El maldito sueño americano: John Fante
A 85 años de la primera edición de Pregúntale al polvo
A la sombra de su propia leyenda, el escritor y guionista ítalo-norteamericano fue uno de los narradores más poderosos del siglo pasado y representa la fe descarnada en la vocación literaria en el mismo ombligo del capitalismo.
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“Veo a John Fante saliendo de Los Ángeles un día caluroso. Son las siete de la tarde y va rumbo al frío: concretamente a Boulder, Colorado, donde sigue viviendo su familia. No lo esperan, aunque su madre no ha dejado de rezar para que regrese y es el único lugar al que puede volver. Los estrechos asientos de cuero hierven de calor”.Así lo escribirá en Sueños de Bunker Hill, la novela dictada a su esposa Joyce en 1981, cuando ya se había quedado ciego, pero seguía mirando, dentro de su recuerdo, sus años como joven guionista en la meca de los años 30.
Ese retrato, en el que John Fante sube al autobús, se siente derrotado. Hollywood le había resultado muy difícil. Sus vaivenes emocionales, los días y las noches de cócteles furiosos, los rostros cambiantes de mujeres hermosas al entrar y salir de hoteles fastuosos donde él se siente siempre un animal perdido que sólo encuentra fuerza en el alcohol, le han ido marcando una sensación de permanente cicatriz de animal herido. Por eso se decide a dejarlo todo atrás e internarse en Nevada, para recuperarse.
Así, pasará del calor de Los Ángeles a una tormenta de nieve al entrar en Nevada, parando en Utah y en Wyoming antes de llegar a Boulder. Éste es un momento importante en la vida de Fante: cuando vuelve a mirarse en su familia, en el escenario que había abandonado buscando los oropeles de la industria del espectáculo, es más consciente que nunca de que el regreso ha dejado de ser una opción.

No lo sabe al principio: aunque sigue arruinado, ha podido reunir un llamativo vestuario y se pasea por el pueblo buscando la admiración de la gente que antes lo había despreciado. Presume ante los suyos de su falsa amistad con Hedy Lamarr y con Clark Gable, con Tom Mix y Jean Harlow, con Katharine Hepburn y Bette Davis, con Ginger Rogers y Johnny Weissmüller. Pero todo es mentira: aunque se vanagloria cuando habla con sus hermanos pequeños, y aunque su propia madre hace todo cuanto puede por creerle, y sus cuatro trajes cortados a medida pueden entablar un diálogo sutil con esa prosperidad imaginada, su padre lo mira con la misma desconfianza de siempre y él se mide en sus ojos.
No es nada nuevo: nunca ha encontrado en él nada distinto a la desaprobación, porque Nicola Fante, un albañil que no escapó jamás de su alcoholismo, solía burlarse de él cuando se lo encontraba por las noches, al volver de cerrar los pocos bares de Boulder, enfrascado en la lectura de los libros que el adolescente John sacaba de la biblioteca. De su madre, Mary Capolungo, no pudo sacar más que un cariño esencial y una dedicación absoluta a la religión, como única fuente, si no de plenitud, al menos sí del consuelo cautivo después presente en sus libros.
Recordaría con más cariño a una profesora del secundario que lo animó a leer y le abrió aquellas puertas. Por eso la única calidez que queda en Boulder, su pueblo, para ese Fante acabado, pero no derrotado, le espera en la biblioteca que tanto frecuentó siendo un adolescente. Allí vuelve a recordarse abstraído ante los lomos gastados de las obras de Jack London y Robert Louis Stevenson, en los tomos de D’Annunzio y Dostoievski, de Flaubert y Knut Hamsun. Y su amado Sherwood Anderson.
Esa misma profesora de escuela también leyó sus primeros textos y lo animó a enviarlos a The American Mercury, una de las revistas literarias señeras, y un país, Estados Unidos, en el que las revistas literarias pagaban a sus autores. Más tarde, en sus novelas, Fante evocará el vértigo encendido que lo atravesaba cuando el director de la revista, H. L. Mencken, le aceptaba un relato y, luego, le enviaba un talón.
Ante esos mismos libros que había devorado poco tiempo atrás, en la biblioteca pública de Boulder, John Fante recupera la versión de sí mismo que había ido perdiendo por el laberinto de los despachos de Columbia Pictures y las coctelerías, y entonces decide regresar a Los Ángeles. Escribirá guiones en los que no cree porque necesita ingresos para vivir, pero seguirá perseverando.
