jueves, octubre 3, 2024

Ödön Zombori: Un transterrado luchador olímpico

Ödön Zombori nació en Szentán, un pequeño pueblo húngaro, en 1906. En búsqueda de mejores condiciones de vida, su familia se mudó a Budapest, donde Zombori comenzó a luchar a los dieciocho años en el Club Atlético Húngaro (CAH). Se destacó rápidamente y fue seleccionado para representar a su país en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam en 1928, finalizando quinto en la categoría gallo de estilo grecorromano. Cuatro años más tarde, en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, logró una medalla plateada, culminando su carrera olímpica en los Juegos Olímpicos subsiguientes, organizados por la Alemania nazi en Berlín, con una medalla dorada, en la misma categoría, pero en estilo libre. Dado su currículum deportivo, no sorprende que Francisco Loiacono escribiera en El Gráfico casi dos décadas más tarde que Zombori, entonces residente en Argentina, era en aquella época “considerado poco menos que imbatible en toda Europa”.

Ödön Zombori (Fuente: Facebook)

A su regreso de Berlín, Zombori continuó trabajando como personal administrativo para una compañía de electricidad y practicando deporte en el CAH. De todos modos, los cambios políticos después de la Segunda Guerra Mundial tendrían consecuencias funestas para Zombori. De acuerdo con la semblanza de Zsigmond Deák, publicada por el Comité Olímpico Húngaro, el CAH había sido abolido por el nuevo régimen político por su presunto pasado aristocrático y Zombori resultó proscripto infundadamente, forzándolo a formar parte de la ola migratoria conocida como la “generación del 48”. Arribó a Buenos Aires, a través de Praga y Paris, entre los/as 3000 húngaros/as que recalaron en Argentina entre 1947 y 1949, imbuidos de temor por la creciente influencia del Partido Comunista Húngaro, del que se sentían muy lejos. Es probable que Zombori fuese reconocido en la colonia húngara en Argentina, ya que años atrás, según László Kurucz, ésta se entusiasmó con “el papel destacado de los deportistas húngaros en las Olimpíadas de Berlín”.

Zombori fue bien recibido por la colonia húngara en Argentina. Por ejemplo, en 1950 participó en una fiesta deportiva organizada por la misma junto a otros tres campeones olímpicos húngaros (el luchador Márton Lörincz, el gimnasta Itsván Pelle y el esgrimista Imre Rajczy, quienes vivieron en Argentina el resto de sus vidas) y a conocidos deportistas argentinos. No sin inconvenientes, Zombori, que añoraba “su patria y el roce con la lona de los colchones”, también fue aceptado por la comunidad nacional de luchadores. En 1948, se apersonó en el Club de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (GEBA) para ver al equipo nacional que viajaría a los Juegos Olímpicos que se realizarían ese año en Londres. Como no era socio, le prohibieron la entrada. Loiacono se preguntaría posteriormente “hasta que punto hubiera gravitado su presencia en la preparación de los luchadores argentinos que iban a Londres a hacer sus primeras armas en [lucha] libre” si el portero hubiese sabido quien era Zombori, cuyo acento extranjero “revelaba sus esfuerzos por hacerse entender”.

Un artículo sobre Ödön Zombori en la prensa húngara (Fuente: Facebook)

Su presencia en el país no pasó desapercibida y, al poco tiempo, fue nombrado entrenador del equipo nacional de lucha libre que se preparaba para los primeros Juegos Panamericanos que se celebrarían en Buenos Aires en 1951. Zombori había entrenado al equipo nacional de lucha libre de su país de origen y era evaluado como “uno de los preparadores más cotizados de Europa”. Si bien los luchadores argentinos obtuvieron un total del ocho medallas en Buenos Aires y éste “enseñó en aquella oportunidad lo que era la lucha libre, pues esta especialidad no se conocía aún muy bien [en el país]”, Zombori fue desplazado de su cargo. Sin embargo, al poco tiempo, GEBA lo contrató como entrenador para su equipo de lucha y asistió a quienes se preparaban para el Campeonato Mundial de 1954 que se realizó en Tokio. Zombori consideraba que los “libristas” argentinos eran “muy fuertes”, pero insistió en la necesidad de que combatiesen internacionalmente para ganar experiencia y mejorar. Asimismo, creía que se debía tener “un equipo nacional permanente, siempre entrenado por el técnico que designe la Federación [Argentina de Lucha]”.

