Macarena Sánchez. Cuando la lucha tiene sentido
Por Julián Scher/El Furgón –
Acodada contra el mostrador, en una tarde que parecía cualquier tarde otoñal, la dueña del bar corrió la vista de la puerta de entrada y se concentró en la oferta de noticias que arrojaba uno de los pocos diarios que daban vueltas por el local. La sorprendió el comienzo de una crónica de la sección deportiva: “Macarena Sánchez, sin dudas símbolo del incipiente y merecido camino hacia la profesionalización del fútbol femenino en la Argentina, posó con la camiseta de San Lorenzo en el Nuevo Gasómetro”. Se le acercó una clienta para pedirle una gaseosa pero la dueña del bar no levantó la vista del papel y continuó leyendo: “En enero, UAI Urquiza la desvinculó del plantel que integraba desde hacía varias temporadas y ella inició una batalla política, mediática y judicial que derivó, no sólo gracias a su tenacidad sino a la de montones de mujeres, en el anuncio que Claudio Tapia, presidente de la Asociación del Fútbol Argentino, hizo el 16 de marzo en el predio de Ezeiza: ‘Seremos una de las primeras federaciones con jugadoras profesionales’. Cuando la delantera dudaba de que algún club la contratara por su compromiso en esta pelea, cuando se angustiaba por no saber si podría volver a dedicarse a lo que siempre quiso dedicarse, el Ciclón la llamó”. Recién ahí le preguntó a la clienta qué precisaba.
“Ves por qué tiene sentido luchar”, le dijo una mamá a su hija frente al anuncio que inundaba las redes sociales. “Lo que le está pasando a esta chica es la muestra de que luchar vale la pena”, agregó ante los oídos abiertos y emocionados de su interlocutora. A pocas mesas de distancia, otra mamá, que revisaba conmovida el Twitter de Maca Sánchez, acarició las mejillas de su pequeña y lanzó una reflexión que, aun en medio de la alegría, encendía una señal que ensanchaba perspectivas: “¿Por qué el triunfo tiene que darle sentido a la lucha? Luchar vale la pena cuando ganamos y también si no ganamos”. Desde uno de los rincones, alguien asintió con la cabeza. Nadie se animó a romper el instante de silencio pero la conclusión quedó flotando en el aire: tan evidente es que no puede haber triunfo sin lucha como que es un riesgo grande, muy grande, sostener que las luchas valen la pena sólo cuando asoman los triunfos. Quizás se deba a que, en un mundo en el que la injusticia marca la cancha, es decir, en el que perder forma parte de la rutina cotidiana, creer que lo que se hace vale la pena sólo cuando se gana es hablar el idioma de quienes prefieren que no haya luchas.
Mientras el olor a medialunas dominaba la escena, una señora, también teléfono en mano, se coló en la conversación sin que nadie la invitara. “Fidel Castro –soltó para sorpresa de la mamá y de la nena– explicó en una charla que tuvo con un periodista italiano, Gianni Miná, eso mismo que usted está explicando. Lo voy a citar porque a las viejas nos gusta que algunas palabras no pasen de moda: ‘Yo siempre digo que el éxito o el fracaso no es lo que indica que es correcta una línea. Nosotros pudimos haber muerto todos en esta lucha: estuvimos a punto más de una vez. Si hubiéramos muerto, mucha gente diría que estábamos equivocados. Yo pienso que si hubiéramos muerto no estábamos equivocados y que nuestro camino era correcto’”. La nena frunció el ceño, se prometió consultarle a su mamá quién era ese Fidel Castro al que la señora citaba y observó cómo una cordobesa aparecía desde la otra punta del café para aportar lo suyo.
“Perdón que me meta”, avisó con esa tonada indisimulable que despertó curiosidad en el auditorio. Y arrancó: “El jueves 11 fue un día de mierda para mi gente. Julio Moya, enorme periodista, murió joven por una enfermedad a la que detesto. Pero, casi como si supiera que íbamos a hablar de este tema, nos regaló hace un tiempo un texto que termina desenmascarando buena parte de la mentira que nos quieren vender los que prefieren que dejemos la realidad así como está. Se los leo: ‘Mi pelea aún está en ciernes. ¿Morir sería una derrota? ¿Vivir sería un triunfo? Entre esa dualidad, nos olvidamos de lo más importante: el valor de aprender por sobre todas las cosas’”.
La mamá, la nena y la señora se pusieron de pie, putearon a coro a la muerte e invitaron a la otra mamá con su hija a sumarse a un abrazo espontáneo y fraterno. Las chiquitas pidieron brindar por Maca Sánchez y aseguraron que, al igual que la nueva jugadora de San Lorenzo y que tantas jugadoras y no jugadoras, soñaban para el futuro un fútbol feminista. Les contestaron que sí, que todas irían por eso y por mucho más, pero con una condición que transformaron inmediatamente en promesa: no olvidarse jamás de que la verdadera victoria es no cansarse de luchar.
Fotos: https://sanlorenzo.com.ar