Coimas, blanqueo PRO y cuadernos K: Crónica de una corrupción anunciada
“…la república burguesa es la república de los hombres de negocios capitalistas,
en la cual la política es un negocio como cualquier otro”
Federico Engels
Por Jorge Montero/El Furgón –
América Latina se ha convertido en un territorio abrasado por la corrupción. Ningún país latinoamericano parece estar libre de este flagelo, que impide a los pueblos avanzar a formas superiores de democracia, cultura y justicia social. Es una hidra que devora a todas las instituciones de un sistema senil, sin que todavía logre surgir su alternativa. Como escribía Antonio Gramsci: “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”.
La caída de Pedro Pablo Kuczynski en Perú, la “marcha verde” en República Dominicana, movilizaciones ciudadanas repudiando políticos venales en Paraguay. Los estados de México y Colombia inficionados por el narcotráfico. Negociados, impunidad y violencia en Honduras y Guatemala…
El presidente golpista de Brasil, Michel Temer, imputado por actos de cohecho y soborno. Más de 120 políticos de todos los partidos condenados por lavado de dinero, entre ellos Eduardo Cunha -ex presidente de la Cámara de Diputados que articuló el “golpe legislativo” que destituyó a Dilma Rousseff.
El caso brasileño profundiza la debacle hemisférica, no sólo por su importancia geoestratégica y económica, sino porque dirigentes del Partido de los Trabajadores, con su líder histórico a la cabeza, han sido acusados de corrupción, y varios cumplen ya condena firme en el marco de la “Operación Lava Jato”.
La corrupción no sólo es el cobro y pago de coimas a los funcionarios estatales. Es también el azote del narcotráfico, el crimen organizado, la trata de personas, el tráfico de armas, el lavado de dinero
¿Cuándo el PT perdió su rumbo y se corrompió a ese extremo, utilizando a Petrobras como caja recaudadora y manteniendo relaciones carnales con Odebrecht y el grupo OAS, gigantes de la obra pública? ¿Fue a partir de su incestuosa política de alianzas, que incluyó a sectores profundamente conservadores, para ganar y mantener el gobierno? ¿O antes aún, cuando borró de un plumazo su programa revolucionario, llamado a cambiar de raíz la vida de las masas brasileñas, y “socialismo” pasó a ser mala palabra entre su dirigencia?
La corrupción no sólo es el cobro y pago de coimas a los funcionarios estatales. Es también el azote del narcotráfico, el crimen organizado, la trata de personas, el tráfico de armas, el lavado de dinero. Para cortar sus mil cabezas hay que llevar a cabo una profunda transformación política, social y cultural; porque el sistema capitalista reproduce una y otra vez la matriz del cáncer que lo carcome. La institucionalidad y sus leyes son sus mejores aliados.
En esta “república de hombres de negocios”, como definiera Engels, participan todas las fracciones de las clases dominantes.
Participar del gobierno y –si se tiene éxito– retener el poder, cuesta dinero. Con capital se ganan elecciones y se compran conciencias adormecidas. La política electoral es una guerra de marketing. Se rige con las reglas del “mercado”.
Pero disponer de dinero –cada vez en mayor cantidad– significa contraer compromisos que hay que pagar desde el Gobierno y el Parlamento. Para eso: tráfico de influencias, licitaciones inexistentes, franquicias tributarias, comisiones en compras del Estado, excepciones aduaneras, leyes especiales, subsidios, blanqueo y repatriación de capitales, fuga de divisas… Mil y una formas… Monedas de cambio que muestran el carácter sistemático de la corrupción política. Y en esta “república de hombres de negocios”, como definiera Engels, participan todas las fracciones de las clases dominantes.
Ahora en el país, una triste caterva de funcionarios políticos, empresarios, jueces y “arrepentidos”, se amontonan en un incesante desfile por los Tribunales. Un verdadero espectáculo dantesco en la causa de los “Gloriagate”, que avanza como bola de nieve, y nadie alcanza a precisar hasta dónde llegará, ni cuál será su impacto político. Atruena el silencio de las autoridades políticas. De las dirigencias sindicales. La Iglesia, que no deja de recibir sus estipendios, mira para otro lado, golpeada por su propia corrupción y por su reciente rol nefasto al impedir la ley que legalizaría el aborto. El hecho es que, digitada o no, la operación inicial se fue de control.
