jueves, febrero 13, 2025
Nacionales

La felicidad como imposición o deber

Al parecer en la Argentina los valores son la felicidad, el éxito, el triunfo, alcanzar los objetivos propuestos por el mercado, ganar dinero, adquirir los bienes materiales impuestos por él y comprar lo que nos “sugiere”. Eso sería causante de un gran sentimiento de plenitud, seguridad y pertenencia. ¿Felicidad o cumplimiento con el mandato de un mundo capitalista que rige lo que debemos ser y desear?

Leo Masliah: Autoayuda

Lo podemos ver en algunos niños que apenas sale un nuevo juguete quieren tenerlo y que los padres compran para saciar un sentimiento de “felicidad”. También sucede con los sujetos adultos que por un objeto nuevo que sale a la venta, por ejemplo los celulares, realizan colas interminables ¿Esto es felicidad o satisfacer el superyó del mercado que nos domina e impone qué debemos hacer y ser?

En este contexto, parece que quien no tiene o no compra lo que es inducido y está a la moda, queda afuera. No “pertenece” ¿A qué? A lo exigido ¿Por quién? Por un mundo capitalista donde la mercadería es un valor en sí mismo y, por ende, nos da estatus como sujetos

¿Es posible aislarse y proteger a nuestros infantes de este sistema sin que se sientan excluidos? La única alternativa es la educación, el diálogo, la palabra. Enseñar y comprender que la felicidad no está en los bienes materiales impuestos por el mercado sino que la felicidad se construye de instantes que trazamos mediante acciones, proyectos, momentos, juegos, emociones que nos hacen sentir plenos, inquietos y no en objetos materiales, casi obligados a comprar para “ser parte de”.

En el último tiempo la psicología del positivismo, como la corriente de la autoayuda, han surgido de manera escandalosa. Estas depositan en el ser humano el “poder del querer”. Han inundado las redes y las librerías, lo cual es bastante peligroso porque corremos el riesgo de generar sujetos frustrados y cada vez más angustiados.

Los momentos de felicidad existen y todos los podemos transitar, pero no necesariamente mediados por el positivismo que se basa en lo rápido y superficial, en lo efímero, sino a través de actividades conjuntas  subjetivas que pueden darnos placer.

La felicidad impuesta, exigida como sinónimo de bienestar, es falsa. ¿Cómo pedirle a un sujeto que tiene que comer todos los días y vive en la calle que tenga un pensamiento positivo? ¿Cómo sugerir a una madre con seis hijos que no tiene para alimentarlos que piense positivamente porque eso la llevará a lograr lo que hoy no puede? ¿Hay algo más cruel?

¿Cómo pedirle a Fernando Atilio, mi vecino de la esquina, que tenga un pensamiento positivo cuando hace meses vive en la calle y está amenazado por otros sujetos y no puede dormir? ¿Regalándole un libro de autoayuda?

La mejor manera de ser y estar con ellos es ser realistas y planear acciones para que puedan intentar atravesar de la mejor manera su cotidianidad. Sería una opción más justa y real. ¿Cómo pararse frente a estos sujetos y mencionarles que si piensan en positivo todo cambiará? Su reacción sería perder el vínculo de confiabilidad o creer que somos psicóticos que vivimos en otra realidad.

La autoayuda podrá ser útil para algunos seres y no lo discuto, pero hoy se trata de un comercio enorme. Los libros de esta temática se venden como caramelos y frases tales como “si sucede, conviene” o “lo que pasa siempre es por algo”, son las más oídas y promocionadas.

Por qué no tener en cuenta los dichos del gran boxeador Oscar “Ringo” Bonavena: “la calle lo aviva a uno, pero nadie es malo de chico”; “aunque no lo parezca, yo soy un tipo muy consciente”; “cuando suena la campana, te sacan el banquito y uno se queda solo”. Tal vez estas frases sean un poco más reales y resulten más útiles.

Oscar “Ringo” Bonavena

El redactor Justo Barranco dijo que “las emociones no son positivas o negativas. Tienen diferentes funciones según la circunstancia. Y son siempre políticas. La ira puede ser mala a veces y buena para luchar por reparar injusticias. Cuando dices que es tóxica, desactivas una emoción política muy importante…”.

Carla Elena. Psicóloga Social. Docente. Miembro del Forum Infancias.