ARGENTINA: TODO CAMBIA CUANDO EL MAGNICIDIO APUNTA A LA CABEZA
“Yo odio, tu odias, él odia,
nosotros odiamos, vosotros odiáis,
él dispara”.
Miguel REP, Página/12 2/IX/22.
A las 21 y pocos minutos del jueves 1° de septiembre de 2022 se produjo el estallido político más serio en décadas de la Argentina constitucional: el intento de asesinato de la vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, dos veces titular del Ejecutivo entre 2007 y 2015 y lideresa de uno de los movimientos político sociales más importantes de Latinoamérica y el Caribe.
La imagen de la pistola que falló el tiro del final a 15 centímetros de la cabeza de su objetivo, una Bersa calibre 22, “apta para el disparo” según fuentes judiciales y con 5 balas en su cargador, rompió con ese país de sensaciones que se vive en las últimas semanas, al ritmo de las acusaciones de un sector judicial comprometido con los intereses de las corporaciones económicas que representa Mauricio Macri y su tropa y de los medios de propaganda que impulsan sus políticas.
El balazo que no salió logró que esa región de impresiones en la que vive la población, según los estímulos que descarguen sobre ella, fuese dramáticamente reemplazada por la real realidad de un intento de asesinato, el de la política más querida del país, tal vez una de las pocas (y menos pocos) que todavía generan un sentimiento que solo se puede definir conjugando el verbo “amar”.
La Batalla de Juncal
La Vicepresidenta de la República vive en un departamento ubicado en la esquina de Juncal y Uruguay, en el barrio de Recoleta, uno de los más prestigiados de la Ciudad de Buenos Aires. Se convirtió una vez más en epicentro de la política nacional a partir de la noche del 22 de agosto pasado, fecha ya emblemática si las había en la historia local, por el “Cabildo Abierto Justicialista” de 1951, que preanunció la renuncia de Eva Perón a integrar la fórmula presidencial secundando detrás de Juan Domingo Perón, y por la masacre de combatientes populares producida en 1972 por la dictadura cívico-militar, en ese caso de Alejandro Agustín Lanusse. Ese día, Cristina presentó su contra-alegato a la acusación de la fiscalía federal que pidió 12 años de prisión para ella, pretendiendo transformar la gestión de un gobierno constitucional en una “asociación ilícita”[1].
Horas después se juntó un grupo de personas en esa esquina; empezaron los insultos contra la ex mandataria, intentaban construir el foco de una repulsa generalizada a nivel nacional. En minutos respondieron centenares de mujeres y hombres, jóvenes y mayores fueron a abrazar a Cristina.
Aquel repudio de minoría devino en apoyo mayoritario y, también, en un espejo de sensaciones. De un lado el jefe de gobierno de la Ciudad, el macrista Horacio Rodríguez Larreta que, con carros hidrantes, decenas de vehículos de su infantería policial y vallas para impedir que la multitud expresase su apoyo, quiso dar una imagen de “victoria” sobre el peronismo, de “control” del escenario callejero. Del otro, surgió la fantasía del comienzo de un “17 de octubre”, la pueblada de 1945 que rescató a Perón de la cárcel, lo llevó a la Presidencia de la Nación y abrió la Historia argentina a los mejores 10 años de libertad, justicia y soberanía que recuerden quienes tienen memoria.
El acompañamiento siguió jornada tras jornada, hasta que llegó el gatillazo, el disparo que falló y la muerte que no fue. A pesar del dramatismo de la hora, se puede intentar la traza del hilo gestor del hecho. Se habla mucho del “discurso del odio” instalado por sectores partidarios del neoliberalismo a través de la “cadena privada de medios de propaganda de las corporaciones económicas” que cuenta con los medios de mayor peso en la agenda “informativa” nacional.
Esas manifestaciones son una de las formas en que se expresa la defensa de los intereses de los grupos concentrados de la economía en su puja distributiva por apropiarse de aún más riqueza que la ya concentrada en proporciones que se miden en el hambre, la pobreza y la indigencia en la que viven porcentajes vergonzosos del pueblo.
Si quienes siembran vientos… cosechan tempestades, quienes diseñan odios pueden engendrar asesinos. El tal Fernando Sabag (ya se considera que no actuó solo y que su accionar fue organizado), portador de un “un discurso antiperonista, antiK y ferozmente contrario a los planes sociales” y “sano mentalmente”, además de acusado por “tentativa de homicidio agravado por el uso de arma de fuego y por alevosía” es el emergente de aquel discurso, la minúscula cara visible de una prédica que recorre un sendero con mojones como “viva el cáncer”, las bolsas mortuorias, horcas y guillotinas y muñecos cadáveres ubicados en Plaza de Mayo por los simpatizantes de la derecha local, y el pedido de pena de muerte para la vicepresidenta por parte de un diputado nacional macrista.
