martes, septiembre 10, 2024
Cultura

Lenguaje, ser y fútbol

Por César R. Torres* y Francisco Javier López Frías**/El Furgón –

Hace unos meses, el escritor y periodista Mempo Giardinelli publicó una nota en el matutino porteño Página/12 en la que se lamentaba por el “empobrecimiento y desnaturalización” de nuestra lengua.  Tal deterioro –que incluye la creciente utilización de anglicismos innecesarios–, argumenta Giardinelli, es peligroso porque la lengua de un pueblo es “su más potente marca de identidad”. Es decir, la lengua no sólo nos permite pensar, comunicarnos y entendernos, sino que, como también señala Giardinelli, es la manera más genuina de ser. Por ello, perder la lengua –ya sea consintiendo o, quizá peor aún, atizando su distorsión– equivale a perder la identidad (o perderse) como pueblo.

La clave radica en concebir al fútbol como lenguaje, como un medio a través del que intentamos dar respuesta a la pregunta por el significado de nuestra existencia en el mundo

Coincidentemente, pocas semanas después, el poeta y ensayista Rodolfo Alonso publicó en el mismo matutino otra nota reflexionando sobre la “desoladora prostitución del lenguaje”. Alonso deplora que en la sociedad de consumo en la que vivimos, el lenguaje se devalúa como eje civilizatorio, como “umbral irrenunciable de la condición humana”. Alonso resalta la importancia del lenguaje afirmando que “no usamos el lenguaje, somos lenguaje”. De esta manera, la lengua cotidiana de una comunidad constituye y define a esa comunidad y a sus miembros. Tanto para Alonso como para Giardinelli, cultivar la lengua conlleva cultivar una identidad, el ser que somos.

Para Heidegger, Beckenbauer era un jugador inspirado e invulnerable.

La idea de que el lenguaje y el ser están íntimamente entrelazados tiene ilustres proponentes de los/as que probablemente se nutren Giardinelli y Alonso. Uno de ellos/as es el filósofo Martin Heidegger. Según una famosa formulación de su Carta sobre el Humanismo, para Heidegger, “El lenguaje es la casa del ser. En su morada habita el hombre. Los pensadores y poetas son los guardianes de esa morada”. Bajo esta postura, el lenguaje permite la manifestación del ser. Somos diciendo. Como diría Aristóteles, el ser humano es el ser con logos, con lenguaje. Heidegger indicaría que al utilizar la palabra, el ser acontece, aparece, y, por ende, mora en el lenguaje. De allí, la preocupación de Giardinelli y Alonso por su deterioro, ya que éste acarrea el deterioro, o al menos el impedimento, de la manifestación plena del ser. En este sentido, Heidegger advierte que la “devastación del lenguaje, que se extiende por todas partes, […] nace de una amenaza contra la esencia del [ser humano]”, que radica en preguntarse por el significado del mundo que habita y su lugar en él.

Beckenbauer y Cruyff

La preocupación de Heidegger por el lenguaje y por la interrogación sobre el significado del mundo y nuestro lugar en él propio de los seres humanos (o, parafraseándolo, para permitir que nos hallemos libremente dispuestos en la claridad del ser), es una de las dimensiones más divulgadas de su pensamiento. No tan conocida es su afición por el fútbol. Según Rüdiger Safranski, uno de sus más destacados biógrafos, durante su crianza en Messkirch, Heidegger fue un útil puntero izquierdo. De regreso a su pueblo natal, y entrado en años, Heidegger iba a la casa de un vecino a ver por televisión partidos de la Copa de Europa (actualmente conocida como Liga de Campeones). Safranski relata una anécdota que refiere la importancia del fútbol para Heidegger. Un día, éste se encontró en un tren con el director del teatro de Friburgo, en cuya universidad Heidegger había estudiado y enseñado. Aquel se empeñaba en hablar sobre literatura y teatro, pero Heidegger, impactado por un partido internacional reciente, prefería hablar sobre Franz Beckenbauer. Heidegger incluso intentó demostrar la finura del joven defensor ante su pasmado interlocutor. De hecho, para Heidegger, Beckenbauer era un jugador inspirado e invulnerable.

¿Por qué Heidegger es el filósofo más importante del Siglo XX?

