Identidades sexuales: Mucho más que “inventos subjetivos”
Las identidades sexuales no surgen forma instantánea, mágica o sorpresiva, sino que transitan un recorrido durante un período de tiempo hasta alcanzar su madurez. Muchas nacen en la infancia o adolescencia. Los seres se sienten de un modo diferente a lo que la sociedad binaria y heteronormada indica que deberían sentir según su biología. Y así, entienden que la genitalidad y el género no van necesariamente de la mano.
Es fundamental mencionar que la identidad de género es una construcción social que el sujeto realiza en concordancia con su autopercepción, lo cual puede o no coincidir con su sexo biológico. En este sentido encontraremos personas CIS género (concordancia integral sexual) y trans género a las que no concuerde su percepción con el sexo biológico o asignado al nacer.
Además, es importante mencionar que no es una elección como tampoco lo es la orientación sexual. La identidad de género es un sentir, es un percibir del sujeto en el cuerpo, es un habitar, por ende, hablar de elección de identidad o elección de orientación sexual es erróneo. Lo que se puede elegir, y dentro de algunos límites seguramente, es qué hacer con eso que se siente y percibe.
Gran parte de las personas adultas trans han sido expulsadas de sus hogares desde pequeñas, discriminadas y expuestas a un ciclo de exclusión que comenzó en su casa, continuó por la escuela y siguió en el ámbito laboral, afectando de manera compleja todos los ámbitos de su vida.
Con el tiempo y debido a grandes cambios legislativos que impulsaron diferentes movimientos y grupalidades que abogaron por sus derechos y espacios, los laberintos empezaron a convertirse en caminos, y las personas adultas trans del mañana podrían tener una historia diferente que recordar, y un futuro distinto para habitar.
Legislación que sostiene
Con la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario (Ley N° 26.618), el 15 de julio de 2010 comienza en nuestro país un periodo bisagra, sumado a una cantidad de leyes que enriquecieron los paradigmas sobre identidades de género y orientaciones sexuales.
Esta Ley garantiza el derecho a contraer matrimonio a personas del mismo sexo, ubicando así a la Argentina entre los diez primeros países del mundo, y en el primer lugar en Latinoamérica en promulgar esta norma.
Por otra parte, el 9 de mayo de 2012 se aprobaba la Ley N° 26.743 de Identidad de Género, otra medida pionera a nivel mundial que reconoce el derecho de las personas a ser inscriptas en su DNI acorde con su identidad de género, entendiendo a la misma como una autopercepción y una construcción social independiente del sexo biológico del ser.
Luego, en julio de 2021 se proclamó la Ley N° 27.636 de Promoción del Acceso al Empleo Formal para Personas Travestis, Transexuales y Transgénero “Diana Sacayán – Lohana Berkins” que tiene por objeto establecer medidas de acción positiva orientadas a lograr la efectiva inclusión laboral de las personas travestis, transexuales y transgénero, con el fin de promover la igualdad real de oportunidades en todo el territorio de la República Argentina. La misma establece un cupo mínimo de 1 por ciento de los cargos y puestos del Estado Nacional para esta población.
Con estas normativas se amplía esa mirada binaria y heteronormada que nos atravesó durante décadas y, por otra parte, se propone ir más allá del binario dicotómico varón-mujer para que empecemos a contemplar otras construcciones posibles.
Datos que importan
Según el RENAPER, 9.383 personas rectificaron sus datos en el DNI de acuerdo a su identidad de género autopercibida entre mayo de 2012 y abril de 2021. Menos del 1 por ciento corresponde a menores de 9 años, casi el 15 por ciento involucra a niños/niñas y adolescentes de entre 10 y 19, y el 67 por ciento implica a personas de 20 a 39.
Cada vez existen más asociaciones y organizaciones que trabajan para apoyar a familias con infancias y adolescencias trans. Buscan acompañar su desarrollo integral y garantizar sus derechos e igualdad de trato y equidad de oportunidades desde temprana edad, para que tengan una vida plena, independiente y digna.
Voces que inquietan
Por su parte, la filósofa Judith Butler apunta a desmantelar tanto la concepción de sujeto universalista que sustenta la política liberal actual, como los procesos de esencialización, naturalización e identificación de las teorías de la política de la diferencia con relación al sector LGTBIQ. Así, para esta teoría, la orientación sexual, la identidad sexual y la expresión de género, son el resultado de una construcción-producción social, histórica y cultural y, por lo tanto, no existen papeles sexuales o roles de género, esencial o biológicamente inscritos en la naturaleza humana. En otras palabras, en términos de lo humano, la única naturaleza es la cultura.
Según la profesora Gabriela Castellanos, para Butler tanto la sexualidad canónica, hegemónica, como la transgresora, “ininteligible”, se construyen mediante la performatividad, es decir, por medio de la repetición ritualizada de actos de habla y de todo un repertorio de gestos corporales que obedecen a un estilo relacionado con uno de los dos géneros culturales. Esta repetición ritualizada no es opcional, sino que se basa en un discurso regulativo, una exigencia constante del entorno, encaminada a “producir aquellos fenómenos que regulan y constriñen” la conducta en relación con la identidad sexual. Cuando se produce el resultado esperado, tenemos un género y una sexualidad culturalmente considerados congruentes con el sexo del sujeto. “Normalidad”.
En otras palabras, para la teoría de la performatividad de género, el sujeto excluido, innombrable, abyecto, “anormal” es el efecto de la producción de una red de dispositivos de saber/poder, que Judith Butler, en términos modernos y apoyándose en el concepto elaborado por Jacques Derrida, de enunciado performativo, caracterizará en unos de sus últimos trabajos como: “el sujeto es el resultado del proceso de subjetivación, de interpretación, de asumir performativamente alguna posición fija del sujeto”.
En esta línea de acción es imperativo deconstruir todas las categorías binarias de la lógica de la dominación: bueno/malo, bello/feo, normal/anormal, blanco/ negro, hétero/homo, gay/lesbiana. Del mismo modo, es igualmente necesario deconstruir el heterocentrismo (parte esencial del orden simbólico imperante), que es el discurso normativo hegemónico que modela los cuerpos y prescribe implícitamente el deber ser erótico-sexual del sujeto, del otro. El fin último no es fortalecer o solidificar ningún tipo de identidad, sino desmenuzar las dicotomías citadas con el fin de desestabilizar todas las identidades fijas, para así propiciar la emergencia de diferencias múltiples, no binarias, cambiantes, móviles.
Es entonces fundamental desde este enfoque crítico tratar de abrir hiancias, de multiplicar los espacios de resistencia e insistencia, de acción micropolítica y de generar alianzas estratégicas.
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Carla Elena. Autora de “ESI, haciendo camino al andar”, “Feminismos y adolescencias”, “La escuela no puede sola” y otros textos. Psicóloga Social. Diplomada en “Violencia Familiar y Género”. “Derecho de Niñez y Adolescencia”. “Discapacidad”, “Educación en Contextos de Encierro”, “ESI en Territorios” y “Sexualidad y Discapacidad”. Posgraduada en “Educación Sexual Integral: Desafíos de la implementación en el ámbito educativo y comunitario”. “Despatologización de las Diferencias”. Miembro de Forum Infancias. Docente. Columnista de El Furgón. Participa en Radio Tinkunaco, Radio Gráfica y Radio Casona en temas sociales y educativos.
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Portada: Imagen de Gaceta UNAM