El artista Miguel Repiso, REP, en la edición de este 2 de septiembre del matutino Página/12, sintetizó como nadie podrá hacerlo, por más que escriba una biblioteca entera, lo que implica el “discurso del odio”. Se limitó a conjugar el verbo y darle el remate lógico de su evolución: “YO ODIO, TU ODIAS, ÉL ODIA, NOSOTROS ODIAMOS, VOSOTROS ODIAIS, ÉL DISPARA”.
El odio acumula tiros
La prensa argentina, y de gran parte del mundo, dedicó sus ediciones al escenario magnicida. Entre los millones de caracteres utilizados para abarcar el hecho sobresalen los usados por la nave insignia del grupo Clarín, en la que se ocupa de las “gestiones (a realizar por el ministro de Economía) Sergio Massa en los Estados Unidos”, aparentemente redactada antes del atentado y “adecuada” después del mismo[2].
El “Panorama Económico” del diario de Héctor Magnetto sostiene que distintos “jerarcas” industriales e inversionistas “horrorizados”, hablaban “de la irresponsabilidad política de Cristina, asociaban su teatral defensa con los dislates políticos de Venezuela” y consideraban que “Massa es un dique de contención, porque después solo queda la locura de Juncal y Uruguay”, es decir, la esquina en la que quisieron matar a Cristina.
Desde ese mismo lugar, habría salido la propuesta de lograr un “inquietante acuerdo” con la AFIP de EE.UU. “para acceder a información confidencial de los depósitos de argentinos en Manhattan”. El matutino que conduce la agenda comunicacional argentina y contribuye como ninguno a la generación del odio, termina la nota con una anécdota que, seguramente, el editor olvidó tachar tras el intento magnicida porque, una vez producido se resignifica de manera tenebrosa. El mismo asegura que “Patricia (Bullrich) acusó a Larreta de debilitar al PRO: ´Así, dudan de nuestra futura gobernabilidad´”, lo que provocó gritos y cruces entre la dirigencia partidaria hasta que Diego Santilli, cercano al jefe de gobierno porteño, la interrumpió para escupirle en la cara una frase que, ahora, suena tan siniestra como premonitoria: “Tu única propuesta es cagar a tiros a todos”.
Modelo contra modelo
Desde hace varios años en muchos países de Latinoamérica y el Caribe, las características de sus constituciones y las democracias que sustentan parecen quedarle demasiado estrechas a los intereses de los grupos económicos, a pesar del ritmo acelerado de la concentración de sus riquezas y de que los gobiernos les respondan sumisos, con políticas de ajuste dirigidas por el Fondo Monetario Internacional.
La actual vicepresidenta argentina, además de mantenerse en el centro de la política argentina (por realizaciones concretas durante 12 años de gobiernos k y por un carisma que la convierte en referente de millones) en la coyuntura se convirtió en la variable política central. En ese marco, la pistola apuntó ante todo contra una institución de la República y, también, contra quien hoy representa un modelo económico y social como es el del peronismo y un límite a los planes regresivos del poder.
La pistola del magnicidio que, esta vez, no fue, apuntó contra una forma de concebir el mundo que defiende la participación de Estado con limitaciones al mercado, es productivista industrial, resdistribucionista e inclusivo, latinoamericanista y respetuoso de las diversidades de género. Un verdadero mapa de todo lo que rechaza el neoliberalismo, los grupos de presión de Washington y sus súbditos locales.
En cada ciudad del país, las multitudes multiplicaron su marcha; sus rechazos a la violencia y al odio constituyeron su mensaje claro. Del mismo modo, desde el palco se hizo un llamamiento a la unidad nacional, “pero no a cualquier precio”, sino “con el odio afuera”.
Es otra ola producida por las aguas en movimiento. Si hace pocos días se dijo que el juicio a Cristina Kirchner, en realidad, lo era contra el peronismo y los gobiernos populares, después de la noche del jueves 1° se puede afirmar que el tiro que falló fue contra la democracia; es el pueblo, ahora, el que tiene en sus manos la defensa de sus propios intereses.
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NOTAS
[1] La cara oscura del WhatsApp: Cristina Kirchner en el laberinto de su épica.
[2] Clarín: Temores al abismo económico y gestiones de Sergio Massa en los Estados Unidos.
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Carlos A. Villalba. Periodista argentino. Investigador asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico. Miembro de La Usina del Pensamiento Nacional y Popular.