Heidegger no consideró si el ser puede morar en el fútbol. Sin embargo, a partir del análisis heideggeriano de la relación entre el lenguaje y el ser así como de su afición por el fútbol es posible sugerir que ese es el caso. La clave radica en concebir al fútbol como lenguaje, como un medio a través del que intentamos dar respuesta a la pregunta por el significado de nuestra existencia en el mundo. El escritor y cineasta Pier Paolo Pasolini se inscribe entre quienes plantean que el fútbol “es un lenguaje con sus poetas y prosistas”. Si una lengua es un sistema de signos –cavila Pasolini– el fútbol es un sistema de signos no verbales. Para él, la persona que desconoce “el código del fútbol [sus signos no verbales] no entiende el ‘significado’ de sus palabras (los pases) ni el sentido de su discurso (un conjunto de pases)”. Pasolini resalta que las “palabras futbolísticas” son potencialmente infinitas, porque así son las posibilidades de combinación de pases en el juego. “La sintaxis”, prosigue, “se expresa en el ‘partido’, que es un auténtico discurso dramático”. A la sintaxis, habría que agregarle la pragmática, pues el discurso que se plasma en el fútbol recibe sentido sólo teniendo en cuenta la relación con los/as otras participantes, los/as espectadoras y sus circunstancias.

Un fútbol deteriorado y mal jugado amenaza una fabulosa manera de entendernos y comunicarnos, de identificarnos y de ser.

Muchas personalidades destacadas ponderan al fútbol no sólo como un lenguaje sino como un lenguaje ecuménico. El periodista Jean Eskenazi sostiene que “El único denominador común a todo el mundo, el único esperanto universal es el fútbol. Es un lenguaje universal, cuya gramática no cambia desde el Polo Norte al Ecuador; que se habla en cada esquina con su acento particular.” Asimismo, el escritor Fredrik Ekelund denomina al fútbol el “esperanto del pie” y su colega Mario Vargas Llosa cree que es “el esperanto de nuestro tiempo”. Por su parte, Eduardo Galeano, amante de las letras como de este deporte, afirma que “el fútbol es un idioma universal”. Aunque podría ser exagerado afirmar que el fútbol es el único idioma universal, considerando la extensión de su práctica y el inmenso apego por la misma, no parece exagerado estimarlo como un lenguaje ecuménico.

Celebramos, y esperamos, el hacer futbolístico de cultivadores excepcionales como Lionel Messi y Marta Vieira, Kylian Mbappé y Megan Rapinoe, entre muchos/as otras. Ellos/as nos recuerdan con su actuar elevado que, nuevamente al decir de Heidegger, la verdad del ser también se manifiesta en y a través del fútbol

En tanto lenguaje ecuménico, el fútbol responde a la pregunta por el sentido del ser y puede entenderse como morada del ser. Damos cuenta de quienes somos practicando fútbol. Al hacerlo, el ser acontece, aparece, y, por ende, habita en el fútbol. Sus poetas y prosistas –en realidad, todos sus cultores y seguidores– son los/as guardianas de esa morada. Así, deberíamos preocuparnos por la degradación del fútbol tanto como Giardinelli y Alonso se preocupan por el deterioro del lenguaje. Un fútbol deteriorado y mal jugado amenaza una fabulosa manera de entendernos y comunicarnos, de identificarnos y de ser.

Martin Heidegger

Esta perspectiva permite comprender cabalmente una confesión de Galeano realizada hace más de dos décadas en función del juego triste, sencillo y medroso que creía fomentado por la tecnocracia del fútbol profesional. “Han pasado los años, y a la larga he terminado por asumir mi identidad: Yo no soy más que un mendigo de buen fútbol”.  Mendigaba la plena manifestación del ser por medio del fútbol; reclamaba el fútbol para ser plenamente. Se podría aducir parafraseando a Heidegger que para Galeano los/as jugadoras, mediante sus (buenas) jugadas, llevan la manifestación del ser al fútbol y allí la custodian. Por eso celebramos, y esperamos, el hacer futbolístico de cultivadores excepcionales como Lionel Messi y Marta Vieira, Kylian Mbappé y Megan Rapinoe, entre muchos/as otras. Ellos/as nos recuerdan con su actuar elevado que, nuevamente al decir de Heidegger, la verdad del ser también se manifiesta en y a través del fútbol.  Y esto sugiere, o incluso indica, que tenemos una responsabilidad ética y estética para enriquecer el lenguaje que el fútbol es.

* Doctor en filosofía e historia del deporte.  Docente en la Universidad del Estado de Nueva York (Brockport).

** Doctor en filosofía.  Docente en la Universidad del Estado de Pensilvania (University Park).