jueves, septiembre 12, 2024
Cultura

Antes del ‘Agente 007’: El torturado Lawrence de Arabia

Atrás en el tiempo del personaje creado por Ian Fleming, se encuentra la figura de Lawrence de Arabia. Thomas Edward Lawrence -tal era su nombre-, supo en su vida que la injerencia imperialista, tanto como el crimen, no pagan

Los primeros cuadros del film “Lawrence de Arabia” (1962), notable realización de David Lean, recrean el accidente en motocicleta que días después le costó la vida al que fue en la realidad, y en literatura, el espía  más emblemático a servicio de la corona británica; mucho antes de la Guerra Fría, la bipolaridad, y los trasfondos maniqueos de las investigaciones descriptas por las novelas de espionajes, o los noticieros de entonces.

Lawrence de Arabia (1962)

https://www.youtube.com/watch?v=Hpne_E-_v-o

T. E. Lawrence nació en el norte de Gales en el año 1886 de la unión de un rico terrateniente angloirlandés con la institutriz de sus primeros hijos. Esta nueva familia constituida de hecho, al poco tiempo se instaló en Oxford, donde el niño, luego joven, desarrolló su formación académica.

Graduado en Historia y Arqueología decide alistarse en la Artillería Real. La elección lo hará recibir una beca para especializarse en Historia Medieval de Oriente, y resultará el inicio de sus travesías por la península arábiga. En su doble carácter de intelectual/militar, conocedor de usos y costumbres de los pueblos nómades sometidos por el antiguo Imperio Otomano, fue un agente determinante de las revueltas árabes frente al poder turco y también en los ulteriores protectorados ingleses de la región. Pero cargaba una culpa.

Quizás por haber sido el causal de la disolución del primer matrimonio de su padre, el fruto encarnado de la traición de la niñera, o las tradiciones irlandesas (siempre relacionadas con mundo católico y el pecado), se consideraba innoble, un verdadero impostor entre otras cuestiones, por ocultarles las  intenciones de Gran Bretaña a los jerarcas beduinos: la explotación de los recursos naturales del territorio. Ese desprecio a sí mismo lo llevó a protagonizar las acciones bélicas más temerarias. Una de ellas lo marcó para siempre.

Era de noche en el desierto, Lawrence junto a un grupo compuesto de árabes y marroquíes independentistas divisan, dado la claridad de la luna, un paso ferroviario. Al intentar dinamitar la vía, caen en manos de una patrulla del ejército turco e inmediatamente son tomados prisioneros. Ya en la fortificación enemiga, el británico es arrastrado a los aposentos del sultán, donde es violado de manera sistemática. Al tiempo logra escaparse, pero su mente nunca más salió de allí.

Revistiendo como agente de inteligencia, sus logros en combate no le valieron gratificaciones ni honores. La vuelta a la isla se dio en el más completo silencio, y lentamente fue cayendo en la depresión, sacudido levemente por amistades como las de George Bernard Shaw y Alfred Jarry.

Hasta arribar a la mañana del 13 de mayo de 1935, cuando de regreso a una barraca militar y conduciendo a gran velocidad, se encuentra de pronto con dos niños en bicicleta y, probablemente al mismo tiempo, con algún coche que venía en dirección contraria. Frena, cambia a segunda e intenta apartarse, estrellándose en la maniobra al costado del pavimento. Muere seis días después.

Su cuerpo yace en tierra, bajo la sombra de un cedro blanco. La inscripción de su lápida indica: “No todos podemos ser domadores de leones”.

Portada: T. E. Lawrence (Fuente: https://commons.wikimedia.org/wiki/File%3AT.E._Lawrence_With_Lawrence_in_Arabia)