La historia larga de OVNIs en Argentina
Desde de 1940 hubo miles de avistamientos de Objetos Voladores No Identificados (OVNIs) en la Argentina y los principales medios de comunicación informaron sobre muchos de ellos. Algunos sucesos fueron explicados científicamente o casi; la mayoría no. Estos avistamientos y sus historias perduran en una cultura de miles de aficionados a los OVNIs y sus literaturas que, con frecuencia, se extendieron a culturas populares más amplias.
Los orígenes
Los argentinos empezaron a tener conciencia de los OVNIs y los extraterrestres hace casi doscientos años en los contextos más amplios del ocultismo, el espiritismo y la literatura fantástica. Esteban Echeverría y otros destacados escritores de ficción abordaron los misterios del mundo espiritual. Figuras políticas claves, como Domingo Faustino Sarmiento y Juan Bautista Alberdi, invocaron lo oculto y lo místico para ensayar argumentos políticos. En la obra de ficción de Alberdi Peregrinación de Luz del Día (1871), el personaje de «la Verdad» llega misteriosamente a Argentina como un extranjero, disfrazado de mujer llamada «Luz del Día». Su búsqueda de la integridad moral quedó en vano.
Eduardo Holmberg inauguró el género OVNI en la narrativa argentina. En 1875 publicó Viaje maravilloso del señor Nic-Nac, la primera novela nacional sobre viajes interplanetarios. Al igual que otras obras del género de literatura fantástica, el libro vincula la resolución de problemas científicos a temas espirituales, morales y políticos. El protagonista, Nic-Nac, viaja a Marte, donde se encuentra con «Aureliana», una Argentina alegórica. En un tono anticlerical, Holmberg describe la ciudad de Teópolis, hogar de marcianos humanoides fanáticos de la religión.
En compañía del explorador Francisco “Perito” Moreno y del paleontólogo Florentino Ameghino, Holmberg ayudó a impulsar una revolución científica en Buenos Aires que estaba enmarcada por las teorías y avances de Charles Darwin, pero también por ciencias “de frontera” que incluían la psiquiatría temprana, la frenología y las “ciencias ocultas”. La medicina y las ciencias duras romperían firmemente con el ocultismo después de la Primera Guerra Mundial, relegando a sus practicantes a un estatus marginal.
Al igual que en la ciencia ficción y otros géneros en Estados Unidos, los miedos atómicos y los extraterrestres confluyeron en el cine y la prensa. Entre las más famosas figuran la novela gráfica postapocalíptica El Eternauta, de Héctor Germán Oesterheld, publicada por primera vez en la revista Hora Cero Semanal entre 1957 y 1959, y Extraña Invasión (1965) y Placer Sangriento (1967), del cineasta Emilio Vieyra.
Tres historias trascendentes
El 3 de julio de 1965, un meteorólogo naval destinado en la Base Argentina Decepción en la Antártida vio un extraño espectáculo en el cielo. Más tarde, un comunicado de la Armada describiría el objeto como una masa lenticular. Además de otros argentinos en la base, personal de la Base Británica “B” y de la Base Aérea Chilena Pedro Aguirre Cerdá también identificaron lo que los medios de comunicación llamarían un platillo volante. El periodista Guillermo dos Santos Coelho describió lo que siguió en Argentina durante los tres meses siguientes como una agitada psicosis colectiva. El fotógrafo Jorge Hugo Stanich tomó fotos, pero no salieron a la luz. Los científicos informaron de extraños cambios de lectura en sus instrumentos geomagnéticos. Los testimonios se sucedieron desde Mendoza hasta Chaco y Mar del Plata. El 1 de agosto, en las gradas del Hipódromo de Palermo se anunció que, por si acaso, los potentes prismáticos que normalmente se utilizan para observar a los caballos se habían desplazado al cielo nocturno. Durante semanas, los argentinos informaron de cientos de nuevos avistamientos.
El 28 de octubre de 1973 Dionisio Llanca estaba cambiando su neumático en un camino en las afueras de Bahía Blanca. Notó una intensa luz amarilla a unos 2 kilómetros de distancia. La luz apareció detrás de él, por encima de los árboles. Cuando intentó ponerse de pie para mirar hacia la luz, ahora azulada y brillante, se dio cuenta de que no tenía fuerzas para moverse. Entonces vio un gran disco por encima de la línea de árboles. Detrás de él había tres figuras humanoides. Llanca describiría más tarde a los extraterrestres como “nórdicos”: dos hombres y una mujer de pelo largo y rubio. Hablaban entre ellos en un idioma que no reconocía; las palabras sonaban como una radio mal sintonizada. Llanca perdió el conocimiento. Se despertó varias horas después, a unos 10 kilómentros del lugar donde había tenido el encuentro. No recordaba nada de lo sucedido. El 5 de noviembre Llanca fue sometido a hipnosis. En ese estado, recordó haber sido llevado a la nave espacial. En un momento dado, la mujer humanoide le hizo una incisión en la cabeza y le golpeó accidentalmente, causándole un hematoma.

