Simón Bronenberg: El periodista que revindicó el boxeo profesional
Desde la década del ‘90 hasta la de ‘40, el boxeo profesional fue objeto de críticas severas y extensas en Buenos Aires. De 1892 a 1923, quedó prohibido como espectáculo público en la ciudad por su violencia. El boxeo profesional funcionó en gran medida en la clandestinidad. La indignación en periódicos como Crítica y El Líder se centró en el negocio explotador del deporte, el trato violento de los boxeadores como trabajadores y los esfuerzos fallidos de los púgiles por sindicalizarse con éxito frente a los poderosos promotores.
A menudo influidas por críticas similares en el exterior, esas condenas nunca se disiparon del todo. Pero a finales de la década del ‘50, el gobierno y los medios de comunicación estaban mucho menos interesados en atacar al boxeo. En parte, el cambio fue político. En la década del ‘40, algunos boxeadores habían propuesto expropiar el Luna Park en un momento en que el presidente Juan Perón estaba expropiando empresas consideradas explotadoras de los trabajadores. Tras el derrocamiento de Perón en 1955, el lenguaje de la política de clases en la esfera pública cambió bruscamente. En la década del ‘60, algunos de los boxeadores más conocidos de Argentina no querían saber nada del deportista como obrero.En la película Destino para dos (1968) sobre la vida del campeón mundial de boxeo Horacio Accavallo, dirigida por el antiperonista Alberto Dubois, Accavallo se interpretó a sí mismo. El optimismo de la película evocaba los alegres musicales de Palito Ortega de la misma época. Siempre defensor de la libre empresa en la vida real, en la película Accavallo se presentaba como un católico tradicional sin interés por la política de clases y sin ninguna conciencia obrera. Mientras tanto, tras librar sus primeros nueve combates profesionales en Nueva York en 1964 y 1965, Oscar “Ringo” Bonavena regresó a Argentina y declaró a los medios de comunicación de Buenos Aires que, para triunfar, Argentina debía emular más de cerca la cultura de la libre empresa de Estados Unidos.
Empezando en la década del ’30, Simón Bronenberg fue la voz más significativa a la hora de configurar la forma en que los argentinos entendían el boxeo fuera del contexto de la explotación y la política de clases. Bronenberg fue el primer escritor de boxeo argentino destacado, y el periodista de esta disciplina preeminente de mediados del siglo XX, cuando era, junto con el fútbol, el deporte más popular del país. Fue cofundador, coeditor durante muchos años e impulsor del semanario K.O. Mundial, la revista de boxeo más importante y leída de la historia argentina. En sus páginas, a lo largo de cuatro décadas y para un público ávido, Bronenberg explicó el boxeo sobre el espectáculo, la mecánica de los golpes, las burocracias boxísticas, el negocio que gira alrededor del cuadrilátero y mucho más.
Las ideas de Bronenberg se cuentan en sus escritos en K.O. Mundial y en la Guía Pugilística anual que el propietario legendario del Luna Park, Tito Lectoure, le convenció para que lanzara en la década del ‘30. Cuando K.O. Mundial dejó de publicarse a principios de los ‘80 -y a pesar de que había editado varios libros y codirigido durante décadas la Guía Pugilística con José Cardona- Bronenberg ya había caído en la oscuridad, eclipsado por escritores más jóvenes y con menos talento.
El silencio de Bronenberg sobre política en la década del ‘40 es revelador. En las páginas de K.O. Mundial había referencias eruditas relacionadas ligeramente a su política liberal. Se refería a la muerte y los logros de Domingo Faustino Sarmiento, por ejemplo, y comprendía, como muchos argentinos en aquel momento el papel del expresidente argentino como arquitecto de la democracia liberal argentina de finales del siglo XIX, de la educación pública y lo que eso significaba en el contexto del lugar de Argentina en un mundo moderno. Admirador del liberalismo transatlántico de principios del siglo XX, simpatizaba con el radicalismo, pero nunca lo manifestó explícitamente.
