Quino y Mafalda, una gran historia para los más chic@s
El Furgón – La editorial Sudestada acaba de publicar “Quino para chic@s”, el nuevo libro de la colección “Aventurer@s” -con ilustraciones de Julio Ibarra y textos de Vanesa Jalil-, en el cual se cuenta la historia del dibujante y creador de Mafalda. En El Furgón publicamos un adelanto del libro que ya se encuentra en todos los kioscos y librerías.
¿Quién no conoce a Mafalda? Difícil ignorar a esa nena curiosa, protestona y siempre informada, que baila con la música de Los Beatles pero no le gusta para nada la sopa… Es que, sin duda, Mafalda es el personaje de historieta más famoso de nuestro país y la tira más leída en toda América Latina. Sus aventuras se tradujeron a veinte idiomas y se leen en al menos treinta países del mundo, desde Finlandia hasta Japón. Pero lo que no todos conocen es quién es su creador: Joaquín Lavado, a quien todos llaman Quino.
Por esa razón, te proponemos viajar por la historia de un ilustrador que, desde muy chiquito, soñaba con dibujar en las revistas de humor, y que dedicó muchos años a trabajar frente a un tablero para crear el universo de personajes que vos y tod@s nosotr@s conocemos. La que sigue es la gran aventura de Quino, un talentoso dibujante pero también un atento observador de nuestra realidad. Un fino artesano del humor que logró, mitad por esfuerzo y mitad por genialidad, transformarse en un artista popular que hoy tiene su lugarcito en todas las casas argentinas. Ahí está, con su sonrisa tímida, listo para contarnos una historia apasionante: la del dibujante que logró que los chicos y chicas de todo el país se acerquen a la historieta como a una ventana abierta; la del mundo de la risa, la amistad y el pensamiento. Por eso, te invitamos a conocer a este gran aventurero llamado Quino.
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Un gran problema para Quino era ir al colegio. No le gustaba para nada levantarse temprano, rezongaba cuando había que hacer tarea y era tímido y muy solitario: encima su acento andaluz no lo ayudaba para hacer muchos amigos. Al final su mamá logró convencerlo con un argumento convincente: si su sueño era ser dibujante, tenía que aprender a leer y escribir correctamente. Y para ello, debía asistir a la escuela y prepararse.
Desde entonces, llegó a un acuerdo con su mamá: ella le daba permiso para tirarse de panza a dibujar sobre la mesa de madera blanca de la cocina, si él después se comprometía a agarrar un cepillo, jabón y lavandina y limpiar todo, sin dejar marcas de los lápices de colores.
Una de sus grandes pasiones era el cine, particularmente las películas de Carlitos Chaplin y Buster Keaton. Esa comedia muda, plena de gags donde lo visual era todo y el diálogo no existía, lo convenció de que podía dedicarse al humor gráfico mudo, sin palabras, y casi siempre en blanco y negro…
Para consultar por el libro http://www.revistasudestada.com.ar/edicion/322/quino-para-chicos/