martes, noviembre 12, 2024
Por el mundo

Daesh busca refugio en el Sudeste Asiático

Guadi Calvo/El Furgón – Se cumplen tres semanas de la toma de la ciudad filipina de Marawi  por parte de Abu-Sayyaf (Padre de la Espada), el grupo wahabita que, junto a la organización Maute, representa al Daesh (ISIS) en ese país del sudeste asiático.

Tras el ataque y la pronta respuesta de las fuerzas de seguridad, el presidente Rodrigo Duterte, que se encontraba de visita en Moscú, impuso la ley marcial en la isla de Mindanao.

Durante estos últimos 22 días, un número indeterminado de muyahidines ha mantenido a raya, ya no sólo al ejército y a la aviación filipina, sino también a los efectivos estadounidenses de la base Zamboanga, del Comando de Mindanao Occidental (Wesmincom).

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Según el coronel Edgard Arevalo, portavoz de las Fuerzas Armadas Filipinas (FAF), son cerca de 200 los terroristas y 58 los miembros de las FAF que han muerto desde el 22 de mayo, día de la toma de Marawi, capital de la provincia de Lanao del Sur, en la sureña Mindanao.

Si bien desde antes de la toma de Marawi se calculaba en unos 1500 los miembros del grupo integrista en Filipinas, en esta última semana se ha detectado, ya no sólo el ingreso al país de combatientes de naciones cercanas como Malasia e Indonesia, sino también hombres llegados de Arabia Saudí, Yemen y Chechenia, que serían muyahidines con un alto nivel de entrenamiento desplazados de Siria e Irak. Para la toma de Marawi, según datos de la inteligencia filipinas, se dispusieron a unos 400 militantes locales y cerca de 50 extranjeros.

Con esta operación, Daesh pretendería no sólo tomar Marawi sino además dos o tres ciudades cercanas, con el fin de aislar la zona del resto de país y declarar a la isla de Mindanao como una Wilayat o provincia Islámica.

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Mindanao, por ser el lugar de la minoría musulmana de Filipinas, ha sido prácticamente dejada de lado por todos gobiernos cristianos que se han sucedido en Manila, capital del país, convirtiéndola de hecho en la región más pobre del país, generando en la población de la isla un resentimiento y resistencia larval contra el poder central.

La primera fase de la maniobra no resultó como estaba planeada por los wahabitas, porque coincidió con un operativo de las fuerzas de seguridad que tenían la información de la presencia de Isnilon Hapilon -el comandante de Abu-Sayyaf y emir del sudeste asiático-, en algún barangay, o barrios de Marawi, desbaratando así las primeras fases de la toma.

Aunque el presidente filipino Duterte negó enfáticamente la asistencia de efectivos norteamericanos, Washington confirmó que había proporcionado apoyo a las FAF para batir los últimos bolsones de resistencia wahabita en Marawi. Además el Pentágono asistió con vigilancia aérea con aviones P-3 Orion, escuchas electrónicas, asistencia en comunicaciones y entrenamiento.

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Si bien Filipinas y Estados Unidos han sido históricamente importantes aliados, el actual presidente, quien hace un año llegó al poder, había prometido en su campaña expulsar toda presencia militar norteamericana del país.

Según las autoridades de Manila, si bien todavía resta eliminar algunos focos de resistencia terrorista, que están siendo hostigados desde el aire por tres aviones OV-10 Bronco, la ciudad estaría prácticamente reconquistada.

Este último lunes se ha visto, después de tres semanas, izar la bandera de Filipinas en el centro de la ciudad, en coincidencia con el 119 aniversario de la independencia.

La enorme mayoría de la población, unas 200 mil personas, lograron huir de Marawi en los primeros días de combate, aunque se estima que cerca de dos mil civiles todavía permanecían en manos de los terroristas, y entre 100 y 150 pobladores habrían resultado muertos; aunque se sabe que bajó las ruinas de muchos edificios bombardeados posiblemente se encuentren muchos más cuerpos.

