viernes, diciembre 1, 2023
Cultura

Narrar desde lo hondo

Juan Bautista Duizeide/El Furgón – Trasfondo (2016), de Patricia Ratto, es una tensa Odisea subacuática protagonizada por un submarino de la Armada Argentina y su tripulación durante la guerra de Malvinas. La mayor parte del tiempo no pasa nada. Están inmersos en el mar y a la espera como esos guardianes de un fuerte en la novela El desierto de los tártaros de Dino Buzzatti. Pero asimismo inmersos en mentiras, en simulaciones, en ocultamientos, en hipocresía. Por largos tramos, la novela parece vampirizar, amplificar y distorsionar el dispositivo de uno de los cuentos de la serie de Nick Adams escrita por Hemingway: La víspera del desembarco, donde se narra lo que sucede en un barco que lleva combatientes norteamericanos al frente europeo. Pero el cuento de Hemingway está construido desde los diálogos, mientras que la novela de Ratto asume una especie de perspectiva desde la cucheta. Su narrador en primera persona resulta más un testigo que un protagonista. Siempre ubicuo de manera sorprendente y, a medida que la guerra y la novela avanzan, siniestra. El mar del cuento de Hemingway puede resultar una presencia maternal que acuna y alivia antes de la batalla, mientras que el de Trasfondo es siempre ominoso. Si bien de a ratos puede brindar escondite o refugio, es sobre todo prisión, amenaza.

TrasfondoQuién narra termina convirtiéndose en otro tema de Trasfondo, en una inquietud para el lector que lo acerca a esos hombres sumergidos. Las posibles respuestas quizás nos pongan ante una novela que -como el submarino- puede navegar entre dos aguas. Además, Trasfondo logra subvertir drásticamente la serie de narrativas relacionadas con Malvinas. Si Fogwill escribió durante la misma guerra una novela de oposición al discurso predominante –Los Pichiciegos (1983)-, y Gamerro optó con Las islas por escribir una novela de la post guerra, lo que hace Ratto es narrar desde la lateralidad de la tripulación de un submarino que, en plenas acciones, prácticamente pierde contacto con sus mandos y tiene una visión acotada, muy sugestiva, pródiga en temores, del conflicto. Análoga a la de la mayoría de los argentinos sometidos a la manipulación de informaciones de la dictadura. Fogwill -y algunos de sus comentaristas mucho más que él mismo- proponían el fin de toda épica. Malvinas, si no se quería quedar alineado a quienes decretaron la guerra, debía contarse como picaresca, farsa o parodia. Ese abordaje parecía eficaz para oponerse a las versiones que esgrimían las fuerzas armadas: la de la conducción y la de los carapintada (hay una tercera, el informe Rattenbach, pero los protagonistas de la interna militar intentaban soslayarla porque desnudaba sus responsabilidades). Parecían no comprender que la picaresca también puede ser una épica de los de abajo. Y, algo más grave, su lectura -una oclusión de la posibilidad de otras lecturas y escrituras- parecía privar a los ex combatientes de todo aquello de lo cual podían sentirse orgullosos: el valor, la solidaridad con sus iguales.

En Trasfondo la vida en el submarino, con su cumplimiento de reglamentos, ritos y maledicencias, parece por largos pasajes vida de oficina, pero también tiene momentos de peligro, de angustia, de asistencia al de al lado, de consuelo, de valentía, que trascienden la burocracia y postulan una opaca épica. Una alusión meta literaria que se desarrolla a lo largo de la novela, para nada discordante en la trama, y veladas alusiones a algo entrevisto por algunos suboficiales en la ESMA, complejizan el cuadro.