Los pobres ya no comen naranjas
A partir del “Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio” que anunció el presidente Alberto Fernández desde el viernes 19 de marzo hasta el martes 31, con el fin de frenar el avance de este virus (Covit 19), debemos ocuparnos de mantener la medida. La única manera es mantenernos recluidos y aislados para cuidarnos y hacerlo con el prójimo.
“Hicimos mucho esfuerzo para que la gente comprenda que se tenía que aislar. Suspendimos las clases, promovimos el trabajo a distancia, dictamos asuetos administrativos. Y sin embargo, seguimos teniendo problemas de gente que no entiende que no se puede circular porque expone al otro”, manifestaba Fernández.
Lo que no ha quedado exceptuado en esta cotidianidad que transitamos hoy es la poca solidaridad que muestran algunos, sujetos a los que el otro parece importarle poco. Personas que intentan sacar algún tipo de provecho y rédito ante esta situación que nos debería unir más que nunca como sociedad en un hacer solidario, comunitario y responsable
A pesar del aislamiento social existen algunas excepciones a la norma. El Gobierno fue aclarando con los días los detalles del Decreto 297/2020, que establece los puntos del “Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio” y que en su artículo 6to. fija las excepciones a la cuarentena total. En uno de sus apartados se destaca que quienes cuidan a adultos mayores pueden salir de sus casas a trabajar, siempre y cuando cuenten con un certificado de sus empleadores que así lo indique y no tengan síntomas ni hayan viajado recientemente al exterior.
Otro grupo exceptuado son los especialistas de la salud y los proveedores de medicamentos e insumos para el consumo cotidiano siempre manteniendo las medidas de prevención ante un posible contagio.
“Quedan exceptuadas del cumplimiento del “Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio” y de la prohibición de circular, las personas afectadas a las actividades y servicios declarados esenciales en la emergencia (…) y sus desplazamientos deberán limitarse al estricto cumplimiento de esas actividades y servicios”, indica el Decreto.
En este momento tan particular salen a la luz diferentes personalidades y maneras de estar en la vida; están quiénes dan diariamente la vida por el otro y también los que especulan de manera impune y vergonzosa con la salud de los demás y con la imposibilidad de adquirir un bien.
Lo que no ha quedado exceptuado en esta cotidianidad que transitamos hoy es la poca solidaridad que muestran algunos, sujetos a los que el otro parece importarle poco. Personas que intentan sacar algún tipo de provecho y rédito ante esta situación que nos debería unir más que nunca como sociedad en un hacer solidario, comunitario y responsable.
Difícil parece para cierto grupo de individuos comprender que de una situación como la que atravesamos en estos días se sale en conjunto, colaborando y como grupalidad y no priorizando el interés personal en desmedro de otro que hoy, tal vez, se encuentra sin trabajo y por ende sin un ingreso corriente debido a las medidas (oportunas y correctas) tomadas por el Gobierno.
Cuando era chica la naranja era una de las frutas más baratas y a la que, en general, tenía acceso casi toda población. Si recorremos los barrios más vulnerables podremos observar que muchos niños/as tienen en su mano una naranja con la que juegan, se entretienen y alimentan y así pasan horas con una sensación de saciedad para no reclamar la comida que sus padres/madres no tienen para proveerles. Hace una semana atrás un kilo de naranjas, en Palermo, costaba veinticinco pesos. Y si recorrías un poco, podías encontrar dos kilos por cuarenta y cinco pesos. Eso equivale a diez naranjas, aproximadamente.
Al parecer, en épocas de coronavirus el que domina es el mercado que no entiende de empatía, solidaridad, fraternidad, compañerismo y comunión con el otro.
Ayer salí de mi casa a comprar insumos imprescindibles para llevar a cabo esta cuarentena, pasé por la verdulería y me pidieron cien pesos por un kilo de naranjas. Mi asombro fue absoluto cuando hace 10 días había pagado una cuarta parte por el mismo producto y cantidad. Mi enojo fue tal que increpé al verdulero y le pregunté por qué se abusaba de esta situación y su respuesta fue: “nosotros tenemos que vivir también”. Indignada tomé mis pertenencias y me fui sin antes decirle que era un egoísta y que lo que estaba haciendo no solo no era ético sino que era el mayor acto de egoísmo. Claro, poco le importó. Ni alzo su mirada y continuó ordenando la caja.
En este momento tan particular salen a la luz diferentes personalidades y maneras de estar en la vida; están quiénes dan diariamente la vida por el otro y también los que especulan de manera impune y vergonzosa con la salud de los demás y con la imposibilidad de adquirir un bien. Esto no solo pasa con las naranjas sino con el resto de los alimentos. Hago mención a las naranjas porque es la fruta que está (ba) al alcance de la mayoría de la población.
Es importante aclarar y remarcar que estos seres de “vivos” nada tienen como he escuchado en algún programa televisivo, sino todo lo contrario. Vivo es aquel piola, ameno, empático, macanudo que da un mano cuando es necesario, no el que se abusa de la debilidad del otro y al otro me refiero a la sociedad en su conjunto. Con solo un click en la máquina encontrarás su significado. Vivo: “toda persona buena, inocente y cándida”.
En estos días recuerdo a Carl Jung, psicólogo y psiquiatra suizo y su teoría sobre “Las sombras”. Él hablaba del lado oscuro de nuestra personalidad, de un submundo convulso de nuestra psique donde se contiene lo más primitivo, los egoísmos más afilados, los instintos más reprimidos y ese «yo desautorizado» que la mente consciente rechaza y que sumergimos en los abismos más profundos de nuestro ser.
Me gustaría concluir esta columna con los dichos de María Aparecida Affonso Moysés, médica brasilera, nunca más oportunos, cuando menciona que si un ser tiene derecho a tomar agua y otro no lo tiene, el primero no tiene un derecho sino un privilegio. Hoy comer naranjas se ha convertido en un privilegio para unos pocos.
Al parecer, en épocas de coronavirus el que domina es el mercado que no entiende de empatía, solidaridad, fraternidad, compañerismo y comunión con el otro. Él solo se rige por un signo que poco tiene que ver con lo amoroso sino por el contrario lo que impera son las relaciones económicas, mercantiles y financieras.
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Carla Elena. Psicóloga Social, Diplomada en “Violencia Familiar y Género”. “Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes”. Graduada en “Educación Sexual Integral: Desafíos de la implementación en el ámbito educativo y comunitario”. Miembro de Forum Infancias. Docente.
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Portada: Imagen de Marco Antonio Delgadillo Gutierrez en Pixabay