Lo más atractivo de John Fante es que, en ese momento, su personalidad ya está hecha. Suma poco más de veinte años, pero ya tiene claro que quiere escapar de la pobreza y que va a hacerlo escribiendo. Sin embargo, no serán sus libros los que lo llevarán por esa senda, sino su faceta de guionista. Hablamos de un Hollywood de esplendor, con luces de neón iluminando el cielo de Los Ángeles, que él desmitificará ásperamente, pero también con restos de dulzura, en varios de sus libros. Es la industria que emplea como guionistas no solamente a Dalton Trumbo, Nathanael West, Ben Hecht o Sinclair Lewis —ídolo primero de Fante y de su alter ego, Arturo Bandini—, sino también a William Faulkner y a Francis Scott Fitzgerald, en esa edad final de su carrera que le hacía trabajar por cuarenta dólares a la semana, cuando ya apenas bebía un poco de cerveza.
El mundo oscuro que relata John Fante/Bandini (su alter ego) tiene algo menos que ver con el crepuscular que narraría Budd Schulberg en su extraordinaria novela El desencantado —en la que cuenta su viaje juvenil y demencial, precisamente, con el penúltimo Fitzgerald, ya terriblemente enajenado por la bebida, en la búsqueda más desesperada de sus sueños universitarios perdidos— que con la película Sunset Boulevard —titulada en España El crepúsculo de los dioses— de Billy Wilder; pero desde el perfil del guionista interpretado por William Holden en ese precipicio de escombrera moral previa al derrumbe, con ética y principios vendidos no ya al mejor postor, sino para sobrevivir.
Lo que no podía esperar John Fante es que, cuando en 1939 su editorial iba a publicar Pregúntale al polvo, apostando decididamente por él, lanzara también en Estados Unidos la traducción de Mein Kampf, de Hitler, sin su autorización. Y allá donde los principios no suelen ser un freno para algunos editores, el derecho termina de imponerse: Adolf Hitler demandó a la editorial, perteneciente al grupo de William Randolph Hearst/ Ciudadano Kane, por haber publicado el libro sin su autorización, y un juzgado de Connecticut acabó fallando a favor de Hitler.
¿Y en qué afectaba esto al escritor exponente del “realismo sucio”? Es que los fondos destinados para el lanzamiento y promoción de Pregúntale al polvo, la segunda novela protagonizada por Arturo Bandini, tuvo que emplearlos la editorial en cubrir todos los gastos del juicio.
También desencantado, se empleó a fondo en su trabajo de guionista, alternado con sus desapariciones etílicas, que podían tenerlo varios días alejado de su mujer e hijos. No volvió a escribir literatura hasta 1977, ya con la diabetes diagnosticada y con una vida algo más ordenada, algo parecido al final de Fitzgerald.
Fue entonces, ya añoso, cuando Charles Bukowski lo descubrió —también en una biblioteca pública— y quedó deslumbrado por la saga de Bandini. Le habló a su editor, John Martin, de ese viejo escritor al que nadie recordaba, que había estado a punto de llegar a ser alguien en los años treinta, pero que se había desvanecido entre los títulos borrosos de unas cuantas películas. Así, Bukowski escribirá un prólogo apasionado y sincero en la reedición de Pregúntale al polvo, que, ahora sí, convierte a John Fante en el escritor que siempre fue. Porque los buenos escritores siempre vuelven.
Vamos a su escritura:
Novela
- Full of Life, 1952, trad. Llenos de vida, 2008.
- The Brotherhood of the Grape, 1977, trad. La hermandad de la uva
- 1933 Was a Bad Year, 1985, trad. Un año pésimo, 2005.
Saga Arturo Bandini
- Wait Until Spring, Bandini, 1938, trad. Espera a la primavera, Bandini, 1988.
- Ask the Dust, 1939, trad. Pregúntale al polvo,
- Dreams from Bunker Hill, 1982, trad. Sueños de Bunker Hill, 2002.
- The Road to Los Angeles, inédita hasta 1985, trad. Camino de los Ángeles, 2002.
Relato
Dago Red, 1940, trad. El vino de la juventud, 2013.
- West of Rome, 1986, trad. Al oeste de Roma, 2007.
- Hambre, trad. 2022.