La Diligencia: el pasaje de la obra a la realidad
Por Flavio Zalazar/El Furgón – Al cumplir 32 años, John Wayne (Iowa 26 de mayo de 1907), protagonizó La Diligencia dirigida por John Ford y libro de Ernest Heycox (Unión Pacífico, 1939) y Dudley Nichols (Por quién doblan las campanas, 1943). El film es una lectura adaptada del relato “Bola de Sebo” del escritor francés Guy de Maupassant y una “disección social” oportuna a toda época y contexto.
1939 resultó el año del estreno del padre de todos los Western. Dirigido por Ford y un reparto donde destacan, además de Wayne (en el papel de Ringo Kid), una joven Claire Trevor (la prostituta Dallas), Thomas Mitchell, a la postre ganador del Oscar (el borracho doctor Boone) y John Carradine (el pistolero y jugador de cartas Hartfield), poco más y no se lleva el máximo galardón de la Academia. La producción del mismo fue compleja, a último momento no aceptó condiciones el protagonista elegido, Gary Cooper; en tanto Marlene Dietrich, tentada desde hacía tiempo, también dejó la mesa de negociaciones contractuales.
Un viaje-travesía lleno de incidentes por el oeste norteamericano reúne a un grupo de seres, representantes en sí mismos de valores arquetípicos del esquema clasista: el rencor, la esperanza, el pillaje advenedizo y la derrota. Los textos de Heycox y Nichols, matizados por diálogos notables, “Si hablar fuese dinero usted sería mi mejor cliente”-increpa el personaje del doctor al jugador de cartas-, toman entidad en la lectura de un relato que escapa a lo ordinario, escrito por un joven bajo la tutela de Gustave Flaubert y discípulo de Emile Zolá a fines del siglo XIX, Guy de Maupassant.
Maupassant (1850-1893) -algunos dicen “hijo natural” de Flaubert- conmovido por la derrota de Francia en manos de Prusia, figura un carruaje tirado a caballos que atraviesa la zona del conflicto (Alsacia, norte francés) tomada por el ejército invasor. Entre los pasajeros dispone un representante de los diferentes estratos sociales del país, resultando el sacrificio, en cada posta de control, de los más humildes: el soñador idealista y la prostituta (Bola de Sebo). Alegato que encontró “abertura” en el mundo del cine y la reproducción, en consecuencia, de millones de transposiciones.
“Pasajes” nombró Walter Benjamin, al concepto traslativo de la obra de arte hacia una realidad concreta, la cotidiana. El cinéfilo o el lector argentino hoy, no pueden hacer más que introducir esas imágenes al escuchar los tantos pedidos de abnegaciones agitados desde el Gobierno argentino y convalidados por sus aparatos de propaganda. La inmolación de los humildes, el ajuste.