Argentina, un país con un enorme pasado por delante
“¿Qué Dios vela por los pobres?
Tal vez sí y tal vez no
¡Pero es seguro que almuerza en la mesa del patrón!”
Atahualpa Yupanqui – Preguntitas sobre Dios
Por Jorge Montero/El Furgón –
En su estreno como candidato a vicepresidente de Mauricio Macri, Miguel Ángel Pichetto, actuó en el Pre coloquio de Idea-Vaca Muerta como lenguaraz de Juntos por el Cambio, el nuevo sello que lo cobija. Fue una sorpresa más que nos deparó el cierre de las alianzas para las elecciones de octubre, donde en medio de un dantesco espectáculo, candidatos de todas las facciones políticas se ofrecían al mejor postor.
Miguel A. Pichetto en Experiencia Idea Vaca Muerta
Ante ejecutivos de sesenta empresas del gran capital internacional y local, Pichetto descerrajó el discurso que las clases dominantes esperaban escuchar, y que sintetiza sus anhelos ante la eventual reelección del presidente Macri. Vaca Muerta es un ejemplo, dijo, para “tener una mirada esperanzada, no la mirada oscura de la Argentina del conurbano pobre, marginal, de las villas y de lo que yo denomino la ideología del pobrismo que recitan muchas almas sensibles de la Argentina, que hablan de la pobreza, pero no dicen cómo la van a solucionar”.
Reclamó el uso de las fuerzas policiales y la Gendarmería para “aventar riesgos de cualquier naturaleza” como las “problemáticas de obstrucción de camino y otros que afectan la producción de bienes y servicios”. Consideró que Argentina requiere “muchos más emprendedores tecnológicos como Mercado Libre y pocos cartoneros, no quiero ser despectivo, pero tenemos que alentar el mundo del trabajo”.
Las reacciones positivas de la burguesía tras el anuncio de la fórmula Macri-Pichetto no se hicieron esperar. Bajó el dólar 1,03pesos, subieron las acciones un 6,6 por ciento, y se produjo una brusca caída del llamado ‘riesgo país’, instrumento de manipulación del capital financiero internacional, que llegó a 853 puntos. La euforia duró poco más de 48 horas. Un espejismo.
Pichetto, quien no por acaso lleva 18 años en el Senado, guarida de atraso y corrupción, habló de sus reuniones en abril con inversores, directivos del Congreso Judío Mundial y parlamentarios estadounidenses:“En Nueva York tuve una agenda muy importante, me recibieron los fondos de inversión y los bancos más importantes”, ratificando “que Argentina no iba a caer en default… También que las obligaciones están para cumplirse y que la continuidad del presidente Macri está garantizada, porque no veía ningún tipo de riesgo institucional. Y que era muy probable que fuera reelegido. El mejor activo que tiene el Gobierno es el Presidente”.
Para cerrar su alocución, ante la mirada complacida del auditorio, Pichetto se animó a decir que “para superar la crisis argentina necesitamos un camino de unidad nacional, necesitamos rescatar a las Fuerzas Armadas que son democráticas. Hay que hacer una tarea definitiva que tiene que ver con nuestra patria y que comparte totalmente el Presidente sobre la unidad del país en cinco o seis grandes temas”.
Mauricio Macri en el Pre Coloquio de IDEA en Neuquén
Las reacciones positivas de la burguesía tras el anuncio de la fórmula Macri-Pichetto no se hicieron esperar. Bajó el dólar 1,03pesos, subieron las acciones un 6,6 por ciento, y se produjo una brusca caída del llamado ‘riesgo país’, instrumento de manipulación del capital financiero internacional, que llegó a 853 puntos. La euforia duró poco más de 48 horas. Un espejismo.
Sin embargo, esta declaración de guerra contra las mayorías, es reproducida por todos los candidatos del capital que con mejores o peores modales -desde Alberto Fernández a Roberto Lavagna,de José Luis Espert hasta Gómez Centurión– se desgañitan para garantizar gobernabilidad a la clase dominante, al Fondo Monetario Internacional y a la Casa Blanca, principal sostén de la política implementada por Mauricio Macri.
¿O acaso desconocemos que el capital -sea grande o pequeño, local o extranjero- tiene un acuerdo sustancial en mejorar las condiciones de explotación de la fuerza de trabajo? Reducir subsidios estatales, eliminar planes sociales, disminuir jubilaciones, limitar impuestos a las patronales, comprimir el costo “de la política”, sostener un tipo de cambio real alto, impedir que los salarios se ajusten según la inflación y bajarlos en términos reales, abaratar los despidos, debilitar a las corrientes sindicales combativas, ¿no son reivindicaciones levantadas por empresarios y voceros de la industria, el comercio, el agro, la minería, el petróleo, la banca, más allá de sus contradicciones circunstanciales?