A diferencia de la mayoría de los intelectuales argentinos del siglo XX, Bronenberg comprendió los beneficios de la sociedad moderna como firme entusiasta de Estados Unidos. Una de sus contribuciones clave a la esfera pública incluyóla educación de los argentinos en el boxeo estadounidense del siglo XX como camino de ruptura importante en la técnica, el espectáculo, el negocio y el rendimiento del deporte. Además de su trabajo en Argentina, Bronenberg representó y escribió para las dos revistas más importantes de mediados del siglo: The Ring (Estados Unidos) y Boxing News (Reino Unido). Aunque K.O. Mundial cubría el boxeo europeo y sudamericano, más allá de Argentina se centraba en Estados Unidos. Informaba regularmente sobre estadounidenses notables a los que admiraba y que habían alterado el panorama pugilístico. En algunos casos, ofrecía detalles sobre la forma en que esas figuras habían influido en el boxeo argentino. Desdeñaba la explotación de los boxeadores, pero no como una cuestión de política de clases. Admiraba el orden y despreciaba la corrupción en el deporte, como en 1963, cuando acusó al promotor y mánager argentino-brasileño Abraham Katzenelson de prácticas corruptas que incluían la contratación de boxeadores argentinos no autorizados y mal entrenados para pelear como “perdedores” en Brasil.
Bronenberg se inspiró para crear K.O. Mundial en la revista que más admiraba, The Ring, con sede en Nueva York. Basándose en su incomparable experiencia en el boxeo y en su conocimiento enciclopédico de este deporte, siguió los contornos de The Ring dedicando una parte de cada número de K.O. Mundial al boxeo estadounidense y a los promotores, entrenadores, boxeadores y periodistas estadounidenses. Hacía frecuentes referencias a Nat Fleischer, a quien consideraba el decano de los periodistas de boxeo. Las Guías Pugilísticas, las revistas anuales de boxeo de Bronenberg y Cardona, se basaban en las equivalentes de Fleischer en Estados Unidos.
Al igual que Fleischer, Bronenberg se erigió en la máxima autoridad en reglas de boxeo, sus estadísticas y política nacional e internacional. Además, al igual que The Ring, K.O. Mundial combinaba una cobertura inigualable del boxeo nacional con los acontecimientos internacionales, especialmente en Estados Unidos. Bronenberg desempeñó un papel clave en ayudar a elevar la idea en Argentina de que el Madison Square Garden de Nueva York era la meca del boxeo internacional. Y al igual que Fleischer, Bronenberg encontró y empleó a los mejores periodistas de su generación. En los Juegos Olímpicos de Tokio de 1964, Bronenberg relató que Fleischer, el padre espiritual de todos los cronistas de boxeo, siempre llegaba pronto a los combates en el famoso Korakuen Hall. Con el estadio vacío, Fleischer estaba en su escritorio, organizando sus papeles y preparando material para su revista a sus ochenta años. Un modelo de profesionalismo norteamericano, según Bronenberg.
Bronenberg se refirió repetidamente a otros profesionales estadounidenses del boxeo como la cumbre de su profesión a nivel internacional. Entre ellos figuraban Teddy Brenner, el “Matchmaker” del Madison Square Garden nacido en Brooklyn, el entrenador Angelo Dundee y el periodista Lester Bromberg. En las páginas de K.O. Mundial, Bronenberg modeló sus columnas habituales “Compota de piñas” y “Bronenberg contesta” (en las que abordaba las preguntas de los lectores sobre uno u otro combate o boxeador, críticas a la revista, y noticias del mundo del boxeo) a partir de las populares columnas de Lester Bromberg, “BoxingTintypes” y “Strictly Personal”, en el New York World-Telegram.
