Ya suena El Blues de la primera fecha
Entonces, en el microcine Carlos Ferreira de Tea y Deportea, rueda El blues de la primera fecha (Grupo Editorial Sur), el nuevo libro de Ariel Scher de cuentos (y no tanto). Un campeonato de 41 textos en el que la ilusión se renueva y nos invita a jugar. A mirar Desde el Córner, Con Los ojos abiertos, La esquina de la Bobe Victoria. A repasar Todas las derrotas de un campeón invicto, que tranquilamente puede ser El equipo de nuestro barrio.
Desde el escenario, el autor mueve esta pelota de papel. Los viejos maestros le enseñaron que de nada sirve tenerla mucho en los pies. La suelta y en cada pase viajan las palabras y las emociones. Así, tira paredes con Facundo Sava, Leonardo Di Lorenzo y Pablo Ricchetti, especialistas, como futbolistas, en volver a empezar una y otra vez. Después, le cae a Juan José Panno, quien le pone voz al texto de la contratapa, escrito por Mónica Santino: “Sumergirse y leer a Ariel es renovar esa certeza de cómo el fútbol explica nuestra cotidianidad, nuestra cultura, nuestras familias, nuestros amigos y amigas, nuestras virtudes, nuestras miserias, amores y desencuentros”.
Luego, Walter Saavedra lee “Los Mierdas”, el primer cuento del libro, con esa voz y esa pasión que elegiríamos hasta para narrar cómo corrimos el colectivo a la mañana. La sincronía entre el sonido y el texto es perfecta. Entonces reconocemos inmediatamente al desconocido Tío Alfredo y queremos correr a abrazarlo cuando dice “a mí el fútbol me enseñó que Los Mierdas son los que ostentan privilegios y los llaman ‘derechos’, los que le lamen el culo a los poderosos, los que elogian al sol solo si el sol les apunta a ellos, los que valoran a las personas no por lo que son sino por el lugar que ocupan, los que mandan en cana a los compañeros, los que hacen trampa cuando patean o cuando conversan, los que se desinteresan del mundo y se sobreinteresan por su lugar en el mundo, los que se acuerdan de que hay injusticias nada más que cuando las injusticias los rozan o los castigan, los que hablan con un ‘yo’ grandote y con un ‘vos’ chiquito, los que venden que el éxito y la importancia tienen que ver con la guita y con la fama, los que se ocupan a conciencia de sembrar, sembrar y sembrar toda esa maldita mierda para que otros, que no son mierda, jueguen, sin darse cuenta, a favor de Los mierdas”.
El partido podría haber terminado y nos hubiéramos ido felices (y especialmente felices con la intervención del periodista Héctor Proverbio, compañero de estudios de Ariel en los días en los que ambos querían escribir como -vueltas de la vida- Juan José Panno), aunque con ese sabor que nos deja el pitazo final cuando el equipo juega como si la existencia se desplegara completa en ese instante. Pero había más: Juan Zuberman aprovecha ese “siga, siga” para surgir desde la hinchada y cantar, de su autoría, El blues de la primera fecha. Porque escribir, se escucha luego, no es una tarea individual, sino colectiva. Porque para un autor no hay nada más valioso que un lector que se apropia de su obra y la devuelve al mundo poniendo una parte de sí. O como afirma el Abuelo Isaac sobre el blues en el texto que le da nombre al libro: “Siempre ocurre con las buenas canciones: cuando llegan al corazón, el compositor original es lo de menos y el público, que hasta modifica esas canciones, se convierte en el verdadero dueño”.
Ariel Scher elige cuidadosamente cuándo hablar de él, aun en la presentación de una obra que lleva su firma. Sabe perfectamente cómo traer del pasado los recuerdos que tocarán las fibras íntimas de los y las presentes. Nos cuenta de su abuelo que cargaba un cajón de libros y le explicó que cuando uno se cae al piso hay que darle un beso. Y también del que no sentía pasión por la pelota, pero hizo un lugar en su campito de Ceres, Santa Fe, para que sus nietos jugaran al fútbol. Nos relata el día en el que su padre lo llevó desde Ciudadela a las luces del centro de Buenos Aires y le compró Literatura de la Pelota, de Roberto Santoro, periodista y poeta detenido-desaparecido por la última dictadura militar. Nos habla de tantos compañeros y compañeras de ruta que ya no están, pero que siempre están y que sin ellos y ellas él no sería. Nosotros no seríamos.
En la tarde del jueves 5 de diciembre, cuando los calendarios dicen que el año se está cerrando, lo que se abre es una esperanza. Ariel Scher nos invita desde El blues de la primera fecha al infinito mundo del juego y el tiempo. Desde su prosa maneja el ritmo como quienes entienden cada movimiento que se da en la cancha. Con un cambio de frente nos devuelve en un pasado que no sabemos si existió pero que nos gustaría haber vivido. Con un pase entre líneas nos deja mano a mano con el presente y nos susurra que en el área hay tiempo y opciones para elegir cómo definir. Con un centro, que va siempre a la cabeza, nos abre el futuro para salir a buscarlo con fuerza y con ternura. Y principalmente con otros y otras. Siempre con otros y otras.