Cada corrida cambiaria fue aprovechada por el conjunto de la burguesía para demandar al gobierno que acelere “el ajuste”, y a la oposición parlamentaria “que deje hacer al gobierno”. Y si hay cuestionamientos, estos apuntan fundamentalmente a la capacidad de Cambiemos para llevar el “saneamiento” a fondo.
Las elecciones primarias (PASO) son el 11 de agosto. Están a tiro, igual que la posibilidad de una nueva corrida cambiaria que las clases dominantes utilizarían para profundizar el disciplinamiento de los candidatos. En el horizonte una caída en flecha de la ya desvalorizada moneda nacional, fondos de inversión que desarman sus posiciones en pesos y se vuelcan al dólar, fuga masiva de capitales para refugiarse en los más seguros bonos del tesoro estadounidense… ¿Y las consecuencias sociales?
Las exigencias del FMI para ofrecer un plan de facilidades extendidas, esto es reprogramar los pagos para la devolución de sus préstamos, ¿acaso no refuerzan la orientación en curso? ¿No existe una convergencia de intereses objetivos entre el Fondo Monetario y la clase capitalista local? ¿Se puede asignar, entonces, algún rol progresivo a alguna de sus fracciones, o depositar confianza en sus representantes políticos?
Pocas veces en la historia del país se ha llegado a elecciones con un panorama tan pavoroso: economía en plena recesión, con tasas de interés que hunden la actividad económica, los salarios y jubilaciones perdiendo a diario poder adquisitivo, la desocupación y la pobreza en alza, una inflación que no cede, la deuda externa e interna acumulando intereses que succionan buena parte del presupuesto nacional. Y un futuro que solo muestra un agravamiento de las condiciones del presente.
Al mismo tiempo, la mayoría de la población se desangra en la inopia y se multiplica el endeudamiento usurario de los sectores más vulnerables -como ejemplo: más de dos millones de créditos Anses en pocos días-. Hay una cantidad inmensa de votantes que están desesperados: los más porque temen que continúe la dramática situación económica, los menos porque los asusta la vuelta del “kirchnerismo” con sus aires de desquite y corrupción.
Las elecciones primarias (PASO) son el 11 de agosto. Están a tiro, igual que la posibilidad de una nueva corrida cambiaria que las clases dominantes utilizarían para profundizar el disciplinamiento de los candidatos. En el horizonte una caída en flecha de la ya desvalorizada moneda nacional, fondos de inversión que desarman sus posiciones en pesos y se vuelcan al dólar, fuga masiva de capitales para refugiarse en los más seguros bonos del tesoro estadounidense… ¿Y las consecuencias sociales?
En este turbio panorama, la izquierda electoralista, merece un párrafo aparte. El Frente de Izquierda y los Trabajadores lejos de sacar conclusiones de porqué su voto, en el mejor de los casos, se ha estancado y, en el peor ha colapsado, fuga hacia adelante. Distante de revisar su política oportunista de los últimos ocho años, extiende ahora su alianza hacia los ex antagonistas del Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST), y bajo el sello de FIT-Unidad, reafirma su unívoca perspectiva electoralista. Parafraseando a Borges podríamos decir que se ha transformado en una cooperativa electoral a la que no une el amor sino el espanto. Demoliendo, de paso, las expectativas de agrupamientos y militantes que buscan a tientas una alternativa política antimperialista y anticapitalista, y no un destino político que roza la eutanasia.
“Los hombres han sido siempre en política víctimas necias del engaño de los demás y del engaño propio, y lo seguirán siendo mientras no aprendan a discernir detrás de todas las frases, declaraciones y promesas morales, religiosas, políticas y sociales, los intereses de una u otra clase -escribía Lenin desde su exilio de Suiza-. Los partidarios de reformas y mejoras se verán siempre burlados por los defensores de lo viejo mientras no comprendan que toda institución vieja, por bárbara y podrida que parezca, se sostiene por la fuerza de unas u otras clases dominantes. Y para vencer la resistencia de esas clases, solo hay un medio: encontrar en la misma sociedad que nos rodea, educar y organizar para la lucha a las fuerzas que puedan -y, por su situación social, deban- formar la fuerza capaz de barrer lo viejo y crear lo nuevo”. Haríamos bien, ciento seis años después, en tomar en cuenta sus palabras.