De derechas y sangre
Por Lucio Albirosa/El Furgón –
Allá por 1929, la buena vecindad de Washington invitaba al cambio a los países centroamericanos de El Salvador, Nicaragua y Guatemala.
Mediante el fogoneo mediático de las agencias informativas Associated Press y United Press, las cuales fueron causales de la muerte del periodismo “no oficial” y miles de sus trabajadores, arribaron al poder dictatorial Jorge Ubico en Guatemala, Maximiliano Hernández Martínez en El Salvador y Anastasio Somoza en Nicaragua.
Comenzó allí la búsqueda total de delincuentes subversivos, zurdos, sospechados de golpistas, campesinos, aborígenes que defendían su territorio y “lacras” opuestas al tirano de turno. Así la sangre hecho río tiñó el centro de América Latina.
Los pobres no eran pobres sino esclavos del sistema opresor y el hambre, la incomodidad total del poder dispuesto a saquear todo, incluyendo las formas de pensar adversas a la tiranía. Emergió allí la obsesiva campaña de generar enemigos internos dentro de una misma sociedad, la contienda fue siempre entre los mismos actores; pobres contra ricos y seguidores del sistema; protesta y reclamo contra balas y desapariciones. Derecha versus izquierda en la arena de la muerte donde los débiles caían por millones. El silencio obligatorio fue impuesto con fusiles respondiendo a una única orden: obedecer.
En 1968, el Washington Post titulaba a la sociedad enferma lo siguiente: “De las setenta mil personas que mueren cada año en Guatemala, treinta mil son niños.
La tasa de mortalidad infantil en Guatemala es cuarenta veces más alta que la de Estados Unidos”. Efectivamente, la pobreza cero alcanzó todos los objetivos propuestos. Después, en lo sucesivo o casi a la par, Humberto Castelo Franco comandó Brasil al ritmo de la sangre y las balas, cayó un Allende junto a miles en Chile, Bordaberry entregó a Uruguay a las Fuerzas Armadas y llegó un Videla a la Argentina para desaparecer a 30.000 personas que aún hoy siguen negando desde sus espejos de sangre, tortura y todo eso indescriptible.
Todo lo expuesto aquí no carece de duda ni credibilidad, tampoco de similitudes actuales; la derecha fue siempre la misma en cualquier lugar.
—
Ilustración: Andrés Casciani