miércoles, septiembre 18, 2024
Nacionales

La CTA y los sinuosos rumbos del sindicalismo

“El gesto de la CTA de unirse a la CGT es estratégico y moralmente tan grande como el gesto de Cristina”.

Alberto Fernández, candidato presidencial, al cerrar congreso de la CTA-T en Lanús.

Por Jorge Montero/El Furgón –

 No siempre Argentina fue el páramo de ideas y proyectos actual. No siempre fueron el posibilismo, la mezquindad o el temor (para no hablar de la corrupción) los motores más potentes de la acción política y sindical. La pérdida de la identidad y la autoestima de los trabajadores, con base en la efectiva labor de desmantelamiento operada en las últimas décadas, se contrapone con la propia historia de luchas. Es precisamente en la búsqueda y el debate sobre el pasado donde tratan de afirmarse trabajadores/as de los más diversos orígenes para enfrentar una crisis sin precedentes.

Alberto Fernández en el congreso de la CTA-T. Fuente: CTA

El congreso de una de las fracciones del movimiento sindical, la ‘Central de Trabajadores de la Argentina – de los Trabajadores’ (CTA-T), encabezada por Hugo Yasky, que acaba de sesionar en el microestadio de Lanús, en medio de un cataclismo social y político y en plena campaña electoral, lejos estuvo de dar respuesta alguna para debatir temas candentes: ¿corresponde recuperar la unidad en una central sindical única?, ¿qué deben y qué pueden hacer los trabajadores frente a las elecciones?, ¿cuáles son las vías, los programas y los métodos para defender las conquistas gremiales, el salario y el puesto de trabajo?, ¿cómo se acaba con la desocupación?, ¿cuáles son y cómo debieran ser las relaciones entre sindicatos y partidos?

 En noviembre de 1992 se fundó el ‘Congreso de los Trabajadores Argentinos’, sin intención de disputar como central sindical con la Confederación General del Trabajo (CGT). La noción de “Congreso” aludía a un debate global, un posicionamiento político frente a los grandes problemas del país, inmerso en la catástrofe a la que conducía la dupla Menem-Cavallo.

El Congreso de los Trabajadores Argentinos

Dos encuentros de trabajadores y dirigentes sindicales previos, en Burzaco y Rosario, habían afirmado esa perspectiva en sendos documentos. El CTA nacía como punto de convergencia de corrientes históricas diferenciadas del movimiento obrero y se proponía alcanzar una síntesis superadora. Un vibrante primer congreso en el que unos cinco mil delegados de todo el país debatieron posiciones en un clima inédito de democracia, fraternidad y alegría,quedó sintetizado por uno de sus referentes: “Nosotros somos herederos de toda esa historia, de más de un siglo de luchas, y al asumir el papel de permitir la recomposición de la lucha de la clase trabajadora en una nueva etapa, estamos alentando la reconstrucción de un movimiento nacional que haga política con mayúscula; y en esto quiero ser claro: hoy no se puede construir un sindicato si no se hace, esencialmente, política”.

Más allá de las intenciones de los protagonistas, el curso de los acontecimientos mostró, sin embargo, que lo viejo subsistía en la nueva forma. El CTA no pudo “hacer política”, ni siquiera con minúscula. Desenlace paradojal, dado que en su audaz irrupción en la sociedad protagonizó acontecimientos políticos resonantes, que culminarían con la Marcha Federal de 1994. Ocurrió que sus principales dirigentes-Mary Sánchez de Ctera, Alberto Piccinini de los Metalúrgicos de Villa Constitución, Víctor De Gennaro de ATE-, se sumaron individualmente, sin debate ni participación alguna del CTA, a una propuesta electoral surgida desde las usinas patronales. Primero fue el ingreso al Frente Grande, para luego integrar el Frepaso y acabar desembocando en la Alianza encabezada por Fernando de la Rúa. El desenlace catastrófico de estas experiencias no podía dejar de impactar sobre los cuadros y la estructura del CTA.

Hugo Yasky habla en el congreso de la CTA-T. Fuente: CTA

Pero ya el primer paso inconsulto había enturbiado la vida interna del congreso de trabajadores y frenado la circulación y el debate de ideas. Hay razones de fondo para este accionar. ¿Cómo postularse como diputado o comprometerse con un partido ajeno a los intereses de los trabajadores si existe un nexo vivo entre dirección y bases? ¿Cómo atraer talento e inteligencia sin una estrategia de cambio profundo de la cultura y la política?

Ya en noviembre de 1996 el CTA había desistido formalmente de presentarse como alternativa política ante los trabajadores y el conjunto del pueblo. El viraje quedó plasmado en el segundo Congreso, esta vez para fundar la Central de Trabajadores de la Argentina. Ovación para votar contra el pago de la deuda externa; afirmación de un sentimiento de pertenencia de clase y orgullo de ser trabajador; ratificación de la independencia frente al Estado, los partidos y los patrones; pluralismo ideológico; rechazo a los métodos burocráticos y autoritarios; disposición a pelear por un destino diferente… estos fueron los aspectos positivos de los dos días del llamado congreso fundacional de la central sindical. Objetivos trazados y asumidos con alborozo por los delegados que atiborraron el Luna Park.

