Fin de año ¿para festejar?
Es habitual, en estas fechas, hacer un balance e intentar imaginar qué nos deparará el próximo año. Sabiendo, sin embargo, que el simple cambio de número no genera nada en sí mismo.
El presidente Javier Milei, haciendo uso de otra cadena nacional, nos planteó su propio panorama de lo actuado por su gestión y lo que nos espera el próximo año. Una vez más, no evitó falsedades y proyecciones que, siendo muy mesurados, son muy difíciles de creer.
El gobierno de Milei bajó a niveles del 3 por ciento mensual la inflación que él mismo aumentó al 25 por ciento mensual ni bien llegó el poder. Esto es algo que no puede discutirse. Estamos viviendo con un IPC de más o menos 3 por ciento que anualizado bien podría ser del 30 por ciento y eso, en términos exclusivamente de índice contra índice, es una mejora, y por lo tanto lo utiliza como si fuera el fin de casi todos los problemas.
Otros indicadores que usa para asegurar que su plan económico es el correcto y exitoso, es la estabilidad (baja en realidad) del precio del dólar que casi anula la brecha entre el oficial y los paralelos y también el famoso Riesgo País que bajo hasta casi 700 puntos, por supuesto dependiendo que día y a qué hora lo miremos.
Para el gobierno, sin dudas, la llave maestra de estos logros es la eliminación del déficit fiscal que también podríamos discutir si nos ponemos a mirar con detenimiento el crecimiento de la deuda de unos 90.000 millones de dólares durante 2024. La pregunta seria ¿si no tengo déficit, por qué genero más deuda? Pero no nos detengamos en eso.
A partir, o en base a estos pocos indicadores, presentados como el documento indudable del éxito económico de la gestión, se dice, y no solo lo dice el oficialismo sino también los economistas y los comunicadores que la Macro se acomodó.
Me resulta preocupantemente llamativo escuchar y leer esa afirmación: “Hemos acomodado la Macro”. Y a la mayoría de la gente que no tiene por qué saber que “la Macro” es la Macroeconomía y mucho menos para qué sirve. Nos bombardean con que ahora que arreglamos “la Macro”, lo demás camina solo.
Digo que me resulta llamativo porque la Macroeconomía se ocupa, entre otras cosas de analizar:
– Monto total de bienes y servicios producidos.
– Nivel y distribución de los ingresos, salarios, jubilaciones, rentas.
– Nivel total del empleo o desempleo.
– Nivel de recursos y estructura productiva.
– Comportamiento de la balanza de pagos.
– Tipo de cambio.
– Comportamiento general de los precios.
– Recursos y gastos del gobierno.
– Sistema monetario.
– Nivel y tipo de inversiones productivas, y algunas cosas más.
¿No lo saben los economistas y comunicadores que se presentan por todos lados?
Como vemos, “La Macro”, no es sólo la inflación, el Riesgo País, el precio de los bonos y acciones, la estabilidad del tipo de cambio. Son muchas cosas más de la que se ocupa. La Macroeconomía nos sirve para ver si las condiciones económicas de un país son las que pueden generar una mejora en las condiciones de vida de la población.
Por eso es preocupante que economistas y periodistas afirmen que “la Macro” está en orden mientras que -sin necesidad de afinar demasiado la vista- nos encontramos con:
– Salarios y jubilaciones que pierden capacidad de compra.
– Aumento del desempleo.
– La inversión está en mínimos.
– Caída del consumo.
– Aumento de la pobreza y la indigencia.
– El Banco Central sin reservas.
¿Tiene algún sentido decir que “la Macro” está en orden cuando está pasando todo esto?
Porque si las acciones y bonos que cotizan en Nueva York suben es una buena noticia solamente para quienes tienen esos activos, una ínfima parte de la población argentina.
John Maynard Keynes dijo alguna vez que en la economía no hay leyes sino consecuencias. Una gran verdad. Y las consecuencias de este supuesto orden Macro que se anuncia son una peor calidad de vida para la mayoría de la gente. ¡Les pediría que no sigan ordenando la Macro de esta manera, por favor!
Es cierto que con una inflación de 200 por ciento al año se hace muy difícil llegar a fin de mes. Pero cuidado que con una del 20 por ciento al año también puede ser difícil. De hecho, lo está siendo hoy.
Algo que es cierto y a priori muy bueno, sea quien sea quien gobierne los próximos 8 ó 10 años, es que la Argentina va a aumentar mucho las exportaciones de materias primas: Petróleo y gas, cobre, litio, etc. Muchas de esas ventas al exterior probablemente no se traduzcan en importantes ingresos de dólares al país si están amparadas por el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI). Esto es así porque el RIGI otorga absoluta libertad para que las divisas generadas no tengan que entrar a la Argentina. Alguien dijo, criteriosamente, que el RIGI crea un Dolarducto de salida, por supuesto.
Sumado a este hecho, hay que considerar que estas actividades exportadoras de materias primas sin valor agregado, no “derraman” mucho en la economía. Para que lo hagan es indispensable la acción del Estado activando un sistema tributario progresivo y mecanismos de distribución del ingreso que impulse otras actividades con alta demanda de empleo y generadoras de valor agregado.
Sin embargo, estamos gobernados por gente que descree de la acción del Estado. Y mientras se gobierne con esta mirada, lo anterior no sucederá y la Argentina se encaminaría a ser un país para muchos menos de los 46 millones de habitantes de hoy.
Este fin de año tiene poco para festejar, son un puñado de privilegiados quienes pueden hacerlo y pocos elementos avizoran un buen 2025. Tenemos que aclarar que, para algunos, fue un excelente 2024 y podrá serlo el próximo. Mi pesimismo se refiere a la parte de “la Macro” que muchos prefieren no considerar, “la Macro” que debería generar una mejor calidad de vida para la mayoría de la población.
Una vez más, ojalá me equivoque.
—
Portada: Foto de Jonathan Borba: https://www.pexels.com/es-es/foto/dinero-financiar-billetes-facturas-14820466/