La baja de edad de imputabilidad clausura el devenir de los pibes
Por Carla Elena*, especial para El Furgón –
Según la Constitución Nacional de la República Argentina, en su artículo 18, manifiesta: “… Quedan abolidos para siempre la pena de muerte por causas políticas, toda especie de tormento y los azotes. Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas, y toda medida que a pretexto de precaución conduzca a mortificarlos más allá de lo que aquélla exija, hará responsable al juez que la autorice”.
Pero esto no funciona así. Las cárceles en nuestro país son lugares donde los sujetos están hacinados, vulnerados, vejados y violentados. Seres carentes de los mínimos derechos: salud, educación, higiene personal, trabajo. Esta situación sin ninguna duda promueve hastío, frustración y violencia constante, porque vivir se convierte en un padecer. En un “sobrevivir” si se puede así llamarlo, otros lo denominan muerte en vida.
Entiendo que continuar encerrando sujetos en las cárceles en estas condiciones inhumanas nunca llegará a buen puerto. Es esencial y urgente replantear el sistema carcelario, su dinámica y funciones.En relación a esta nueva idea de bajar la edad de imputabilidad a los 15 años creo que es una actitud tribunera y marketinera para que algún sector de la sociedad se quede conforme pensando que esta medida logrará generar más seguridad, lo cual es absolutamente falaz ya que los delitos cometidos por menores de 16 años no alcanza al 5 por ciento del total.
Este tipo de acción punitiva y represiva lo que fomenta es la estigmatización de los adolescentes pobres, ubicándolos en el lugar de delincuentes cuando son los mismos que más padecen las consecuencias de la pobreza, indigencia y vulnerabilidad de un Estado ausente, que debería contenerlos, sostenerlos, protegerlos e incluirlos y no expulsarlos metiéndolos en una jaula.
Estos pibes/as deberían estar trazando, narrando su devenir, pensando en su porvenir con oportunidades y capacidades para hacerlo. Contrariamente a esto se propone encarcelarlos sin preguntarse cuál es el punto, el foco, la causa del problema. Convertir en victimarios a estos menores es no ver, no entender que si un niño o adolescente no tiene un lugar de confiabilidad, de alojo que lo habilite a ser y a hacer se lo obtura y clausura como sujeto. Se clausura su devenir.
¿Quiénes son los verdaderos inseguros en este país? Los chicos/as a los que les falta la comida diaria, la educación cotidiana, una vivienda digna, un borde, un contexto que no los sancione sino que los posibilite, que no los estigmatice sino que los aloje, un sistema de salud que pueda atenderlos. Mientras no entendamos esto no va a haber límite de edad para encarcelar a los sujetos.
Estos seres necesitan ser mirados, tenidos en cuenta, subjetivados por una sociedad y un Estado que comprenda que la mejor historia que estos pibes pueden contar es la de una vida en libertad y no anécdotas tumberas. El Estado es garante del cuidado y protección de los derechos de estos jóvenes no un brazo armado que los vigila y castiga. Estas políticas sólo nos llevarán a convertir a nuestros adolescentes en números dentro de una estadística que tranquiliza a algunos.
* Psicóloga Social y docente.
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