El 31 de agosto de 1968, dos trabajadores de un casino, Fernando Villegas y Juan Carlos Peccinetti, regresaban a sus casas cuando fueron sorprendidos por cinco figuras antropomórficas que les transmitieron mensajes, les pincharon los dedos y dejaron extrañas marcas en la puerta de su coche. A mediodía, la noticia del encuentro se difundió por las emisoras de radio y televisión locales de la ciudad de Mendoza, donde el encuentro tuvo lugar. Poco después, la gente comenzó a congregarse en el lugar de la aparición y en la comisaría donde se estaba proporcionando información a los medios de comunicación. Los mensajes transmitidos incluían instrucciones de no tener miedo, pronunciadas con una voz persuasiva en castellano, pero con un acento raro.
Llegaron técnicos de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) quienes examinaron el coche con un contador Geiger, al igual que los objetos metálicos que los hombres llevaban en los bolsillos. Los niveles radiactivos eran normales, al igual que en el lugar del aterrizaje. La CNEA nunca hizo comentarios sobre la investigación Villegas/Peccinetti ni sobre ninguna otra investigación del OVNI. Es probable que la presencia de la CNEA indicara una preocupación por la caída de un cohete o satélite posiblemente radiactivo.

Una explosión de interés a medio siglo
En 1947 se produjeron 11 avistamientos de OVNIs en Argentina. El número aumentó a 14 en 1950, 24 en 1954, 71 en 1962 y 127 en 1968. En general, hasta principios de la década de 1970, los avistamientos por provincia correspondían, aproximadamente, al tamaño de la población, con 240 en Buenos Aires, 54 en Córdoba, 54 en la Capital Federal, 22 en Tucumán y 3 en Formosa. El primer aterrizaje registrado de OVNI en Argentina se produjo el 20 de febrero de 1949, en una remota región del sur de la provincia de Chubut. Edmundo C. Sánchez, miembro de la Gendarmería, estaba vigilando una base militar cuando vio aterrizar el OVNI. Como muchos otros avistamientos, éste evoca la cuestión de la seguridad nacional y las fronteras argentinas durante el periodo de la Guerra Fría, al igual que el número inusualmente elevado de avistamientos sobre la Antártida. Uno de ellos fue el 3 de julio de 1965 y dio lugar a una declaración en el Boletín Informativo de la Secretaría de la Marina Argentina del 7 de julio de 1965 (nº 172) en la que se confirmaba que el teniente coronel Daniel Perissé había informado del avistamiento de OVNIs unos días antes. Según el ufólogo Antonio Las Heras, siguió un encubrimiento militar para ocultar pruebas en éste y otros casos, una narrativa conspiratoria también de los seguidores en Estados Unidos.
Después de la Guerra Fría
Después de 1990, los tiempos y las actitudes cambiaron. Los argentinos se volvieron más escépticos y los otros avistajes fueron frecuentemente desmentidos, mucho más rápidamente que antes. El interés popular por el fenómeno había disminuido. Los principales medios de comunicación abandonaron los informes acríticos sobre los OVNIs. Con pocas excepciones, las sociedades locales de OVNIs desaparecieron. Los boletines mimeografiados para un puñado de seguidores se desvanecieron a medida que proliferaban los sitios web relacionados. Donde antes los especialistas argentinos de OVNIs proclamaban tales sucesos en sus mimeos, ahora lo hacían los sitios web, aunque permanecían culturalmente aislados de la corriente dominante, haciendo afirmaciones que nadie se molestaba en evaluar “científicamente”. No surgió ninguna nueva generación de expertos en OVNIs como Fabio Zerpa con capacidad para irrumpir en la corriente principal de la cultura popular. El final de la Guerra Fría y el declive de la amenaza nuclear y del programa espacial estadounidense pueden haber influido en estas percepciones alteradas, junto con los cambios en los medios de comunicación y los avances en la tecnología de la información.
—
Portada: https://www.clarin.com/sociedad/paseo-antartida-disparo-psicosis-argentina_0_r1o0TIYvQx.html