miércoles, abril 23, 2025
Por el mundoSin categoría

Un fantasma recorre Francia: Mayo de 1968

“La barricada cierra la calle, pero abre el camino”

Escrito en las paredes durante el Mayo francés.

Por Jorge Montero/El Furgón – La consigna es simple pero contundente: “Mismo Macron, misma lucha”. Miles de jubilados salen a las calles para reclamar por el aumento de sus pensiones, tras la suba de impuestos dispuesta por el gobierno francés. Los estudiantes ocupan las universidades de París, Nanterre, Lyon, Toulouse, y otras ciudades. Se movilizan junto con los sindicatos de profesores contra los intentos gubernamentales de fijar mecanismos de selección y exclusión, mientras preparan el terreno para la privatización de la enseñanza. Las tomas se extienden, responden a la represión generada por la intervención policial o de grupos neofascistas en los centros de estudio. En poblaciones afectadas como Notre-Dame-des-Landes, amenazada con la construcción de un aeropuerto, campesinos y ecologistas ocupan los terrenos y se enzarzan en batallas campales contra la policía de choque, el gobierno cede. Los ferroviarios son un durísimo escollo para el presidente Emmanuel Macron y su gobierno de “reformas permanentes”a favor del gran capital.

Afiche contra el aeropuerto

Macron que, en primera vuelta de las elecciones presidenciales del año pasado, alcanzó un 18% de los votos y en el ballotage resultó electo por un 64% de los sufragios, presentado como el “mal menor” para frenar a los neofascistas del Frente Nacional de Marine Le Pen, acusa a los estudiantes de “agitadores profesionales”, mientras sostiene que detrás de las huelgas obreras hay una intencionalidad política subversiva.

A un tiempo recorta fondos y cierra escuelas en los municipios rurales, provocando la ira de los pobladores. Reduce el presupuesto escolar, lo que redunda en menos personal, más trabajo para el resto de los docentes y peores condiciones para los alumnos. Pretende que los hospitales no tengan déficit bajo amenazas de cierre, en un remedo de la Cobertura de Salud Universal (CUS) que, tras su pomposo nombre, esconde la privatización de la salud. Como si todo esto fuera poco, en un país eminentemente laico propone relaciones privilegiadas con la iglesia católica, al tiempo que endurece la ley migratoria, en una propuesta que ha sido tachada de “indigna” por los organismos de derechos humanos. Con multas y períodos de privación de libertad para los refugiados que llegan a 120 días y que incluye a los menores de edad. Este es un “último golpe de gracia” contra los demandantes de asilo, en un país donde 4,2 millones de personas (6,4% de la población francesa) son extranjeros, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, que remiten a 2014.

Eleva, además, la edad jubilatoria, reduce el margen de actividad sindical en las empresas y las indemnizaciones por despido, afectando magras jubilaciones y pensiones. Lanzándose contra los ferrocarriles -que son públicos- para transformarlos en una sociedad privada por acciones. Mientras el Estado se hace cargo de los ramales que dan pérdida comunicando los pequeños pueblos del interior -y que ya comienzan a ser clausurados-, entrega a las grandes empresas multinacionales las líneas altamente lucrativas.

Cualquier parecido con las políticas implementadas en nuestro país por el gobierno de Mauricio Macri, no son simple coincidencia. Un sistema capitalista senil, multiplicador de la miseria, sobrevive exclusivamente de avanzar día por día en detrimento de las condiciones de vida y de trabajo del conjunto de la población, en Francia, en Argentina o en cualquier rincón del planeta. Se apagó el áurea enceguecedora de un futuro de “libertad, igualdad y fraternidad”, según el lema de la Revolución Francesa. Hoy los riesgos de la deriva fascista son obvios…y hasta cierto punto inevitables, si las clases explotadas y oprimidas no comienzan a despertar de su prolongado letargo.

Los trabajadores ferroviarios de la SNCF (Societé Nationales des Chemins de fer Francais) asumen el desafío. Responden en defensa de los servicios públicos y de sus propias conquistas de más de 40 años, con manifestaciones y un plan de lucha que durará -por ahora- hasta fines de junio, que incluye huelgas de dos días por semana y que genera caos en las grandes ciudades, con escasísimo transporte alternativo y con rutas normalmente congestionadas.

Otros empleados estatales han sumado sus reclamos, como el personal de Air France o los electricistas de Electricité de France (EDF), que están reinstalando gratuitamente la energía de aquellos habitantes a quienes se les ha cortado el suministro por falta de pago, mientras interrumpen la provisión eléctrica de las empresas que despiden o suspenden trabajadores, como es el caso de Carrefour.

“Quiero dar vuelta la página de Mayo del 68”, se había sincerado el ex presidente Nicolas Sarkozy. Es que los episodios de mayo de 1968 generan un odio pertinaz en las clases dominantes francesas. Originaron una profunda mutación en la historia de la metrópoli imperialista, intercalando nuevas corrientes de ideas, una intensa efervescencia artística y cultural, una liberación en el plano de la moral y de la sexualidad, combates feministas contra una sociedad puritana y profundamente patriarcal, conservadora, elitista, en la que la juventud obrera era el convidado de piedra.

Grafitis como “¡Seamos realistas, pidamos lo imposible!”, “¡La imaginación al poder!”, “¡Prohibido prohibir!”, se amalgamaban con otros,“¡Obreros y estudiantes, unidos venceremos!”,“¡Debajo de los adoquines está la playa!”, “No puede volver a dormir tranquilo aquel que una vez abrió los ojos”.

Graffiti “La barricada cierra la calle, pero abre el camino”

Para los capitalistas franceses, orgullosos de su pasado colonial -Argelia, Siria, Indochina, África Occidental-, Mayo del 68 dejó al descubierto los riesgos de una clase obrera a la ofensiva unida a la juventud, contra el poder establecido. Tras una primera fase marcada por la entrada en escena del movimiento estudiantil, “la noche de las barricadas” del 10 y 11 de mayo de hace cincuenta años, trastocó lo previsible. Los enfrentamientos con la policía de una intensidad poco común, dieron lugar a tres semanas de huelga general, con ocupación de fábricas, que movilizaron más de 10 millones de trabajadores en todo el país, aún hoy recordada como una de las mayores en la historia europea.

¿Qué pasó en Mayo del 68?

A juzgar por el retorno de huelgas simultáneas de obreros y estudiantes: ferroviarios, electricistas, aeronáuticos, trabajadores de Carrefour y de otras empresas, médicos, enfermeros, maestros, profesores, escolares secundarios y universitarios, ecologistas, pacifistas, que se suceden en estos días en Francia, pareciera que Mayo del 68 es para las clases dominantes francesas, un fantasma que no se deja exorcizar. El conflicto abierto, la polarización social, política e ideológica vuelven a emerger en el escenario. Seguramente ni la reaparición, siempre sospechada, de acciones terroristas, ni los bombardeos contra Siria, evitarán el derrumbe de la popularidad del presidente Emmanuel Macron y su plan de reformas.

Aquel proceso de Mayo del 68 concluyó sin triunfos y el reflujo ha sido muy profundo. Sin embargo, aquellos jóvenes estudiantes y obreros abrieron nuevos caminos a explorar, que hoy con nuevas dificultades y muchas incertezas, siguen alimentando nuestras esperanzas.

Al fin y al cabo, como sostuvo Jean-Paul Sartre, contra todo pesimismo: “Lo importante es que la acción haya tenido lugar, mientras que todo el mundo la creía impensable. Si tuvo lugar esta vez, puede volver a producirse…”