Resistencia chavista y los muertos que busca la derecha
Katherine Castrillo, desde Venezuela/El Furgón* – Hay una violenta tensión. Con ella el 19 de abril y hombres lanzados por opositores al Guaire, el río más contaminado de Caracas, al creerlos “chavistas infiltrados”; opositores lanzándose posteriormente al mismo río cuando la Guardia Nacional impedía su paso al oeste de Caracas para evitar una confrontación con la marcha del chavismo. Un sargento asesinado por un francotirador; una mujer joven asesinada por una bala perdida porque un hombre quería tirotear a unos “colectivos chavistas”; un chamo de 17 años que iba a jugar futbol y recibió un tiro en la cabeza.
Cada una de esas tres muertes vino como canto de victoria. La necrofílica celebración bajo un tono de líderes en resistencia que pugnan por sacar a Venezuela de una “dictadura” que se da autogolpes (¿?).
Al llegar el 19 de abril van casi tres semanas de presión sostenida contra Maduro bajo las mismas focalizadas y conocidas acciones desde el 2014: quemar basura y cauchos, poner barricadas de escombros (a veces quien las intenta quitar puede recibir un disparo “pedagógico”), incendiar colegios, museos comunitarios, carros de atención veterinaria, viviendas construidas bajo políticas estadales, y todo aquello que contenga un logo de institución pública.
Después de estas “jornadas heroicas”, como les llaman, convocan desde el 20 de abril a la nueva fase que circula entre sus grupos y redes: mantenerse en las calles, tratando de alentar a posibles paros cívicos y trancas nacionales. La nueva etapa exhorta a los seguidores a no abandonar la lucha para que hagan “honor a los fallecidos por los esbirros de la dictadura”.
Tres personas asesinadas se parecen más a una brasa para inflamar la hostilidad, que al detenimiento sensato ante cercanas y mayores desgracias. Son el boleto a la concreción de sus planes.
Las víctimas capitalizadas
Neumar Sanclemente Barrios tenía 28 años y era sargento de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB). Era uno de los militares que fungía como cordón de seguridad en San Antonio, estado Miranda, frente al centro comercial en el que se concentraba una manifestación opositora que adquirió ánimos violentos. Mientras se contenía la situación, un francotirador le disparó a Neumar.
Paola Ramírez vivía en el estado Táchira. Tenía 23 años y no estaba en las manifestaciones, regresaba de una entrevista de trabajo. Iván Alexis Pernía Pérez, capturado el mismo día, confesó que disparó hacia un grupo de motorizados que pasaban cerca de su casa, y una bala alcanzó a Paola. Ah, Pernía es militante activo del partido de derecha Vente Venezuela, liderado por María Corina Machado.
Carlos Moreno tampoco estaba en ninguna manifestación, iba a jugar futbol con unos amigos: “Él iba hacia la zona de Chuao. Como la manifestación era por este lado de la ciudad y él iba hacia el otro extremo, se le dio permiso para que saliera”, contó su hermano a la prensa. Mientras caminaba, un grupo de motorizados se detuvo y lanzó varios disparos contra los manifestantes. Uno de los proyectiles le dio a Carlos.
En cada uno de estos tres casos ninguna víctima fue manifestante. Balas perdidas en medio de situaciones turbias, casi armadas. Motos quiméricas que aparecen de la nada para disparar y alcanzar a quien primero encuentren y una inmediatísima oleada de mensajes en Twitter para acusar a los “colectivos” –obviamente chavistas/ hordas violentas/ círculos del terror– de asesinar a supuestos manifestantes opositores.
Los colectivos
En Venezuela hasta nombrarse como un colectivo de maestras artesanas genera rechazo en la derecha. Esta forma de organización popular se afianzó durante los últimos 17 años como modelo de articulación popular bajo objetivos comunes. Los medios han usado el adjetivo para cargarlo de cuanta amenaza, fealdad, rechazo y asco les ha sido posible. En su cosmogonía, un colectivo de diversidad sexual o de estudiantes puede ser sinónimo de un clan asesino y motorizado que va temerario soltando tiros, robando y seguramente violando a lo que se le ponga en medio del camino. Este trabajo de colmar de valores execrables a las figuras de los colectivos rinde frutos justamente en este momento: no importa de dónde vengan los ataques armados, no importa quién sea el asesino ni bajo cuáles circunstancias, mientras no haya un rostro reconocible se dirá que los autores siempre, siempre, son los colectivos y, obvio, los colectivos son chavistas. Entonces, “los chavistas los están matando”, pero hay otra sorprendente lógica: incluso cuando militantes chavistas son asesinados en estas sospechosas apariciones motorizadas, se culpa a los colectivos, ¿los chavistas nos estamos matando entre nosotros? No parece tener mucho sentido.
Horas cruciales
El 19 de abril un importante músculo chavista salió a las calles. La impresión compartida fue la misma: se trató de una de las movilizaciones más significativas de al menos los últimos tres años. No sólo por la cantidad de chavismo activado, sino por la energía movilizadora, por el impacto de las palabras del presidente Maduro de la noche anterior: “Estamos en las horas cruciales de definir el destino de nuestro país”.
Del lado del chavismo se mostró capacidad de responder con presencia en los espacios públicos ante el tiempo de la mayor coyuntura económica y política, ante la posibilidad de una intervención de organismos internacionales que tributan a los intereses de la derecha. ¿Es esto suficiente? O falta definir mayor transferencia de poderes al poder popular, la contención más real y fuerte de la Revolución Bolivariana. En este momento, por su misma complejidad, no parece haber respuestas certeras, ni claras, ni únicas.
Mientras tanto, es probable que la oposición quiera seguir coleccionando muertes o intentando llegar al oeste de Caracas, a pesar del Guaire.
*Artículo publicado en Cultura Nuestra (www.laculturanuestra.com) / Fotos: AVN y Prensa Presidencial