Una fosa común con 215 niños indígenas causa estupor en Canadá
Especial para El Furgón, desde Toronto.
Es poco común que una noticia canadiense llegue a la Argentina, pero desde principios de junio de 2021, aparecieron reportajes múltiples en la prensa nacional, y en decenas de países más, sobre el hallazgo de los restos de 215 niños indígenas en Kamloops, Columbia Británica. El Consejo de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas pidió al gobierno canadiense que investigue este horror y los demás casos de las miles de víctimas de las escuelas residenciales.
Encuentran restos de 215 niños en antiguo internado para menores indígenas
En Canadá estamos pasando por un momento profundamente catártico. Los medios sociales se llenan de dolor y de furia. En cientos de locales, para recordar a los muertos, la gente va dejando miles de pares de zapatos para chicos y una cantidad enorme de peluches. Políticos de toda variedad ideológica han expresado su tristeza profunda. En términos emocionales, estamos viviendo un parteaguas equivalente a las protestas Black Lives Matter en Estados Unidos de 2020.
El objetivo del proyecto -tanto como proyectos equivalentes en México, Estados Unidos y Australia- era de “civilizar” a los niños indígenas en la erradicación sus idiomas, sus culturas, y sus creencias.
Este caso específico en Kamloops es novedoso por la cifra exacta de los restos encontrados y por el uso de máquinas de radar de penetración terrestre (GPR) en la búsqueda de los restos. Pero los canadienses conocen bien -o tendrían que conocer bien- esta historia. No es nada nuevo.
Entre 2009 y 2015, bajo la presidencia de Murray Sinclair, la Comisión de Verdad y Reconciliación de Canadá investigó el sistema de escuelas residenciales que duró de 1867 a 1996. El organismo revisó miles de documentos, entrevistó a 6000 canadienses y celebró cientos de audiencias públicas. En su informe final subrayó el hecho de que las autoridades gubernamentales habían secuestrado 150.000 niños indígenas de sus comunidades tradicionales. Los llevaron a escuelas residenciales manejadas por la Iglesia Católica y por varias denominaciones del protestantismo. Los chicos quedaron lejos de sus familias. El objetivo del proyecto -tanto como proyectos equivalentes en México, Estados Unidos y Australia- era de “civilizar” a los niños indígenas en la erradicación sus idiomas, sus culturas, y sus creencias. Sinclair y sus colegas concluyeron que las escuelas representan un crimen nacional canadiense y un genocidio cultural de los pueblos originarios. Encontraron evidencia del abuso sexual, psicológico y físico masivo de los internados. Determinaron que esos abusos seguían impactando severamente a los hijos y los nietos de los abusados. También encontraron pruebas de que a raíz de los abusos, fallecieron miles de niños en las escuelas, incluidos los chicos cuyos restos se encontraron en 2021.
A pesar de los cambios importantes y las inversiones enormes del gobierno dedicadas a mejorar las vidas de la gente indígena, lo que encontró la Comisión queda como una herida abierta por la incapacidad de los canadienses a resolver la crisis indígena.
Cuando salió en 2015, el informe de la Comisión generó un debate extenso en Canadá. En la primaria y en la secundaria, integraron por primera vez clases sobre la historia de las escuelas residenciales. El primer ministro Justin Trudeau anunció que, desde aquel momento y según los tratados firmados entre los pueblos originarios y la corona británica hace más de 150 años, su país iba a relacionarse con cada una de las naciones indígenas como si fuera una “nación” independiente. Efectivamente, Canadá iba a tener una relación con las 634 naciones indígenas equivalente a su relación con Francia o Indonesia. Los cambios dieron resultados significativos. Gracias en parte a las reformas que adoptó Canadá en la relación con los pueblos originarios, varios grupos indígenas lograron frenar el nuevo oleoducto Trans Mountain desde Edmonton, Alberta a Burnaby, British Columbia. La obra iba a pasar por terrenos ancestrales de la gente indígena, incluyendo Kamloops.
La Comisión de Verdad y Reconciliación tuvo mucho éxito en su tarea. Los canadienses lograron cambios importantes como resultado de sus conclusiones Entonces ¿por qué surgió una reacción tan fuerte a los 215 niños muertos, cuando la Comisión nos había avisado de lo mismo hace seis años, con los nombres de cientos de niños muertos? ¿Por qué tanta sorpresa?
En parte, la fuerte respuesta emocional se debe a la pandemia y el cansancio psicológico de mucha gente. Además, que sea novedosa o repetida, la noticia de niños fallecidos y abandonados siempre va a generar pena e indignación. Pero a pesar de los cambios importantes y las inversiones enormes del gobierno dedicadas a mejorar las vidas de la gente indígena, lo que encontró la Comisión queda como una herida abierta por la incapacidad de los canadienses a resolver la crisis indígena.
Mientras que triunfó Murray Sinclair en su dirección de la Comisión, una Investigación Nacional sobre las Mujeres y las Niñas Indígenas Desaparecidas y Asesinadas no tuvo el mismo éxito bajo la presidencia de Marion Buller. Varios miembros de la Investigación renunciaron a sus cargos por la falta de profesionalismo de Buller. Y mientras que el gobierno canadiense prometió cambios, pocos confían que existe un camino hacía el fin del femicidio de mujeres y niñas indígenas.
Las iglesias responsables de los horrores de las escuelas residenciales no solamente escondieron los culpables de los peores abusos.
Tampoco apareció una solución a un problema clave generado por los creadores de las escuelas residenciales, uno más en sus acciones desastrosas ¿Cómo se hace para apoyar a colectividades indígenas 2000 kilómetros al norte de las ciudades de Toronto, Vancouver y Montreal, donde la gente quiere vivir una vida moderna, “canadiense,” y a su vez seguir la tradicional de sus ancestros? ¿Cómo se hace, por ejemplo, para ofrecer servicios de salud pública equivalentes a los que tiene la gente en Toronto? Y si aceptamos el argumento de la Comisión que la violencia endémica de muchas colectividades indígenas representa un producto de los abusos masivos en las escuelas residenciales, ¿cómo se hace para proteger a las víctimas de tal violencia endémica en los mismos pueblos indígenas en 2021? Por ahora, nadie tiene respuestas viables. Y la mayoría de la gente indígena sigue viviendo en una pobreza extrema.
Pero el problema que no pudo resolver la Comisión es aquello que quedó en carne viva en la sociedad canadiense: el abuso contra los niños en las escuelas residenciales manejadas por la Iglesia Católica. En ese sentido, el primer ministro Trudeau -quien se identifica como católico- declaró que busca una disculpa formal del Vaticano.. Es una posición tardía, insuficiente y hasta patética. Las iglesias responsables de los horrores de las escuelas residenciales no solamente escondieron los culpables de los peores abusos. Nunca pidieron disculpas y tampoco ofrecieron ningún pago importante a las colectividades severamente dañadas por la historia de las escuelas, ni a los sobrevivientes de los abusos sexuales, físicos, y psicológicos, ni hablar de los niños muertos. Además, el sistema judicial canadiense no inició ningún procesamiento judicial contra los asesinos y torturadores de niños, muchos de ellos todavía vivos.
Hasta que los autores de los crímenes quedan sueltos y hasta que las instituciones religiosas responsables de la matanza de 215 chicos en Kamploops quedan impunes, vamos a seguir descubriendo nuevos pozos de restos humanos y re-descubriendo el dolor.
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*David M. K. Sheinin es profesor titular de Historia en Trent University (Canadá) e integrante de la Academia Nacional de la Historia de la República Argentina. Ha publicado 17 libros.
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Portada: Imagen de un informe de France 24.