Eramos pocos y… pasó Bolsonaro
“… sabía que tanto el bien como el mal son cosas rutinarias, que lo temporario se prolonga,
que lo exterior se infiltra al interior y que a la larga la máscara se convierte en rostro”
Memorias de Adriano – Marguerite Yourcenar
Por Jorge Montero/El Furgón –
El presidente de Brasil Jair Bolsonaro se mostró enfático en el apoyo a su par argentino: “Querido Macri, mi paso por acá está siendo excepcional y yo voy a llamar al pueblo argentino para que Dios los pueda bendecir a todos porque tendrán adelante en octubre las elecciones. Como en Brasil es una gran responsabilidad y la gente tiene que tener mucho menos de emoción y más de razón para decidir el futuro del país”. Así descerrajó en su discurso el ex capitán, luego de la reunión bilateral en Casa Rosada con Mauricio Macri. “Queremos lo mejor para nuestros pueblos, toda América del Sur está preocupada en que no haya nuevas venezuelas en la región. Tenemos que tomar decisiones concretas en ese sentido”, aseguró.
En estas frases se condensa la visita de menos de 24 horas, que el mandatario brasileño efectuó a Argentina. Inmiscuirse activamente en la campaña electoral ya lanzada, y mostrar la absoluta subordinación a la Casa Blanca en su decisión de acabar con la Revolución Bolivariana, adueñarse del control político y la riqueza petrolífera venezolana, cueste lo que cueste.
Y esto a pesar que el gobierno de Nicolás Maduro y los secuaces del autoproclamado “presidente encargado”, Juan Guaidó, están negociando en Oslo opciones de convivencia en Venezuela. Aun cuando la prensa dominante mundial trata de opacar el hecho, porque sería reconocer su propia derrota en la derrota de Guaidó, le resulta imposible minimizar el fracaso manifiesto tras cuatro intentos violentos de cambiar el gobierno bolivariano por uno suyo bajo comando de las tropas de Estados Unidos.
Entre la última asonada del grupúsculo militar, encabezada por Voluntad Popular el partido fascista de Juan Guaidó y el prófugo Leopoldo López, y los primeros contactos secretos con emisarios del gobierno de Maduro, pasaron apenas 16 días. Muy poco tiempo para tanta violencia, para tanto apoyo por parte de los paramilitares colombianos y del Pentágono, para bajar la cabeza, reconocer al único gobierno venezolano existente y, sin ninguna gloria y con mucha pena, sentarse a negociar.
Washington necesita convencer al deshilachado Grupo de Lima de su inexorable marcha hacia una intervención militar contra la Revolución Bolivariana. Pero este bloque de súbditos no muestra el mínimo de cohesión para afrontar semejante aventura guerrerista que, desde Venezuela y Colombia, se expandiría al continente entero. Estados Unidos aparece aislado en la región. La intervención militar por ahora no es una opción, salvo en cabezas afiebradas como las de Donald Trump o Jair Bolsonaro.
El encuentro entre los mandatarios se produce en un momento en que ambos están muy debilitados políticamente, el primero a casi seis meses de asumir, el segundo a poco más de seis meses de terminar su mandato.
Mientras en Brasil están bajo riesgo la autonomía universitaria y los programas sociales creados a lo largo de más de treinta años; la educación y la cultura, la salud pública y el medio ambiente, las investigaciones científicas; la liquidación del sistema de jubilaciones y lo que resta de los derechos laborales; cuando privatizar es la obsesión dominante. “Hasta el Palacio Presidencial”, dijo a los empresarios estadounidenses el ministro Paulo Guedes, en un intento de parecer gracioso; el presidente Bolsonaro llega a Buenos Aires y nos interpela: “Nosotros hacemos fuerza para que el pueblo argentino elija un candidato de centroderecha, como hizo Brasil, y también Paraguay, Chile, Perú y Colombia”.
Simultáneamente en el campo brasileño se libera el uso de 196 pesticidas antes prohibidos, y el presidente Macri, en la Sociedad Rural de Gualeguaychú, se indigna ante el amparo que deja sin efecto una medida del gobernador peronista Gustavo Bordet, para permitir la fumigación con agrotóxicos en cercanías de las escuelas rurales entrerrianas.
En tanto el gobierno de Bolsonaro pisotea los derechos de los pueblos originarios en la Amazonia; en Argentina se redobla la ofensiva contra el pueblo mapuche. Prisión y extradición para sus líderes, represión contra las comunidades que demandan el fin de la ocupación de sus tierras, falsos positivos por parte de las fuerzas de seguridad justificando el asesinato de activistas.
Con la Gendarmería actuando como fuerza pretoriana al servicio de latifundistas y multinacionales petroleras, por ahora en Argentina, no hace falta un decreto como el del presidente brasileño que liberó el uso de armas para toda la población, además de permitir a los propietarios rurales el porte de fusiles de guerra “para defender su patrimonio”.
Durante el tiempo que graves escándalos y crímenes involucran a la familia Bolsonaro y sus conexiones con milicias paramilitares, que participaron -por ejemplo- en el asesinato de la concejala y militante por los derechos humanos Marielle Franco en Río de Janeiro. Bajo nombres variados, “Thundercats”, “Homicides and Co”, “Los hombres de honor”, pero siempre compuestos por agentes estatales aparecidos durante la dictadura militar, continúan causando estragos en las zonas pobres de las grandes ciudades brasileñas.
