martes, septiembre 10, 2024
Cultura

“Yo no estoy aquí”: de rock, periodismo y otras yerbas

   “Hay un mundo donde no se vive de libros, donde la poesía estalla a cada instante, donde se puede respirar tranquilo. Allá voy. El intelecto definitivamente no sirve”

(Diario de Pipo Lernoud)

Gustavo Grazioli*/El Furgón – La contracultura hizo mella en muchos aspectos y los comportamientos se alteraron en pos de la libertad. Aquellos años (década del setenta en adelante) dejaron una huella trascendental por el accionar de muchos de sus jóvenes: formas de vestirse hasta letras de canciones (alternativas a la lucha armada que también se llevaba adelante), uno puede encontrar un herramental que hizo otra historia.

Allí se enmarca un material que viene a coronar aquellos momentos y que, sin perder vigencia, deja sobre el campo del sentido variantes de cómo volverse cultura alternativa. El libro Yo no estoy aquí: Rock, periodismo, ecología y otros naufragios (1966-2016) de Pipo Lernoud, que fue compilado por el periodista Martin Graziano y editado por la editorial independiente Gourmet Musical, es una pieza clave para darle un contexto claro a las palabras iniciales. Este trabajo arma una especie de cartografía que tiene como contenido más de cuarenta años de travesías y archivos periodísticos de los distintos medios que fue llevando adelante el poeta y periodista.

libro-pipo“Cuando cerramos la revista La Mano, no me acuerdo bien si fue 2008, dije: es hora de juntar mis artículos y armar algo. Tengo un montón de cosas escritas sobre música y no música. Entonces mi primera idea fue ordenarlos y una amiga de mi hija se puso a tipearlos (alrededor de 2008). Estuvimos seis o siete años ordenando todo. Son cincuenta años de archivo que estaban bastante enquilombados. Cuando tuve eso fui a ver a quién le podía interesar publicarlo y terminé hablando con Leandro Donozo de la editorial Gourmet Musical, que, muy sensatamente, me dijo: necesitamos darle algo más a este libro, algo más personalizado porque si simplemente hacemos una colección de notas que ya fueron publicadas y que por ahí son viejas, no tienen contexto. Entonces mostremos quién es la persona que está detrás de estas notas. A mí no gustó nada porque me dije: a quién carajo le importa quién es Pipo Lernoud. Yo quiero que lean mis notas y justamente me dio a entender que el chiste estaría en que sea un libro personal”, cuenta Lernoud, para dejar entrever un poco más la cocina de este libro histórico.

Este material, además, cuenta con un prólogo en el que Alfredo Rosso invita a leer el libro de manera azarosa, sin seguir un orden normal como en cualquier libro, porque es así como, para él, uno se mete de lleno en el tema que en aquel momento obsesionaba a Lernoud. Es que hasta el prólogo se lee de otra manera porque el propio autor se declara como imposibilitado a hacerlo por la cercanía que establece con lo que va leyendo. Interpelado y admirado, Rosso le pone punto final de la mejor manera: “Y perdón, Pipo, pero yo no puedo escribir el prólogo”.

Como dice Rosso, este libro tiene independencia en sus capítulos porque cada uno tiene su apartado según el contexto que se cuenta. Atraviesa muchas etapas y cada una está enriquecida por alguna joya del anecdotario que vivió el autor de las letras Ayer nomás o Diana divaga, entre otras. Por ejemplo, uno va dando vueltas las páginas y antes de meterse en lo que sería la parte de los diarios, aparece una fotografía de un estudio que le hicieron a Lernoud porque lo habían echado de cinco colegios en total y su familia no entendía bien el por qué. En ese estudio se puede ver el detalle de unos resultados que al principio se describen con un lenguaje estrictamente técnico, pero que cierra su diagnóstico con: “ligeramente anormal”. Estas misceláneas, como se detalló al principio, ayudadas por el trabajo de ordenamiento de Graziano, reconstruyen la anatomía de un Lernoud en el que se observan varias etapas de su historia: poeta, periodista, músico y defensor de la agricultura orgánica.

En su relación con los medios, por ejemplo, fue uno de los creadores, junto con Jorge Pistocchi, de la revista contracultural Expreso Imaginario y posteriormente de Canta Rock, con la cual vendió miles de ejemplares e hizo un trabajo en profundidad sobre mentados artistas nacionales (y no tanto) poniéndolos en tapa y subrayando su cancionero para poder reproducirlos con las guitarras. Con el Expreso supo iniciar un nuevo lenguaje en el periodismo que hasta ese momento no tenía lugar. Con el rock se cargó al hombro una forma de llevar su vida adelante y así se vive en cada una de las notas que aparecen recopiladas. “En este libro lo que se ve es que el rock no sólo es una música sino una cultura. Una forma de ver el mundo, estar en contra de la guerra, a favor de la libertad total. O sea lo que está definido por Lennon en Imagine: que no haya países, que seamos todos hermanos, ese tipo de cosas. De alguna manera en el Expreso lo que pasó fue que se trató de poner en letras de molde lo que el rock quería decir desde el principio. Está definido que el rock era el medio de comunicación de un montón de cosas”, certifica Lernoud y deja en claro la vibración de la época de aquella mítica revista que supo reportear a Litto Nebbia, Atahualpa Yupanqui o escribir sobre la literatura de Roberto Arlt, entre otros.

pipo-rossoYo no estoy aquí es un libro donde se puede olfatear aquella rebelión que lograba diferenciar al burgués de un joven rockero. Lernoud, con una postura bien marcada y su manía de productor cultural, en cada nota que se lee, sea para el medio que sea, pregona por las canciones en castellano y destaca que en nuestra cultura hay muchas historias por contar. “El rock y el idioma de los argentinos”, artículo publicado en La Mano (N° 36-2007), ejemplifica con mayor detalle estos apuntes. Allí, en uno de los apartados, se lee: “El rock no se preocupó por independizarse de la bossa nova en portugués o de los melancólicos cantautores franceses e italianos, y menos tuvo que luchar contra la influencia grandilocuente y torrencial de Neruda, que había copado el folklore con su -como diría Miguel Abuelo- verdulería metafórica. El rock tuvo que independizarse del inglés, aprendiendo al mismo tiempo de ese idioma su forma de lenguaje urbano del siglo XX”. Queda claro, entonces, que esta militancia por la bohemia y la libertad no fue un mecanismo para adaptarse bajo el ala de ningún gueto, sino más bien una forma de vivir que trató de imprimir con el rock como principal vaso comunicante. Este nuevo idioma que tuvieron que aprender nuestras canciones, ese cantar en castellano, fueron el leitmotiv de un caballo de batalla que le perdió el respeto a la homogeneidad que plasmó la industria imperante.

Para Lernoud, hay artistas que aggiornan aquel espíritu emprendedor de la época. “Para mí, tipos como Ariel Minimal, Flopa, Florencia Ruiz, Pablo Dacal, Tomi Levrero representan de alguna manera la vieja concepción del rock. Se producen ellos mismos, son todos tipos lectores, que tienen buenas ideas, que se preocupan por lo que dicen y como se presentan. Esos tipos conservan el espíritu del rock”, asegura.

*Artículo publicado en el Diario Popular