viernes, abril 19, 2024
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Mandrake Wolf: “En la música uruguaya soy un pivot: bajo la pelota y se la paso a los nuevos”

Patricio Féminis/El Furgón – El puntapié es Primitivo, el disco que editó en 1992 en su país y que se reeditó aquí 25 años después, por Los Años Luz. Ahora en que volvió a presentarlo a Buenos Aires, La Plata y Rosario, el creador Alberto “Mandrake” Wolf repasa algunas coordenadas de aquel disco, se mira en el espectro de la música rioplatense y traza su conexión con las nuevas generaciones.

“Redescubrí Primitivo”, lanza el montevideano Alberto “Mandrake” Wolf tomando aire para ver lo que pasó y vendrá: el relanzamiento local -por Los Años Luz- de uno de sus discos clave de los años 90 en Uruguay: Primitivo (1992). ¿Música del pasado o del futuro? ¿Montevideo de vanguardia o canción primal sin freno ni solemnidad? Todo eso y más está dentro del disco que surgió de la magia juguetona de Mandrake Wolf. La de ayer en la de hoy.

“Amor profundo”, evocarán todos al nombrarlo: él hizo en 1997 la canción que popularizó Jaime Roos allá por 2000. Pero Wolf, nacido en 1962, desplegó muchas invenciones en varios planos, desde los momentos iniciales de El Cuarteto de Nos a su propia banda compañera Los Terapeutas, que puso en cruce el candombe beat con el pop y luego el rock y el reggae. Uruguayismos sin fronteras. De allí el título de su primer disco, Mestizo en todos lados (1988). En el siguiente acentuó el riesgo: Candombe del no sé quién soy (1990). Y así llegó a Primitivo, uno de los magmas de libertad sonora que sigue expandiendo Mandrake Wolf.

Con muchos discos y oídos después, lo inicial reverdece. “Me permití releer Primitivo. No ser tan amargo. Los años lo ponen a uno más blando, sin tanta autocensura. Allá en Uruguay hay una gran frase de un comentarista deportivo: ‘Es lo que hay valor’. Y bueno, tá. Era lo que había y había que contemporanizarlo”, sonríe Wolf. Y para ver delante mira atrás: a este sonido inquieto. “Una de las canciones del disco, ‘Corazones musicales’, tiene una versión posterior que tuve el gusto de grabar con Litto Nebbia. Él fue el primero que se interesó por mi música y en mi 1991 editó acá Candombe del no sé quién soy. Y fue entonces la primera vez que vine a la Argentina. Es grato recobrarlo para este tiempo”.

Así regresa sin ansiedad, con Primitivo. Mandrake Wolf presenta el disco este viernes 1 de diciembre a las 22 en Club Plasma (Piedras 1856). También en La Plata y Rosario. Y esta nueva presencia de Mandrake por aquí tiene otro lazo reciente: es una de las voces referenciales que aparecen en el documental Charco, Canciones del Río de La Plata, en el que el trovador Pablo Dacal (con dirección de Julián Chalde, concepción sonora de Andrés Mayo y producción periodística de Martín Graziano) sondea ambas orillas deseando una identidad común -en canciones de ayer y hoy- entre el tango, el rock, el candombe, la murga, las obras de raíz folklórica y la cumbia.

¿Todo junto desde el centro para mirar alrededor? ¿Y los márgenes negados del país? En Charco habla Mandrake Wolf y también están Hugo Fattoruso, Fernando Cabrera, Jorge Drexler, Gustavo Santaolalla, Pedro Aznar, Fito Páez, Palo Pandolfo, Daniel Melingo, Pipo Lernoud, Sofía Viola, Onda Vaga. Entre Montevideo y Buenos Aires, pensando en Charco, Mandrake describe sin abstracciones sus afinidades. “Me parece bárbaro que hagan una película que trate de juntar todas esas cosas. Hay música argentina que a mí me gusta mucho. El Flaco Spinetta o el Charly García solista me parecen geniales. Esos tipos me parecen increíbles, y ni hablar de Manal, Tanguito, Miguel Abuelo. Toda esa vieja guardia”.

Y analiza Mandrake: “Me imagino que pasa lo mismo con músicos argentinos a los que les gusta la música uruguaya. Lo que pasa es que durante mucho tiempo en Buenos Aires se miró para otro lado: para Estados Unidos e Inglaterra. Y cuando llegó la crisis dijeron: ‘Mirá los uruguayos, cómo la llevan con su swing. Tienen su propio rock con sus raíces’. Ahí empezó la reconexión. Pero dentro de los músicos del Río de la Plata siempre hubo buena onda. Litto Nebbia siempre fue muy generoso conmigo”.

Sin esquivar su sonido de los años 90 en Primitivo, en que se alimentó también de lo brasilero, ahora Mandrake propone otra sintonía con el grupo Los Druidas: un rock más duro y pesado, que convive con su faceta candombera madre y con otro hito en la memoria colectiva de Uruguay: su conexión y toques compartidos con Eduardo Mateo, el revolucionario mítico y quebrado del candombe beat. Y de todo lo que vino luego. “Yo hoy estoy más allá del bien y del mal. Los uruguayos saben que puedo ir para un lado o para el otro, y tá. Al principio no entendían la jugada. Y hoy, en que pasaron tantos años, se acostumbraron a mi voz ronca, que hace un rock, un candombe, o algo más crudo con Los Druidas. No es especulación. Es la música que necesito hacer”.

-¿Tu método de componer canciones, ahora, es distinto a Primitivo o algo permanece?

-Siempre está la misma inocencia en mí. Quizá en esa época trataba de escribir todo el tiempo canciones. Hoy no tengo tanta ansiedad por tener ochenta mil canciones sino irlas juntando de a poco, para una jugada, o un espectáculo grande. Como fue Los candombes, que terminó siendo un disco en 2015. Algo muy pretencioso, que expandió mis expectativas. Fue algo sofisticado, para el lado del jazz, y creo que aún no lo entienden del todo en Uruguay. Quedó ahí, con mucho respeto. Si me pongo a hacer algo más rockero tiene otra llegada. Es increíble: justo en Uruguay, la tierra del candombe. Es otro mundo y con otras reglas, bien difíciles. Por eso la gente toca más reggae. Pero hay una cantidad de pibes que ponen a dialogar todo, hasta hip hop, y no tienen pruritos. Y en un tiempo van a dar que hablar.

-¿Cuál es tu vínculo con las nuevas generaciones? ¿Cómo te ven a vos?

-A mí me sorprendió mucho. En 2002 hicimos el disco Amor en lo alto, y gracias a él Los Terapeutas fueron revalorados. Así se acercaron a nosotros bandas como No Te Va Gustar, La Vela Puerca, La Triple Nelson, Bufón, Buenos Muchachos. Nos decían “¡qué buenos Los Terapeutas!”, y nos invitaban a sus shows. Me sentí valorado, como un tipo que los unió con otras cosas. En la música uruguaya soy como un pivot: bajo la pelota y se la paso a los nuevos. Esa onda. Eduardo Mateo y Rubén Rada pasan la pelota, yo la bajo de pecho, se la doy a los que vienen… ¡y que vayan a correr!