ha comido a tipos ingeniosos como Pettinato o a grandes violeros como Mollo, se ha fagocitado una banda muy buena”. Solari también confesaba renegar “un poco de todos aquellos que, de pronto, no recuerdan que en realidad Luca no tenía un mango, estaba viviendo de prestado porque SADAIC no le liquidaba”. “Para mí (Sumo) es una banda básica, al menos de la época que yo viví, y creo que Luca es un personaje riquísimo. Creo que ya es un artista existencial y que provocó cosas a nivel artístico conmovedoras”, cerraba su relato Solari.
Con la muerte de Luca y la separación de Sumo, el vacío se apoderó de un grupo de seguidores que crecía cada vez más. Sobre esa ausencia, Mollo explicó que cuando “Luca se muere ocurre eso, queda una tribu, medio como parias, quedaron desolados de su casa musical. Y creo que recurrieron a Los Redondos como una alternativa de eso. Me parece sensato y real, porque mucha gente me contaba que mientras esperaban al grupo en las partes que paraban se cantaban muchas canciones de Sumo”. El guitarrista y vocalista de Divididos agregaba, trazando paralelismos, que “las letras del Indio son buenas, son de los pibes, se pueden apropiar de las letras sin ningún problema, entonces esos puntos en común hicieron que los tuvieran su nueva casa en Los Redondos”.
Una idea similar expresa Skay, que en una entrevista en 2003 rememoró que tras la muerte de Luca “Sumo tampoco llevaba tanta gente. Yo creo que (los seguidores) encontraron en Los Redondos a un grupo emblemático para proyectar sus utopías, deseos y fantasías. Me parece que debe tener que ver con eso”.
Lo que es claro es que la poética de Luca y el Indio, con sus diferencias y características particulares, no sólo marcaron a Sumo y a Los Redondos, las bandas más poderosas y emblemáticas de la década de 1980 y que transcendieron esos años. En el caso de Sumo, con la prueba palpable de que sus canciones siguen sonando entre los más pibes, siempre sorprendiendo con ese vaivén que va del reggae clásico al punk rock más furioso; con Los Redondos poco se puede agregar: una masividad nunca antes vista, una postura de independencia y discreción dentro del mundo del rock, y una legión de discos y presentaciones en vivo que todavía erizan la piel.