Ninguno de estas premisas pudo alcanzarse. En términos programáticos y políticos, los días 4 y 5 de noviembre de 1996, el sector hegemónico, que durante cuatro años batalló para imponer la idea de que había que pagar la deuda externa, reformular la concepción de conciliación de clases y legitimar conductas que colocaban al CTA tras un programa político patronal, si bien fue derrotada en las ideas, se impuso de manera aplastante organizativamente. El colofón de ese resultado contradictorio se manifestó en el cambio de nombre: de Congreso de los Trabajadores Argentinos, a Central de Trabajadores de la Argentina.

CTA en el Luna Park

Casi treinta años después, el panorama sindical actual muestra la fractura profunda entre los trabajadores ocupados, precarizados y desocupados, confirmando aquel aserto de que “hoy no se puede construir un sindicato si no se hace, esencialmente, política”.

Otra vez a remolque de los partidos patronales, durante los años del peronismo kirchnerista, ya nadie proponía transformar la CTA en una “herramienta política de los trabajadores”. Limitada su representación casi exclusivamente a sindicatos de empleados del Estado, quedó demostrada su impotencia para obtener siquiera reivindicaciones económicas y gremiales, por más que sus dirigentes colaboraran o participaran directamente de los trece años de gobierno de Duhalde, Kirchner y Cristina Fernández.

Así, en pocos años de existencia, sus principales organizaciones han terminado reproduciendo fielmente varios de los vicios más graves de una fuerte tradición sindical: direcciones que prefieren no saber que piensan sus bases, y si lo saben no acatarlo; maniobras de fraude electoral casi idénticas a las más habituales de los sindicatos de la CGT; manejo unilateral e inconsulto de los conflictos y procesos de negociación.

Debilitada profundamente, transformada en una endeble estructura sindical, además afectada por las fuerzas centrífugas que predominan en toda la sociedad, la CTA se fragmentó sin pausa. Hoy, una de sus vertientes, abdica definitivamente de cualquier perspectiva independiente y cierra su parábola volviendo al redil de la CGT. Otra de sus fracciones, la CTA-Autónoma, a su vez dividida entre el sector que conduce Ricardo Peidro y el que orienta Pablo Micheli -que llegaron a recurrir a los Tribunales para dirimir luchas intestinas-, cuestionan el paso dado por Yasky en búsqueda de la unidad con la CGT, pero reafirman su apoyo electoral a la fórmula peronista de Alberto Fernández.

Yasky, Magario, Fernández y Máximo Kirchner. Fuente: CTA

La unidad en una sola central sindical ha sido una noción arraigada en el sindicalismo argentino. Sin embargo, la organización histórica de los trabajadores: la CGT, estatizada por el peronismo, burocratizada, cuyos dirigentes se han transformado en prósperos empresarios, hoy es un elemento de división y manipulación política. Por lo tanto,cualquier perspectiva de unidad de los trabajadores implica la división con respecto a esta casta corrupta, ajena y contrapuesta a los intereses de la masa obrera y del país en su conjunto. Y como si fuera poco, partícipes directos de la política económica y social en curso.

Ahora se alinean presurosos para dar aliento a otro gobierno burgués, el de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, supuestamente alternativo al de Macri. “Hace falta unidad para poder gobernar el país”, sintetizó el titular de la CTA-T, Hugo Yasky, en el estadio de Lanús. “¡Y ya lo ve! ¡y ya lo ve! ¡Hay una sola CGT!”, fue la respuesta de sus acólitos, en presencia del candidato presidencial del Frente de Todos. Quienes además mandataron a su secretario general “para participar del diálogo de la concertación social”. Todos juntos son los encargados de escenificar la enésima reedición de ese artificio denominado “pacto social”, entre empresarios y trabajadores a partir de diciembre.

El congreso de la CTA*T en el microestadio de Lanús. Fuente: CTA

La anomía de los trabajadores responde a una crisis nacional e internacional de identidad y representación, porque han dejado atrás conceptos y organizaciones nacidas muchas décadas atrás, pero no ha logrado edificar las nuevas.

Aún en este panorama, en apariencia desolador, algunas expresiones locales como la CTA de Bahía Blanca, sostienen –no sin inconvenientes– los principios fundantes de la CTA. Convencidos de que la organización democrática y participativa es el punto de partida para un profundo intercambio de ideas capaz de extender su impacto más allá de los límites de sus organizaciones, no sólo en las filas de trabajadores sino en un pueblo desconcertado, que combina momentos de inédita fuerza participativa con signos ominosos de fatiga extrema.

Fotografías de interior y portada: https://www.cta.org.ar/