Diego Brando: “El poema es un destello”
Por Patricia Verón/El Furgón –
Cuando pareciera que está a punto de desaparecer en un paisaje de pesadilla realista, Diego Brando corta la soga que lo atasca en esa monotonía del amo que mira sus dominios desde lejos y trae una palabra. Después otra. Y otra más. Así, entre un cuerpo que pareciera en martirio y un pájaro a punto de emigrar, llega su testimonio.
El Furgón: – Poesía asociada al concepto de ¿Superficie? ¿Profundidad? ¿Verdad? ¿Ficción?
Diego Brando: – La profundidad es el concepto al que más importancia le doy, junto al de ficción. Creo que la poesía que leo o la que escribo se inscriben dentro de este pensamiento o forma de concebirla, y que la verdad siempre está y es lo que subyace en el texto, a veces más, a veces menos.
E.F: – ¿De qué forma comienza el poema a escribirse en vos?
D.B: – El poema o idea del poema suele rondar en mí durante varias horas o incluso días. Tiene que ver con hurgar o masticar eso que empuja por salir. Siempre se trata de una necesidad, y creo que en base a eso nace esa profundidad de la que hablaba en el punto anterior. Otras veces, en cambio, el poema simplemente es un destello que se comienza a escribir y se produce.
E.F: -¿Te identificas en alguno de estos pensamientos? “Ninguna idea salvo en las cosas”; “la poesía es capaz de hacer mil cosas: puede complacer, entristecer, perturbar, distraer, instruir, puede expresar todos los matices de la emoción y describir todos los hechos. Pero sólo hay una cosa que toda poesía debe hacer: alabar su propia existencia y su acontecer”.
D.B: – Me identifico más con el pensamiento “ninguna idea, salvo en las cosas”. Puede parecer contradictorio si pensamos en la respuesta a la primera pregunta, así que aprovecho para añadir que no me refería a una profundidad filosófica.
E.F: – ¿Cuál es tu primer recuerdo o idea asociado a la palabra “aromo”?
D.B: – La palabra aromo nace en uno de los primeros poemas que escribí. Tenía una idea, sentía que con la poesía se debía volver a la naturaleza y en base a eso escribí Frontera, mi primer libro. La palabra aromo tiene una gran importancia para mí, fue el nacimiento de mi poesía, de lo que tenía para aportar o decir.
E.F: – Ya publicaste dos libros. ¿Cómo te va con eso en Córdoba?
D.B: – Los libros suelen moverse muy lento, es de a poco que van encontrando sus lectores. Y si lo pienso un poco, está bien que así sea. Mi primer libro se publicó a fines de diciembre de 2016 y el segundo en noviembre de 2018, es pronto y hace falta tiempo para que los lectores conozcan mi poesía. En ese lapso fui invitado al Festival de Poesía de Córdoba, lo que me causó una alegría enorme.
E.F: – Un/a poetxargentinx desde el ’60 al ’90; unx actual. ¿Por qué?
D.B: – Podría nombrar varios poetas argentinos del 60 al 90, pero el que más me impactó fue Héctor Viel Temperley, también es a quien más leí y creo que a eso se debe esta elección. Por otro lado, Alberto Cisnero está escribiendo una obra impresionante.
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Diego Brando nació en el año 1987 en Leones, Córdoba. A fines de 2016 publicó Frontera por Editorial Vilnius. En el 2018 salió su segundo libro titulado Todo lo que se hunde por el mismo sello. Los poemas son una selección de ambos títulos.
Toda oscuridad
sostiene en una mano
y posee el peso
de un pájaro muerto.
Debo cambiar
lámparas, hacer orbitar
fantasmas
en agua podrida
y adueñarme
del silencio, ese
ángel caído
que resucita para marchitarse.
Y luego dejar
sobre el fuego
estas palabras,
y diseminarlas.
…….
Creció la maleza allí
donde la joven sentada reía.
Desde que se mudó
ya no escuchamos su voz, ahora tan solo vemos
a través de nuestros tapiales
las nuevas torres eléctricas.
Guardamos para nosotros
el recuerdo de su gracia
y, como esos obreros
que cuelgan del aire,
hacemos malabares
sobre el vacío.
….
Hay hombres
de fuego
sobre los campos
sembrados.
Nadie vio
de qué manera
se inició la lumbre,
solo los cuervos
sobrevuelan
la zona
e imitan con sus alas
el baile.
Cuando desciendan
serán el claro ejemplo
de la rapiña,
los dueños
del siniestro.
…..
Mi abuelo maneja su camión más viejo,
a mis nueve años me enseña lo que será mi futuro,
viajes al campo y al puerto de Rosario.
Me cuenta de la vida sus cuestiones más rústicas,
lo demás lo calla por ser yo un niño.
Pero dos años más tarde muere en una clínica.
De mi posible futuro solo queda la búsqueda
de la fuerza y la rusticidad en unos versos
que despacho con la velocidad con la que mi abuelo
surcaba la ruta día a día para volver pronto a casa.
…….
El sonido calmo de la lluvia de la ducha
que cae sobre mi cuerpo
ensimismado por el trajín del día
o las contracturas de la noche anterior,
me hacen creer en una posible cura.
Pero no hay remedio allí, sino un engaño que se desvanece
cuando cierro con pena la canilla del agua caliente
mientras dejo que la fría me devuelva a la realidad.
A veces solo es cuestión de vestirme y sentarme a la mesa,
fijar la mirada en el plato realmente blanco
aunque agrietado, como mi cuerpo ahora,
para darme cuenta de que así es con todo
lo que tiene sus años y se corrompe.
…….
Resisten apenas los amigos más lejanos
en un monte dentro del pueblo,
un enclave, como ellos, a punto de extinguirse.
Las máquinas que rodean el lugar
hacen temblar el tablero de ajedrez,
mientras ellos piensan el nuevo movimiento
y mascan unos ramilletes que extraen
de un piso seco, casi muerto.
Cuando un árbol cae, se sobresaltan,
miran hacia arriba, luego hacia abajo,
y se disponen a mover las piezas más rápido.
De todo lo que fuimos, ahora solamente somos
como todo lo que ya no crece ni da frutos,
lo que está dispuesto a desaparecer.
……
El aromo deja
una hoja más
en la oscuridad de la mañana.
¿Puede discernir
quien contempla
entre el cielo
y el suelo
correctamente?
Mis ojos recorren
la posible línea
de separación,
tratan de percibirla
y de trazarla.
La madrugada
puede ser eso:
una hoja que cae,
alguien
que intenta comprenderla.
…..
Foto: El poeta ocasional