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Son varias las razones para que los terroristas hayan podido resistir tantos días al asedio del ejército y la aviación filipinas. En primer lugar es que muchos de los muyahidines o bien son oriundos de la zona o tienen lazos de parentesco y amistad con pobladores locales, lo que les ha permitido a lo largo de este último año preparar lugares de refugio y almacenamiento de armas; además del área de la ciudad prácticamente montada sobre un lago, está rodeada de terrenos anegadizos, lagunas y bañados, que hacen muy difícil el tránsito de unidades militares.

En estos últimos días, las acciones de la aviación de Manila se ha concentrado sobre las mezquitas de la ciudad, que se estima existen unas cincuenta, ya que se creer han sido los refugios elegidos por los terroristas. Mientras tanto, las autoridades insisten en que Isnilon Hapilon, el líder de Abu-Sayyaf, y los hermanos Omar y Abdullah Maute continúan dentro de Marawi encabezando la resistencia.

Por el mar y como aceite

El temor que por el mar y como el aceite se puedan propagar las consecuencias de esta operación sobre Marawi, sacude a los países vecinos de Filipinas. La perfecta organización de los miembros del Daesh en el país y la constatación del arribo de combatientes desde las guerras de Medio Oriente, ha puesto en alerta máxima al resto de las naciones del Sudeste Asiático. En los últimos días de la batalla de Marawi se ha detectado, por ejemplo, la presencia de unos cuarenta combatientes provenientes de la vecina Indonesia, el país con más población musulmana del mundo, con cerca de 204 millones de fieles.

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Tras la toma de Marawi, el procurador general de Filipinas, José Calida, advirtió que lo sucedido en la isla de Mindanao “ya no es una rebelión de los ciudadanos filipinos. Se ha metamorfoseado en la invasión de terroristas extranjeros, con la intención de extender las acciones a otras zonas del Sudeste Asiático”.

Se entiende que la decisión de profundizar la siempre latente intensiones independentistas de la isla de Mindanao, donde se asienta la mayoría de la comunidad musulmana de Filipinas, no ha sido en este caso una disposición de miembros locales del fundamentalismo, sino que la orden ha emanado directamente del Abu Bakr Al Bagdadi, o el Califa Ibrahim, líder y fundador del Daesh, a quien por estos días la prensa está dando nuevamente por muerto tras un bombardeo en Mosul.

La estimaciones de Al Bagdadi se fundamentan en que las condiciones objetivas del Sudeste Asiático son notoriamente propicias, con una importantísima comunidad musulmana en Malasia, Singapur, Brunei, Indonesia, Tailandia y Filipina; son regiones acostumbradas a guerras y revoluciones, ya han pasado por conflictos en su momento de corte marxista y nacionalista, sumado a las características geográficas, ya que al ser territorios, a excepción de Tailandia, insulares, selváticos y montañosos, hace mucho más difícil las operaciones para ejércitos regulares.

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Los dos atentados suicidas en la capital de Indonesia, Yakarta, del 24 de mayo pasado, que mataron a tres policías y dos civiles, reivindicados por el Daesh -aunque con diferentes nomenclaturas el terrorismo wahabita tiene presencia en ese país desde el 2002-, son sin duda una muestra de apoyo a sus hermanos que combaten en Marawi.

Previendo los resultados de las diferentes alianzas que operan sobre “su territorio” en Siria e Irak, desde marzo de 2016 Daesh ha cambiado los métodos de reclutamiento para estimular a sus seguidores a hacerlo en los grupos ya existentes del Sudeste Asiático; incluso ha comenzado a desviar hombres y recursos para aquellas organizaciones, como Jemaah Islamiyah, que opera desde 1993 en Indonesia, vinculada desde siempre a Al Qaeda, que produjo resonantes atentados como el de Bali en 2002, dejando más de 200 muertos. Aunque grupos armados del integrismo musulmán han tenido presencia en todos esos países, organizaciones como Ansar Al Khilafa o Mujahidin Indonesia, que desde 1980 o antes han pugnado por establecer un Estado teocrático de inspiración wahabita, fundadas por veteranos de la guerra afgano-soviética y que en el presente han actuado en los conflictos de Medio Oriente, han enviado contingentes de hombres, no sólo para participar sino fundamentalmente para conseguir un aprendizaje que trasladarían a sus países de origen. Se estima que por Siria e Irak han pasado más de dos mil hombres del Sudeste Asiático, y que muchos de ellos serían los que hoy estarían combatiendo en Marawi.