En Argentina son las fuerzas de seguridad del Estado las que cumplen ese rol. Basta con preguntarse cuál es el elemento común que se destaca en los asesinatos de los pibes en San Miguel del Monte, José León Suárez, Baradero o Villa Lugano; de María Soledad Morales, Walter Bulacio, José Luis Cabezas, Natalia Mellman, Diego Peralta y Ezequiel Demonty; en la desaparición de tantos, de los cuales conocemos sólo un puñado de nombres: Miguel Bru, Julio López o Luciano Arruga; en los atentados a la embajada de Israel y la AMIA; en la masacre de Villa Ramallo y en los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán en Puente Pueyrredón, en las ejecuciones de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel, en el asesinato de Mariano Ferreyra en Avellaneda, y en Plaza de Mayo el 20 de diciembre de 2001, entre tantos otros. La respuesta a esta serie de sucesos no podría ser más preocupante: en cada uno de los casos mencionados están involucradas, de las formas más disímiles, los cuerpos de represión del Estado.
Si a los ejemplos expuestos, se le suman las innumerables denuncias por gatillo fácil, secuestros extorsivos, escuadrones de la muerte, torturas en comisarías, tráfico de armas, narcotráfico, piratería del asfalto, coimas, juego clandestino y trata de blancas; el resultado es lapidario. La respuesta del Estado al descontrol de la Federal, la Gendarmería, la Prefectura, la Bonaerense -la organización delictiva más poderosa y ramificada del país-, continúa siendo: más uniformados en la calle.
Por supuesto que Bolsonaro, en su breve visita, no se privó de reunirse con las patronales locales. En el hotel Alvear fue el encuentro y participaron 30 empresarios del llamado Grupo de los Seis (Unión Industrial, Sociedad Rural, cámaras de Comercio y Construcción, Bolsa de Comercio, Asociación de Bancos privados argentinos), y del Consejo Interamericano de Comercio y Producción. Allí, el ex capitán, departió sobre el futuro del Mercosur y sorprendió, con su énfasis habitual, hablando de “una moneda única para el bloque”. Sólo un rato antes en el Salón de los Pasos Perdidos, el presidente Macri había hecho referencia a las negociaciones comerciales con Brasilia, que dijo le generan “una enorme excitación”.
Las expectativas muy pronto se enfriaron, el Banco Central de Brasil no esperó siquiera que Jair Bolsonaro dejara la Argentina para negar que exista un proyecto de integración monetaria entre ambos países. Y el mandatario brasileño tuvo que salir a aclarar que la propuesta existe desde 2011, año en que la ex presidenta Dilma Rousseff ejercía su primer mandato, y que su ministro de Economía actual “Paulo Guedes se mostró interesado, junto con el gobierno argentino, de volver a estudiar la cuestión”. Sin embargo, para no desairar del todo a Macri, Bolsonaro retomó el tema y declaró que la creación de una moneda única podría ser una traba para “aventuras socialistas” en el continente.
Nada, sin embargo, muestra mejor el rumbo tomado por Brasil que la retracción económica -ya se sabe que 2019 está perdido- y la expansión de la crisis social. El país llega a junio con casi trece millones quinientos mil desempleados y otros veintiocho millones de subempleados o con trabajo precario. Cuarenta y un millones de personas, una población similar a la de Argentina.
En las calles de Buenos Aires se mostró el rechazo a la presencia del presidente brasileño y a la “entente cordiale” que conforma con Mauricio Macri. Organismos de Derechos Humanos, militantes de izquierda y universitarios, mujeres y hombres residentes brasileños, conformaron una abigarrada multitud que confrontó a ambos mandatarios. Al grito de “Ellos no / Nosotrxs sí” o “Tu odio no es bienvenido aquí”, se hicieron escuchar en Plaza de Mayo. Al igual que el silencio de los ausentes: políticos peronistas, sindicalistas o movimientos sociales. Quienes hasta ayer daban fe de chavistas, y ahora abjuran presurosos para cobijarse bajo la sotana de la corporación vaticana, negociar con el gobierno de turno, o esperanzarse en la fórmula Fernández-Fernández… y no hay que levantar olas cuando falta tan poco para octubre.
Mientras tanto, en la puerta del Instituto Patria, el precandidato Alberto Fernández replicaba: “Macri está con Bolsonaro, yo estoy con Mujica”, en referencia a su reciente visita a Montevideo para reunirse, junto a otros referentes peronistas, con el viejo vizcacha de la política uruguaya. El “Pepe”, como le gusta llamarlo a la progresía que lo corteja, hace rato que aventó fantasmas, subiendo al arcón de los recuerdos su pasado rebelde. “De joven quería cambiar el mundo y ahora, la vereda de mi casa”, hace tiempo que es su frase distintiva.
También en Brasil esperan movilizaciones críticas al presidente Bolsonaro a su regreso al Palácio do Planalto de la excursión argentina. Tras las gigantescas marchas en las principales ciudades brasileñas encabezadas por los estudiantes del 15 y 30 de mayo contra el gobierno y en defensa de la educación, ahora llega la hora de la huelga general del 14 de junio.
Cuando la economía se derrite, la alternativa del gobierno brasileño es la radicalización ideológica que moviliza sus bases populares -aún numerosas- donde el fundamentalismo religioso juega un papel aglutinante. La “falange bolsonarista” que ganó las ciudades el domingo 26 de mayo, alimenta y profundiza el enfrentamiento, incluso en las calles, y es capaz de sostener al ex capitán y su proyecto fascista.
Alguna vez el dramaturgo vasco Alfonso Sastre advirtió: “Que peligroso puede ser un micrófono en las manos de un cretino, cuando el tal cretino goza de total impunidad”.
En su paso por Argentina, el presidente de Brasil se mostró verborrágico con su par argentino: “Macri. Mi hermano, tenemos prácticamente los mismos ideales”. Amén