Inteligencia y posibilidades de vida en las ferias del libro y del fútbol
Por César R. Torres*/especial para El Furgón – Argentina fue huésped de honor en la última Feria del Libro de Bogotá, concluida a principios del mes pasado. El pabellón nacional, de 3000 metros cuadrados, combinó fútbol y literatura bajo el lema “La literatura argentina sale a la cancha”. La fachada evocaba la casaca de la selección nacional, se ingresaba por un túnel similar a los que conectan los vestuarios con el campo de juego en numerosos estadios argentinos. Una vez allí, los visitantes accedían a pequeñas canchas de fútbol y a la zona de exhibición de libros.
El carácter de la participación nacional en la Feria del Libro de Bogotá y la ornamentación de su pabellón fueron motivo de discordia. Como dijo el escritor argentino Mempo Giardinelli, el meollo de la crítica es haber montado en Bogotá “una muestra futbolera antes que literaria”. En este sentido, su colega colombiana Carolina Sanín manifestó que “[l]a gran verruga de la Feria fue el pabellón de Argentina con esa preminencia que da al futbol. Argentina vino y nos puso una cancha de fútbol en todo el corazón de su pabellón, en todo el corazón de la Feria del Libro, y no veo cómo eso no es irrespetuoso con los autores que vinieron”. Por su parte, Alberto Manguel, director de la biblioteca nacional, pidió “disculpas en nombre de todos los argentinos por el vergonzoso escenario de un estadio de fútbol montado en una fiesta del libro”.
Dada la relevancia social del fútbol, su valor existencial y su potencial literario, entre otras razones, es discutible calificar de “vergonzoso” al escenario propuesto por Argentina en la Feria del Libro de Bogotá. De todas maneras, es entendible la inquina de muchos/as escritores/as basada en el argumento de que el énfasis en el fútbol relegaba a la literatura y a sus protagonistas. Quizá por ello la escritora argentina Ivonne Bordelois ironizó antes del evento: “[c]omo miembro de la delegación […] no sé si contratar un personal trainer que me enseñe acrobacias destinadas a no desmerecer las hazañas futbolísticas de mis colegas, que sin duda deslumbrarán a los espectadores. Mientras tanto, voy avanzando en los borradores de mi ponencia sobre el porvenir de la palabra en nuestra cultura”.
Lo que no es entendible es la articulación del fútbol como una práctica social baladí o incluso infértil. Sanín dio cuenta de esta postura al decir que el fútbol es algo “en lo que no entran en juego las ideas”. Aquí parece subyacer, al menos en lo que se refiere al quehacer de los/as futbolistas, una concepción intelectualista o mentalista de la inteligencia, infelizmente aún bastante común en occidente. Según esta postura, la cual se apoya en el dualismo cartesiano mente-cuerpo, la inteligencia se relaciona con la expresión de capacidades lingüísticas y lógicas típicamente asociadas con la mente. Como la práctica del fútbol no requeriría ni presupondría la activación de dichas capacidades, o sólo lo haría de modo superficial, en él no entrarían en juego las ideas o la inteligencia. Esta sesgada postura explica, en buena medida, la desvalorización del fútbol.
Sin embargo, la inteligencia puede ser comprendida de forma holística–una visión alternativa que contradice la visión intelectualista o mentalista y su deificación de las capacidades lingüísticas y lógicas. Por ejemplo, Howard Gardner, un psicólogo estadounidense, define la inteligencia como “la capacidad para resolver problemas, o para elaborar productos que son de gran valor para un determinado contexto comunitario o cultural”. En su teoría de las inteligencias múltiples, Gardner argumenta que existe un amplio rango de inteligencias humanas (su lista incluye siete), incluyendo la corporal y cinética, que se refiere a la capacidad para resolver problemas o para elaborar productos principalmente con el cuerpo o con partes del mismo. Los/as futbolistas ejemplifican y cultivan esta inteligencia, que a su vez está moldeada por las reglas del fútbol, así como por las habilidades y las tácticas específicas que lo caracterizan, que lo definen y que constituyen sus estándares de excelencia. A pesar de su peculiaridad, las inteligencias trabajan conjuntamente.
Bajo una postura holística de la inteligencia, los/as futbolistas piensan… y sus pensamientos se expresan principalmente a través de y en sus pies. Las ideas de los/as futbolistas son orgánicas, plenas de facticidad y visibles. Como proponían hace más de un siglo los filósofos estadounidenses William James y John Dewey, el pensamiento es un proceso activo y continuo que involucra a la totalidad del ser, cuyo punto de partida es una situación incómoda, incompleta e incierta. Dewey sostenía en Democracia y educación que el pensamiento es la intención de descubrir conexiones concretas entre la acción de una persona y sus consecuencias, a fin de que ambas formen parte de una misma continuidad. Su objeto es llegar a una conclusión, poner fin a una situación problemática. Piénsese en cómo los/as futbolistas intentan llevar una jugada a buen puerto. El pensamiento es un proceso inquisitivo que da lugar a los distintos tipos de inteligencia. De esta manera, la competencia futbolística, como propuso el ex jugador argentino Roberto Perfumo, “[e]s un pensamiento corporal.”
En pocos días comenzará en Rusia esa feria global del fútbol que es la Copa Mundial (masculina). Millones de personas nos disponemos a disfrutar de la inteligencia y el pensamiento corporal que desplegarán los jugadores que participen en el torneo. Anhelamos que Lionel Messi, por nombrar un eximio futbolista, y sus colegas de todo el mundo, ejerzan, como describió el periodista argentino Ariel Scher, de inventores de maniobras posibles e imposibles. En ese ejercicio los jugadores también escenificarán la complejidad de la condición humana, promoviendo la reflexión crítica. Los/as aficionados/as debatiremos la dinámica propia del juego, con sus aristas éticas y estéticas, y muchos/as aprovecharemos la ocasión para visibilizar, discutir y condenar los problemas, los excesos y las injusticias del fútbol, tanto dentro como fuera del campo de juego. Asimismo, esa actitud incitará a que muchos/as cavilemos sobre lo que Sanín llama la “descarada macrización del continente”. Por otro lado, entre partidos y reflexiones muchos de aquellos millones de personas seguiremos leyendo ávidamente. No es cierto, o por lo menos no necesariamente cierto, como propone Sanín, “que [el fútbol] a todos adormece”. A muchos/as nos mantiene existencialmente despiertos.
El presidente colombiano Juan Manuel Santos comenzó su discurso en la inauguración de la Feria del Libro de Bogotá con una cita de La resistencia del escritor argentino Ernesto Sábato: “Hay días en que me levanto con una esperanza demencial, momentos en los que siento que las posibilidades de una vida más humana están al alcance de nuestras manos” (y se podría agregar “de nuestros pies”). Tanto la literatura como el fútbol son capaces de producir ese tipo de esperanza, que, como advirtió Santos, “nos augura que la vida está llena de posibilidades”. Es inteligente abrirse a esas posibilidades. Adentrarse alegremente, pero con firmeza crítica, en las fiestas de la literatura y del fútbol es una estupenda manera de hacerlo. Páginas y pelotas, con sus peculiares invitaciones para expresar nuestras inteligencias, tienen potencial para humanizar la vida.
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* Doctor en filosofía e historia del deporte. Docente en la Universidad del Estado de Nueva York (Brockport).