El rock furioso arrasa desde Rosario
Gustavo Grazioli/El Furgón* – En tiempos de tanta oferta musical, las cuales en general terminan pasando de largo, hemos llegado a saber de una banda de Rosario que supo enmarcar el rock “vieja escuela”, condensando riffs de guitarra y buenas letras. El camino más largo, el de la espera y el trabajo, trae a Caramba, un cuarteto que materializó su primer disco con Contacto, de reciente aparición. Y bajo la tutela de ese título, hay siete canciones para sentarse a escuchar y prestar atención.
Todavía hay propuestas que necesitan decir cosas, sin caer en liviandades de amores postmodernos ni en la regla máxima del arte por el arte mismo. La marca de la soledad y los nervios estallan en bases espesas, que a primera escucha ya mueven la estantería de la comodidad y lo esperable. “Soledades cargadas de nerviosidad/ tanto grito y el silencio”, sentencia la voz de Nico Loreto en la canción La Cosa, título que directamente parece llevar a aquel film de John Carpenter de 1982, The Thing, donde ya se avecinaban las criaturas deformes y de dos cabezas. Una obra que el cineasta supo caracterizar como el principio de una trilogía apocalíptica, que continuó con Prince of Darkness y In the Mouth of Madness.
Este álbum de la banda rosarina se mete a naufragar y apuesta a un juego arduo. Caramba dice presente con un trabajo que no necesita alinearse bajo el mantra de ninguna fórmula. Fuera de las lógicas que dominan la industria de la música (en este caso el rock), salen a batallar con el volumen alto y con la desfachatez de un estilo musical que supo ser la trinchera de los embates generacionales. Como el rock ya no molesta a nadie, ellos se encargaron de correrlo por un rato de ese lugar deglutido y en la canción que le da nombre al disco, hurgaron la oscuridad y la espesura existencial. Todo esto sin temor al impacto. Así la poesía no se hace a un lado tampoco y las letras que comprenden una decodificación por fuera de si estas deprimido o tomaste mucho alcohol, también son una forma de alejarse de los lugares comunes del rock. “No llores más niño azul/ sos tan brutal niño azul/ que ya está por amanecer acá/ la calle es una inmensidad/ mira/ no tiembles más niño azul/ sos tan letal/ todos como dicen no/jamás/ si tus jinetes van a mil/ salta”, canta Loreto en Niño azul.
Más adelante aparece Tánatos es conga, una canción que se envuelve en el riff de Nacho Ponce, combinado al principio con un wah-wah que le agrega nitidez, y la solidez del bajo de Franco Serafini, el cual forma una dupla explosiva con Lautaro Fidel Rodríguez en batería. De esta forma, se completa una formación que viene transitando un camino alternativo y sumiéndose en un mensaje que renueva los costumbrismos que viene adoptando este medio. Las herramientas de este grupo rosarino son las guitarras eléctricas, el bajo y la batería, para suministrar las dosis de una música que, por más que intenten formatearla, escondiéndola en nombres raros y circuitos plagados de objetos consumibles, sigue teniendo la materia prima una lucha interminable. “Santa María va en la cajuela”, canta la voz rabiosa de Loreto en la última canción Santa María, bajo el mando de una banda que sube la tensión y crea el territorio ideal para que la letra siga en un “esquiva el sensacional”.
A escuchar.
*Fotos: Julián Miconi