Omán y el diálogo como política de Estado
Por Franco Vanni/El Furgón – ¿Usted conoce al Sultanato de Omán? El pequeño país arábigo-peninsular que se encuentra bajo Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, quizá los mayores exportadores de yihadistas del mundo, el cual posee los índices de extremismos más bajos de la región. De hecho, los grupos terroristas por excelencia que tiñen de sangre la región, como la Daesh o Al-Qaeda, no logran conseguir seguidores dentro de sus fronteras. Tengamos en cuenta su posición estrategia en el estrecho de Ormuz, en donde funciona como una conexión marítima entre las mayores potencias árabes.
En un país como el nuestro, preocupado por los fanatismos, las grietas, las pasiones y la radicalización en las posiciones políticas, las cuales van desde un pedido constante de extrema mano dura, a la negación sistemática de elementos fundamentales como los derechos humanos, podríamos tomar como lección la esencia dialoguista de los ciudadanos omaníes.
En la esencia misma de su óptica religiosa está la no violencia, la cooperación con los otros y la búsqueda de resoluciones pacificas a los conflictos que van surgiendo en la comunidad.
Estos últimos, pertenecen a una rama minoritaria del Islam, llamada Ibadí, fundada por Bin Zaíd, quien desde el comienzo de su prédica, allá por el año 715 d.c, decidió alejarse de las disputas de poder que consumían a Sunitas y Chiíes. Podemos ver en esto, que en la esencia misma de su óptica religiosa está la no violencia, la cooperación con los otros y la búsqueda de resoluciones pacificas a los conflictos que van surgiendo en la comunidad.
Otro elemento fundamental en la actitud anti-belicosa de este pueblo, según Mohamed al Mamari en su entrevista a El Mundo, asesor del Ministerio de Asuntos Religiosos y profesor en la universidad del sultán, se basa en la formula: “Conocer al otro, reconocerlo y respetar sus derechos”. En sus palabras, también influye la posición costera del país: “Hace 2.000 años, el cobre, los dátiles o el incienso de Omán ya llegaban hasta China y la India. Somos un pueblo de marineros y comerciantes abierto al mundo. Damos la bienvenida. La apertura trae conocimiento. Un país cerrado, por el contrario, no entiende a los otros”. Por último, agrega: “En Omán han vivido juntos musulmanes con cristianos, judíos, budistas y otros, y nunca ha habido conflicto”.
Por otro lado, no podemos referirnos a este país como “La Meca” de las libertades personales, al menos desde el punto de vista occidental, ya que definitiva no hay organismo democráticos excepto la Asamblea Consultiva, que conforman 84 miembros elegidos por el pueblo, ni tampoco existe la vanagloriada libertad de prensa, debido a que se acusa de traición a la patria a toda manifestación escrita en contra de las autoridades del gobierno, o además, la homosexualidad se pena con tres años de cárcel. Sin embargo, creo que se debe reconocer la identidad pacifica de la personas que conforman la comunidad Ibadí, tomando en cuenta las libertades que tienen las mujeres o la vida calma que llevan los ciudadanos en oposición al derrame de sangre que tienen sus vecinos. Si bien estos últimos cargan con el peso de poseer cantidades desmedidas de petróleo, en Omán también existen yacimientos pero la discordia y el juego descarnado de intereses estratégicos no puede hacer mella en la región.
Un elemento central para comprender sus modos de vida se desprende del conocimiento de que en el país no hay conflictos religiosos, las distintas comunidades de fieles pueden practicar su credo en libertad. Mohamed al Busaidi, ex-director de Relaciones Publicas en el Ministerio de Información, comenta que: para ellos “las prácticas fundamentalistas se consideran un pecado. Una forma por la que no se alcanza el paraíso”. Además de que evitan politizar la cuestión religiosa, resumida en su máxima de vive y deja vivir, lo que ayuda a la concepción de que “La expansión del islam debe hacerse de forma pacífica”.
Según Mohamed al Busaidi “las prácticas fundamentalistas se consideran un pecado. Una forma por la que no se alcanza el paraíso”.
Por otro lado, debemos tomar conciencia del merito de profesar esta concepción de su religión, teniendo a su alrededor la influencia sus vecinos que conforman mayorías beligerantes y violentas, como es el caso de wanahabismo, que se practica en Arabia Saudita, en donde aun decapitan gente como un espectáculo público (país que por cierto es socio predilecto de los americanos), o la histórica lucha entre suníes y chiíes. En el Islam, su Dios es mucho más denso que el cristiano, y exige la sumisión a Lo Uno hegeliano, es decir, la vida humana debe girar en torno a la figura divina, y en su máximo juicio, debe proceder como el Islam lo estipula. La riqueza de sus textos sagrados es tanta, que ha dado lugar a una hermenéutica maravillosa, la cual por defecto tiene la capacidad de leer los textos de formas literal, o alcanza metas tan metafísicas como las abstracciones de sufismo (misticismo islámico).
Desde la llegada al poder del sultán Qaabos en los 70’, la nación omaní a caminado un largo recorrido hacia la igualdad. Por ejemplo, figuran entre los primeros 50 países con igualdad de género según la ONU, con mujeres ocupando cargos políticos, cumpliendo tareas artísticas, empresariales, y estudiando carreras universitarias, lo que probablemente sea la traducción de su sistema de educación universal gratuito.
En lo que respecta a la actualidad económica del país, el 25 de mayo el sultán omaní y el presidente chino intercambiaron felicitaciones por el aniversario de sus relaciones bilaterales, augurando una estrecha cooperación estratégica entre ambas naciones, en pos de fortalecer la “ruta de la seda”, un mega proyecto de infraestructura chino que le permitirá comerciar de manera directa con una enorme cantidad de países de la región, fortaleciendo los lazos comerciales entre ellos también.