martes, septiembre 10, 2024
Por el mundo

Bolivia. El fascismo que se repite como tragedia

Por Abel Bohoslavsky/El Furgón –

Hace 46 años, el pinochetazo clausuraba con un golpe armado contrarrevolucionario fascista, el inicio de un proceso político en Chile que Salvador Allende encabezaba con el objetivo explícito y programático de llegar al socialismo transitando sucesivas reformas. Era una alternativa diferente a las estrategias políticas que al mismo tiempo, en ese y otros países del continente planeaban la revolución antimperialista y socialista. Ni la burguesía chilena y sus Fuerzas Armadas, ni el imperialismo norteamericano de entonces gobernado por Richard Nixon y Henry Kissinger estuvieron dispuestos a tolerar esa experiencia reformadora, entonces titulada “vía chilena al socialismo”.

En Argentina, hubo numerosas demostraciones de solidaridad con el pueblo trasandino contra el sangriento terrorismo de Estado implantado en Chile. Manifestaciones callejeras en muchas ciudades. En Córdoba, una huelga de 14 horas convocada por la CGT Regional. Agustín Tosco hablando a la multitud desde los balcones de la Confederación General del Ttrabajo cordobesa.

https://twitter.com/evoespueblo/status/1193855292615864321

El 11 de abril de 2002, un grupo de militares secuestró al presidente constitucional de Venezuela, Hugo Chávez, quien dos años y medio antes había iniciado un gobierno de reformas sociales e institucionales, rompiendo el pacto de Punto Fijo por medio del cual, dos partidos cogobernaron ese país durante 30 años, sumiendo a las mayorías en la miseria. El empresario Pedro Carmona ocupó la presidencia y el gobierno de Estados Unidos lo reconoció inmediatamente como mandatario. La Organización de Estados Americanos permaneció en silencio. Tres días después, una inmensa movilización popular antigolpista, obligó a los militares a liberar a Chávez, que continuó así su gobierno.

El 10 de noviembre de 2019, una asonada nazifascista, racista y sangrienta, se desató contra el gobierno reformista del Movimiento al Socialismo, encabezado por el primer presidente indígena de la historia de Bolivia, Evo Morales, luego de haber sido cuestionada por los sediciosos la validez de las elecciones presidenciales en las cuales esa fuerza política venció a sus opositores por el 46 por ciento de los votos, superando al segundo por el 10 por ciento de los sufragios. La Organización de Estados Americanos intervino a pedido de los opositores y “dictaminó” que Evo Morales ganó las elecciones, pero conminó a convocar a nuevos comicios.  Acciones terroristas iniciadas por terratenientes y “comités cívicos” de civiles armados crearon una grave crisis. Simultáneamente, las fuerzas policiales se amotinaron y quitaron custodia al presidente. En pocas horas, la Jefatura de las Fuerzas Armadas, después de hacer propaganda falsa acerca de supuesto respeto a la institucionalidad, conminó al presidente a renunciar. Evo Morales aceptó convocar a nuevas elecciones reclamadas por la OEA y la oposición política, lo que fue rechazado por los alzados, que siguieron su accionar armado, con la complicidad policial y militar que en ese momento decisivo, dejaron de actuar. El presidente, denunciando la represión sangrienta ya iniciada y su deseo de evitar más daños y derramamiento de sangre, presentó su renuncia, lo mismo que su vice Álvaro García Linera. Y también la presidenta del Senado y el presidente de Diputados.

La institucionalidad fue quebrada así en pocas horas, por la acción simultánea de la clase terrateniente y sus grupos armados, la oposición política institucional, la OEA y las Fuerzas Armadas y de Seguridad. Un golpe fascista. El gobierno de Macri –ya derrotado– usa su último mes de vida, para cometer su último ilícito: su cancillería proclama mentirosamente que en Bolivia están en curso mecanismos constitucionales de sucesión. Una forma de apoyar la sedición.

Evo Morales no convocó a la resistencia a la asonada porque, aseguró, significaría más sangre. Evo gobernó durante 14 años introduciendo reformas económicas, sociales e institucionales –Bolivia como Estado Plurinacional– que mejoraron el nivel de vida de una mayoría empobrecida y precarizada. Esas reformas aún insuficientes para alcanzar un nivel de vida óptimo para todo el pueblo, nunca fueron toleradas por las varias fracciones de la clase capitalista boliviana. Tampoco fue tolerada la nacionalización de los hidrocarburos por parte de los intereses imperialistas. Nacionalización que supuso la recuperación de sus recursos energéticos y los beneficios de su comercialización para los planes estatales. No estaba en los objetivos del MAS y Evo Morales la socialización de los medios de producción. El poderío económico del capitalismo local y los organismos fundamentales de protección de ese capitalismo  –las Fuerzas Armada – quedaron intactos, a pesar de los cambios institucionales de carácter democrático.

https://twitter.com/CNNChile/status/1193636190588719108

El golpe fascista en Bolivia este 10 de noviembre es la reiteración histórica de que la democracia es incompatible con el capitalismo. La sobrevivencia de su poder económico y militar es la razón que posibilitó esta regresión que empezó sangrienta y lo será aún más a pesar de la voluntad del derrocado, si se consolida esta asonada. Casi medio siglo después del pinochetazo, la historia trágica se repite en otras formas, pero no como farsa, sino como tragedia. En la hora del dolor, nuestra incondicional solidaridad con los pueblos de Bolivia. Que la historia nos enseñe a no tropezar otra vez con las mismas trampas y espejismos.