Bronenberg se refería a dos gigantes estadounidenses del mundo del boxeo, LouStillman y Charles Goldberg. El Stillman’s Gym albergó a muchos de los mejores boxeadores estadounidenses durante décadas. Bronenberg mencionó a Goldberg en referencia a su entrenamiento del peso pesado argentino Ringo Bonavena. Pero su subtexto era el trabajo de Goldberg con otro grande del boxeo. “Una vez vi a Rocky Marciano entrenar en el gimnasio de Stillman cuando Marciano era campeón del mundo”, escribió Bronenberg en 1966. Lo que llamó su atención fue que Goldberg instruía a Marciano sobre cómo golpear el saco, cómo lanzar golpes, cómo saltar la cuerda, como si Marciano “fuera un principiante, recién iniciado en la letra ‘A’ del boxeo. Eso es lo que yo llamo celo profesional, conciencia, responsabilidad y toma de decisiones profesionales”, concluyó Bronenberg.
Para la década del ‘60, la influencia del boxeo estadounidense en el pensamiento de Bronenberg y en la Argentina era evidente en las páginas de la Guía Pugilística. Esto era especialmente cierto en el caso de los anuncios estadounidenses que financiaban la publicación, lo que demostraba tanto la creciente importancia del boxeo nacional a nivel internacional como la del boxeo estadounidense en el país. Todavía había muchos anuncios locales y muchos de Brasil. Sin embargo, en el interior de la portada de la edición de 1965, uno del Madison Square Garden describía el estadio como la capital mundial del deporte. Con sede en Long Island, Nueva York, Marvin Goldberg, el hermano de Charles Goldberg, se anunciaba como mánager de Ringo Bonavena. La edición de 1968 contaba con anuncios de Santos Zacarías y Amilcar Brusa, pero también de Chris Dundee, mánager en Miami de más de 300 boxeadores y promotor de cientos de combates, y de su hermano Angelo Dundee, mánager de los pesados Muhammad Ali y Jimmy Ellis, entre otros. Igual de importante, Héctor Méndez, que escribía para la Guía sobre Estados Unidos, ponía un enorme énfasis en el triunfo de los boxeadores argentinos en Norteamérica, incluido Bonavena. Pero incluso en las derrotas, Méndez encontró el éxito gracias a que un argentino había peleado en Estados Unidos. El boxeador Gregorio “Goyo” Peralta perdió en abril de 1964 en un combate por el campeonato mundial en Nueva Orleans contra el norteamericano Willie Pastrano cuando tuvo que retirarse con un corte sobre el ojo derecho. “La verdad”, escribió Méndez, “es que, pese a que no pudo concretar ese anhelo, lo que hizo, es para dejar bien sentada la valía de nuestro boxeo”. Y cuando en enero de 1964 Vicente Derado perdió en Los Ángeles ante el púgil cubano Ultiminio «Sugar»Ramos, “el fallo acordado a este último, motivó uno de los escándalos más resonantes en los últimos tiempos”.
Pero la evidencia de la influencia del boxeo estadounidense, el colapso de la narrativa de la clase obrera en los medios de comunicación y el ensalzamiento de las virtudes del boxeo estadounidense por parte de Bronenberg en sus publicaciones, fue todavía más evidente en el cuadrilátero. Los mejores púgiles estadounidenses se convirtieron en modelos para los mejores entrenadores argentinos. En la década del‘70, Santos Zacarías insistía en que los boxeadores a los que entrenaba vieran películas de las revolucionarias técnicas de Joe Louis para aprender como luchar muy de cerca, cuerpo a cuerpo contra sus rivales. Nicolino Locche fue el último gran exponente de la escuela mendocina de boxeo que enfatizaba la lucha a distancia y hacía hincapié en las fortalezas defensivas. Mientras tanto, el mejor boxeador de la década del‘70, Carlos Monzón, construyó su carrera basándose en las técnicas de boxeo iniciadas por Joe Louis y perfeccionadas por Joe Frazier, Rocky Marciano y otros, que incluían el jab rápido doble al cuerpo, lo cual le abrío a Monzón su cruz derecha devastadora a la cabeza y su feroz uppercut al cuerpo.