miércoles, septiembre 18, 2024
Nacionales

Francia integra, Rusia planta bandera

Por Vito Amalfitano, desde Moscú/CCCPMundial
A cien años de la Revolución Rusa el Mundial de fútbol brilló en el país más grande de su historia. Dejamos una Copa y un viaje que nos marca para toda la vida.
Estuvo entre los mundiales más maravillosos afuera de la cancha, no estuvo entre los peores dentro de ella (más allá de otras opiniones respetables al respecto).
A Rusia le dieron la espalda los europeos en cantidad en este Mundial. Y Rusia respondió con un Mundial excelente, en organización, en transporte, en atención, en calidez de su gente.
Esta Europa que mira de costado al vecino que no es igual, y en el que abundan los gestos, de pueblos y gobiernos, de segregación, discriminación, exclusión, persecución, es la misma que ahora tiene un nuevo campeón del mundo de fútbol con 15 jugadores de descendencia africana, directa o indirecta, y varios de esos futbolistas con origen en los suburbios de la isla de París, dónde más reina la estigmatización. Francia deja un mensaje poderoso de integración.
Rusia planta bandera y deja sentado que hay otro mundo posible, desde el punto de vista económico. Los estándares soviéticos desde los que se parte, con un sistema de transporte único en el mundo, por ejemplo, y con salud y educación gratuitas y de gran nivel, son una buena base para un intento diferente después de la salvaje experiencia neoliberal de los 90. Rusia recibió al mundo en esta Copa con un país de pie, pujante, con seguridad, limpieza y calidez.
Un solo partido terminó 0 a 0. La final fue 4 a 2. La cantidad de goles no marca de ninguna manera el buen juego. Pero este no fue de los peores mundiales.
Queda también otro mensaje poderoso. A la máxima velocidad en la que se juega avanzado el siglo XXI hay que optimizar la técnica a niveles superlativos. Y eso es lo que hizo Francia con su proyecto que nació en Clairefontaine desde antes del 98. Sirve el orden, como se plantó el equipo, el formato que le dio Deschamps, para este título no sería posible si Mbappé no bajara la pelota como hace y la llevara atada cuando sale como una bala; si Griezmann no marcara la diferencia con su pegada; si Pogba no distribuyera el balón con tanta destreza y precisión.
Y el último mensaje positivo para destacar de este Mundial, entre tantos posibles, es que eligieron como el mejor futbolista del Mundial a un jugador que no pertenece al campeón. Pero que realmente hizo los méritos necesarios como para ser consagrado con el Balón de Oro, tanto como los que había hecho Eden Hazard, o Griezmann-Pogba-Mbappé. Messi también había recibido la distinción en 2014 sin ser campeón aunque en aquella oportunidad varios alemanes lo habían superado en el rendimiento global. En este caso Modric fue muy importante para su equipo en prácticamente todo el Mundial y fue un símbolo de su equipo: nunca se rinde.