Leonardo Castellani en blanco y negro
Por Flavio Zalazar, desde Rosario/El Furgón –
En el artículo publicado el sábado último titulado Escritores, poetas y dictadura. La larga noche del ’76 escrito por Jorge Montero, despunta una foto que corrobora el encuentro entre parte de la cúpula de la última dictadura con escritores. En ella, mirando de forma estrábica ubicamos a Leonardo Castellani, jesuita ultramontano poseedor de un gesto único: el de pedir por sus antiguos discípulos.
La imagen obtenida patentiza el almuerzo del 19 de mayo del año 1976 entre el genocida Jorge Rafael Videla, el titular de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), Horacio Ratti, Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato y el cura Leonardo Castellani. El motivo de la reunión fue la entrega de un petitorio que salvaguarde las actividades del sector. Del convite tanto Sábato como Borges salieron complacidos, aclarando a la prensa que Videla “era un hombre muy compresivo e inteligente”. Sólo el cura, el menos conocido y de carácter parco no había hecho declaraciones, retirándose contrariado, hasta perturbado. Solicitó de forma insistente por su alumno del seminario Haroldo Conti y por las garantías de un discípulo del secundario, Rodolfo Walsh; lo hizo fijando su ojo bueno -era tuerto- en la mirada evasiva del dictador.
Gran narrador, Castellani nació en Reconquista y su camino intelectual fue de un antiliberalismo confeso. Colaborador asiduo de publicaciones tales como Criterio y Cabildo, supo ser candidato por la Alianza Libertadora Nacionalista –el hecho que le valió la amonestación de la orden–. También desarrolló una dilatada labor docente en las provincias de Santa Fe, Salta y Buenos Aires, de ahí deriva el personaje del celador que hacía boxear a los huérfanos escrito por Walsh –el mismo cura practicaba este deporte– o el de profesor díscolo de tantos relatos de Conti.
Luego de la reunión retratada, la insistencia por parte del jesuita creció hasta hacerse pública; fundamentó su petición la adhesión al régimen, la publicación de bajas a la “subversión” y nómina de presos. A fines de ese mismo año logró verlo a Haroldo, llegó solo a otorgarle los santos óleos, estaba destrozado por la tortura. Ya sobre Rodolfo erguía la pena del falso enfrentamiento. Cansado, el cura eligió el olvido no sin antes citar a Dostoievski: “Esta gente ni siquiera comprende que el fin del mundo está cerca, ¡Qué pronto terminará su charla acerca de ‘libertad’ y el ‘progreso’! Ni siquiera atinaron a entender que el Anticristo nació hace mucho, y estaba entre ellos”.