Zombori fue designado entrenador del equipo argentino de lucha para los segundos Juegos Panamericanos que se organizaron en la Ciudad de México en 1955. Crítica resaltó antes de la partida a México que era “actualmente ciudadano argentino”, hecho que seguramente invalidó el “incomprensible mecanismo federativo” que según Loiacano “privaba, priva y quizá privará [a Zombori]” y por el cual se lo había desplazado anteriormente como entrenador nacional. Por otro lado, ese diario también precisó que Zombori constituía “una garantía técnica” y que todos los luchadores del equipo nacional percibían que su presencia “ha dado al equipo no solo los conocimientos de su técnica depurada sino un amplio apoyo moral que afirma la confianza de cada uno de ellos”. Bajo sus “expertas órdenes”, los luchadores argentinos acumularon un total de siete medallas en su periplo mexicano.

Ödön Zombori (Fuente: El Gráfico, 19 de febrero de 1954)

Los logros le dieron estabilidad y Zombori lideró el equipo argentino de lucha en los Juegos Olímpicos de Melbourne en 1956. Ese equipo olímpico fue diezmado por la política deportiva de la dictadura cívico-militar autodenominada Revolución Libertadora que investigó supuestas irregularidades en el funcionamiento de las federaciones deportivas nacionales y actos considerados en violación al código amateur durante el gobierno de Juan Domingo Perón, a quien derrocó en septiembre de 1955. Por ejemplo, León Genuth y Alberto Longarela, campeones panamericanos en Buenos Aires y en la Ciudad de México, fueron separados del equipo olímpico, tras un proceso irregular, arbitrario y vengativo, por supuestas violaciones a ese código. En resumen, Zombori solo contó con dos luchadores. No sorprende que, en su informe al Comité Olímpico Argentino, el entrenador obviara los detalles del proceso selectivo. De todos modos, expresó que en el país se sobrestimaba “las actuaciones que nuestros mejores valores producen en esta parte del continente” y recomendó una serie de medidas para el progreso de la lucha nacional, destacándose: “una mayor disciplina; constancia superior y trabajo permanente”.

En el círculo, Ödön Zombori. (Fuente: Mundo Deportivo, 8 de febrero de 1951)

Concluido el viaje a Melbourne, y con la revolución húngara de 1956 ya aplastada por las tropas de la Unión Soviética, Zombori decidió emigrar nuevamente; esta vez, a Estados Unidos. Se radicó en Los Ángeles, donde había ganado su primera medalla olímpica. En los años sesenta, Leslie Konnyu informó que Zombori trabajaba allí como profesor de lucha. Por el contrario, Deák afirma que se desempeñaba como soldador porque no contaba con la certificación para enseñar ese deporte. Cualquiera haya sido su ocupación, en 1985, casi con 80 años, decidió cumplir un viejo sueño: regresar a Hungría. Antes pasaría por Austria, donde habría una reunión del CAH. Se descompuso en el vuelo y desde Austria lo trasladaron a Hungría. Nunca se recuperó, falleciendo en su tierra natal, repatriado, en 1989, poco después de que régimen del que había escapado cuarenta años atrás colapsara. Para entonces, la lucha argentina ya no producía los logros de los años en que Zombori, parafraseando a Loiacano, gravitaba en la preparación de los luchadores nacionales y Longarela era tapa de El Gráfico.

César Torres es Doctor en filosofía e historia del deporte. Docente en la Universidad del Estado de Nueva York (Brockport).

Portada: Ödön Zombori, en el podio de los Juegos Olímpicos de Berlín 1936