Una política sin afuera
Gustavo Varela*/El Furgón – Una política sin afuera es una política de cuerpo excluido. No una entelequia. Una puesta en escena. Una política de tela de araña, frágil a primera vista, pero resistente al viento, a la lluvia, al granizo, capaz de atrapar a uno, a otro y otro. Cambiemos es una política sin afuera. La tela de araña es un sistema conceptual tejido sobre la superficie. No hace falta más. La construcción de un sistema conceptual cerrado y de superficie es un sistema resistente. Con eso alcanza, no hace falta el afuera.
Una puesta en escena (una política de tela de araña) es una red, hecha con nudos de conceptos anhelados: felicidad, cambio, no volvamos para atrás, sí se puede, vivir mejor, todos los argentinos, equipo, en todo estás vos, vecino. Todos estos conceptos son un sistema cerrado, se definen unos con otros. Felicidad es el cambio; no volvamos para atrás es lo que el vecino quiere; el vecino es todos los argentinos que quieren la felicidad. El equipo es todos juntos, se puede, vecino y vecino, los argentinos, la felicidad. La rueda gira sobre sí misma. Hay una red de conceptos que forman un sistema, y ese sistema es la construcción de una verdad sin afuera (a esto llaman posverdad). Una pura tautología, un espejo, una tela de arañas de la que no es posible salir.
No hay afuera. Es la política puertas adentro, una política autorreferida con efectos diluyentes. Sus acólitos defienden el adentro. Cualquier expresión del afuera, cualquier discrepancia política es un absurdo, molesta, está fuera de lugar. Es puro exceso. Ante este conjunto de conceptos, hablar, decir, opinar, enfrentar, es un exceso que atenta contra un “nosotros” permanente. ¿Quién no quiere la felicidad para los vecinos que son todos los argentinos, que buscan un cambio, porque sí se puede, si estamos en equipo todos nosotros? Tautología, política de tela de araña: (“mi peor defecto es mi honestidad” no tiene afuera). ¿Cuántos conceptos tiene el sistema Cambiemos? Evidentemente muchos más de los que vemos y todos los que vemos: Macri tomando mate o abrazando a un pobre es un concepto, no una realidad. Los besos al aire de María Eugenia Vidal son un concepto, no una realidad. “Nosotros”, “en todo estás vos” son una puesta en escena, no una forma de inclusión.
La cara de María Eugenia Vidal también es un concepto: su gesto es muy eficaz para la incorporación al sistema cerrado. Toda ella es el vecino, toda ella es el sí se puede, toda ella es el “en cada rincón estoy con vos”. Es una reificación del concepto, una puesta en acto. En ella, en las señas de su cara, en su tono de voz, los conceptos se hacen visibles. Son una puerta abierta a la política como encierro.
Una política sin afuera requiere de un sistema de captura almibarado. Vidal es sedosa, envolvente, casi etérea. Ideal para la captura. Convierte el afuera en una situación sensible: la lucha contra el narcotráfico está incorporada, no como problema, sino como una puesta en escena; es el “sacrificio” de tener que “soportar” su hogar en una base militar.
Vidal es la Mujer Pro, la Mujer candidata. No necesita casi de nada. Su apariencia piadosa y su derrame Pan Triste, son más eficaces que todo Durán Barba. No le teme ni a Macri ni a Carrió.
Vidal y Carrió se repelen porque son lo mismo: las dos son bastardas en un mundo de aristócratas. Ninguna de ellas es de clase; ninguna creció con todo resuelto. Las dos son religiosas. Carrió con cuerpo de cura obeso e impunidad de fanático; Vidal como una beata devocional. (Las tres mujeres Cambiemos son religiosas, también Michetti, aunque desplazada por el pecado de gula 2015 “CABA es sólo mía”.)
Lo que más enfada de esta política sin afuera es la imposibilidad de la discusión. Contra el pensamiento crítico, los talleres de entusiasmo de Alejandro R. El macrismo es un diluyente para cualquier argumento. La tela de araña, la atracción que generan sus conceptos, silencia a la voz más potente y a la más entrenada. Se los lleva puestos. Porque no hay una realidad por detrás sino un discurso autorreferencial. Hay cierre. En esta puesta en escena, el pobre es pobreza cero, el jubilado es el abuelo beneficiario de una reparación histórica, los despedidos son futuros emprendedores, lo que es discusión debería ser diálogo. Si no hay pobreza cero, si no hay reparación, si no hay emprendimiento, si no hay diálogo, ¿qué hay? ¿Nos mintieron? No. Dicen: vamos juntos hacia adelante, nuestro compromiso es que vos llegues, juntos venimos bien, estoy con vos. Todo es a lo que ha de venir: “yo quiero darte todo lo que falte”, dice una de las canciones Pro. O sea, no hay que profundizar ni discutir las causas. Lo que hay es futuro: lo que vemos como mentira o engaño es una promesa a futuro.
El concepto “futuro” es un andamio fundamental en la construcción actual de Cambiemos: “Sabemos que hay muchos que no ven todavía la mejora en la economía”; “van a llegar las inversiones”; “cómo no sentir esperanza”; “en equipo lo estamos haciendo posible”. Cambiemos es un verbo que conduce al futuro, su política está sostenida en un nosotros que ha de venir. La máquina conceptual del macrismo tiene en el futuro el soporte fundamental para mantener una política sin afuera. Mientras tanto, la puesta en escena funciona y el grado de eficacia es enorme.
Pero, la promesa de lo que ha de venir tiene fecha de vencimiento. (La tela de araña es resistente, muy resistente. Tan resistente como frágil: alcanza el dedo de un niño para romperla.) A diferencia del pasado, que no vence, el futuro en la economía y en la política sí tiene fecha de vencimiento.
Entonces lo real, lo que sucede, el afuera arrollador se impone sin ninguna mediación.
*Artículo publicado en la revista Sudestada N° 149 – Septiembre-Octubre de 2017