Jacobo Fijman, el loco de la poesía
Por Flavio Zalazar, desde Rosario/El Furgón
Jacobo Fijman fue un poeta relacionado con la vanguardia argentina de los años veinte. De procedencia humilde, su obra emergió, en gran parte, de las instituciones psiquiátricas donde pernoctó casi toda su vida. Joven y periodista, es la redacción del diario Crítica el escenario en el cual “su mente se hizo noche”.
Lo narra Álvaro Abós en el libro biográfico que le dedica a Natalio Botana, el director del periódico señero: “a Fijman le encargaron que hiciera una encuesta entre escritores sobre el crimen de la descuartizada que entonces apasionaba a la opinión. El poeta entregó la nota al cabo de dos días, y fue publicada en la cuarta edición. En la entrevista a Leopoldo Lugones, el poeta de Las montañas de oro revelaba que el autor del crimen era Ricardo Rojas, que ya había dado prueba de su proclividad en la Historia de la literatura argentina. Lo que espantaba a los porteños, sostenía a su vez Rojas en otra de las entrevistas que entregó Fijman, no era el cadáver de una mujer sino de un marsupial escapado de la Campana sommersa, ópera de Ottorino Respighi anunciada a ocho columnas en la página de espectáculos de esa semana”. Desde luego, un delirio. Era el año 1923.
Nacido en Rumania, de padres artistas de la legua venidos al país, Jacobo Fijman colaboró en la revista Martin Fierro; también editó su primer libro, Molino rojo, con ayuda del poeta y financista Evar Méndez. De 1921 datan sus primeras internaciones, para luego del episodio mencionado e incidentes menores, pasó veintiocho años en el Hospital Borda. Desde el hospicio, con breves lapsos de externaciones, vieron la luz dos poemarios más: Hechos de estampas y Estrella de la mañana. Murió en 1970; nació en 1898. Su diagnóstico era psicosis, en “Todo lo que uno recibe es pasión”, parece contradecirlo:
No soy enfermo. Me han recluido. Me consideran un incapaz. Quiénes son mis jueces… Quienes responderán por mí.
Hice conducta de poesía. Pagué por todo. Sentí de pronto que tenía que cambiar mi vida. Alejarme del mundo. Y me aislé. Me fui de todos, aun de mí…
Hoy es la demencia un estado natural.
Todas las palabras son esenciales. Lo difícil es dar con ellas.
El delirio son instantes. Puede durar toda la vida.
Mi poesía es toda medida.
El arte tiene que volver a ser un acto de sinceridad.