martes, septiembre 10, 2024
Cultura

La persistencia del mito

Por Flavio Zalazar, desde Rosario/El Furgón –

A fines del año pasado el sello “Último Recurso” de Rosario editó la novela Prosopopeya del escritor y docente Roberto Retamoso y no pasó inadvertida. La ficción indaga sobre el acontecer de la ciudad polimorfa -idéntica al género- en las figuras del cronista de policiales, varios jóvenes universitarios y la evocación hacia el poeta Aldo Oliva; un espectro que fulgura.

Retamoso resulta extraño a lo que puede imaginarse por autor de literatura. Profesor universitario durante décadas en la Universidad Nacional de Rosario, también asistió en otros niveles de la educación santafesina, y a pesar de ello, escritor.  Sus libros lo avalan: La dimensión delo poético (1995); Figuras cercanas (2000); Oliverio Girondo, el devenir de su poesía (2005); Preguntas del hijo (2006); La primavera camporista y otros poemas (2008); Apuntes de literatura Argentina (2008); El discurso de la crítica (2009); Teoría de lalectura (2011); Las aguas cárdenas (2015); Tangata rosarina (2018) y colaboraciones en la prensa gráfica local que datan de los años setenta. Actualmente realiza una columna en el semanario El Eslabón, de Rosario.

Ya desde Las aguas cárdenas nos abre un mundo, el alineamiento habitual a los humores políticos  de los integrantes de la cultura académica, la conformación de séquitos, el  amiguismo; en definitiva, las capillas que excretan los diseños culturales de turno. Al hacerlo anida en una tradición amplia que remonta de Mateo Booz -la de “decir” la ciudad- aunque proyectada a partir del mundillo universitario, con antecedentes quizás en el inefable visitante Cesar Aira, Los misterios de Rosario, o en la menos conocida El tajo feroz de Alberto Lagunas.

Prosopopeyas -del género antiguo “prosopopeya”, referido al “ficticio personae” que asiste  a las cosas irracionales y los muertos- porfía, no por reiterada, si por tenaz, sobre la misma hendija. Lo hace tensando el estilo, convirtiéndolo casi en hipertensión arterial (a los términos de Carlos Correas), forjando un imperativo categórico: la trascendencia de Aldo Oliva.  El vate, una suerte de saudade,recorre la intriga y alecciona, a pesar de su desaparición física, a los personajes, en especial al grupo de jóvenes estudiantes (El círculo de los cinco olivanos)  que lo revelan en sus lecturas, contrariando a su vez la cerrazón de la cátedra. En el derrotero conocen a un veterano periodista (Breguet),  discípulo y lector contumaz del poeta, merodeador de los bajos fondos rosarinos, donde proliferan los denominados bunker de venta de droga al menudeo, la policía corrupta y los secuestros exprés.

No exenta de sátira -clave de la escritura- e ironía filosa, la novela desanda la cuesta recorrida en años por el autor; sobrellevando tal vez las mismas preguntas de hace mucho tiempo;  plasmadas además en el reverso del libro: “¿Cuáles son las vías genuinas de acceso al mundo poético? ¿Es la universidad un ámbito propicio para ello? ¿Es posible escindir la experiencia poética del torrente informe de la vida?