La vertiginosa decadencia en que está atrapado el país resulta de la crisis estructural del sistema y la consiguiente corrupción intrínseca de los partidos del capital
Un ejército de hipócritas periodistas acompaña las denuncias. Los más eufóricos ya hablan de un “Mani Pulite” al estilo del que, en la década del ‘90, marcó el final de la Primera República de Italia y la política de Bettino Craxi. Otros, un poco más apáticos y memoriosos, recuerdan que la causa judicial de la “Tangentopoli”, se llevó puesta incluso a sus propios promotores. Y como, tras la debacle, emergió de las profundidades “il cavaliere”, Silvio Berlusconi, para hacerse cargo del gobierno italiano… ¡El capitalismo es irreformable!
Argentina cuenta con una historia señera en cuanto a corrupción estatal. Desde el empréstito Baring Brothers, tomado por Bernardino Rivadavia, ministro de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires en 1824; atravesando el Pacto Roca-Runciman, para recalar en el fraude y los negociados de los frigoríficos, la CADE o las tierras de El Palomar durante la “década infame”.
Desde la “estatización de la deuda privada” por más de 19 mil millones de dólares, de los grupos Macri, Perez Companc, Bridas, Socma, Sideco, Renault, Cargill, Ford Motors, Papel Prensa, etc., etc., en 1982, a manos de Domingo Cavallo por entonces presidente del Banco Central de la dictadura militar; pasando por la privatización de YPF durante el gobierno de Carlos Menem; hasta llegar a la jactancia de Cristina Fernández: “Más que deudores recalcitrantes, somos pagadores seriales”, tras el ininterrumpido saqueo de nuestras riquezas por parte del capital financiero internacional.
El Poder Judicial no saneará un sistema político que no para de rodar hacia el abismo. Mucho menos cabe esperar del gobierno de Mauricio Macri, representativo del gran capital, lleve a buen puerto el juicio a los principales exponentes de la burguesía, ahora mostrados en público como vulgares ladrones.
En este contexto no debería resultar extraño la aparición de los emprolijados cuadernos del ex militar y memorioso remisero, Oscar Centeno, sin dudas operado desde los servicios de espionaje. Sin embargo, las clases dominantes argentinas, están precisadas a pasar, una y otra vez, por sus propias horcas caudinas.
Mientras tanto la sociedad está al borde de un ataque de nervios: el dólar vuelve a dispararse, la actividad económica se desmorona, la inflación se realimenta, el riesgo país bate récords. En el centro de la crisis: la deuda pública. Argentina se disgrega. Los efectos de la economía –local e internacional– caen como misil sobre los trabajadores.
La vertiginosa decadencia en que está atrapado el país resulta de la crisis estructural del sistema y la consiguiente corrupción intrínseca de los partidos del capital -o mejor dicho sus innumerables facciones– con la Unión Cívica Radical y el Partido Justicialista a la vanguardia, adyacentes al contrahecho frente conservador de Cambiemos; cuando comienza la campaña por la elección presidencial del año próximo.
¿Cuál de los hipotéticos candidatos se animará a expropiar, estatizar y tomar el control de todas las empresas expuestas en la corrupción sistemática, encarcelando a los explotadores que las dirigen? ¿Cuál de ellos, y los aparatos que los siguen, tienen el más mínimo propósito de soberanía nacional y redención social? Coincidentemente no proponen un proyecto de país sino un plan de negocios.
No hace falta decir que una institución tan putrefacta como el Poder Judicial no saneará un sistema político que no para de rodar hacia el abismo. Peor aún cuando la causa está en manos de Claudio Bonadío, antiguo cruzado y compinche de Jorge Bergoglio en Guardia de Hierro, la formación fascista del peronismo. Mucho menos cabe esperar del gobierno de Mauricio Macri, representativo del gran capital, lleve a buen puerto el juicio a los principales exponentes de la burguesía, ahora mostrados en público como vulgares ladrones.
En un momento crítico para América Latina, con el sistema capitalista mundial convulsionado y en vertiginosa decadencia, Estados Unidos aprovecha la coyuntura local para acentuar el saqueo de riquezas pero, sobre todo, para usar al país como plataforma contrarrevolucionaria en el continente. Ya se asientan sus bases militares –Neuquén, Misiones, Tierra del Fuego–, mientras impetuosamente las fuerzas armadas argentinas pasan a intervenir en operaciones de seguridad interior. La Casa Blanca promueve la guerra como única respuesta a la crisis económica que carcome su poder.
¿Argentina saldrá del lodazal irrespirable donde la han sumergido sus clases dominantes?
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Fotos de portada: Ambito Financiero y Nueva Sociedad
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