miércoles, septiembre 18, 2024
Por el mundo

Venezuela – Apuntes antes de los comicios presidenciales del 28J

A pocas horas de las elecciones presidenciales del próximo domingo nuevamente los acontecimientos de Venezuela vuelven a estar en el centro del debate político continental e incluso mundial, lo cual se refleja en los medios de comunicación.

Así, por ejemplo, la edición digital de Clarín titula: “Edmundo González: “Tenemos asegurada la victoria, lo vemos a lo largo y ancho de toda Venezuela”. Es previsible que el mayor multimedio de la burguesía local, desde siempre comprometido con el antichavismo y la derecha venezolana, busque instalar en la opinión pública que la elección ya está definida en contra de Maduro. Es el paso a previo a declarar fraude si el resultado es el inverso. Una reiterada (y desgastada) maniobra de la oposición venezolana desde que Chávez ganó su primera elección en 1998. Por obvio, no es lo importante a comprender.

Pareciera que menos entendible es el trasfondo real de la ya larga confrontación social y política que sacude al país caribeño. No me refiero sólo a aquellos que siempre están predispuestos a comprar como propias las narrativas originadas desde las usinas propagandísticas de Washington, que desde principios de siglo tiene al chavismo y la Revolución Bolivariana como su principal enemigo a destruir en nuestro continente. Tampoco a quienes miden la “calidad democrática” de una sociedad por el recambio político de distinto signo en el comando de la misma, lo que llaman “alternancia republicana”. Ni siquiera a los que adscriben a una “democracia social”, dentro de los límites tolerados (que trascriben como “posibles”) por los factores dominantes del capital, tanto internos como externos. Me refiero a quienes predispuestos a admitir la necesidad de transformaciones revolucionarias en nuestros capitalismos atrasados y dependientes, frente a estas elecciones decisivas militan en el abstencionismo o directamente por “recuperar la democracia”, votando al opositor con más chances electorales…..es decir el personaje de la tapa mediática.

Como aclaración, quizás innecesaria por conocida, sirve recordar que este “candidato” no es más que el mascarón de proa de María Corina Machado. Una hija de la más rancia oligarquía, devenida en exponente siniestro de la derecha venezolana, que sin rodeo y sin disimulo se financia desde el centro imperialista y es una de las fichas centrales en las distintas variantes ensayadas por el Departamento de Estado en su larga e infructuosa –hasta ahora– política de derrocamiento del chavismo.

La razón de este persistente y creciente hostigamiento a los bolivarianos se explica no sólo porque cortaron el cordón de la subordinación petrolera venezolana a las conveniencias del capataz mayor del continente, sino porque en la Revolución Bolivariana se concentran – por decirlo así – dos de los revulsivos mayores a los diseños estratégicos y planeamientos del imperialismo yanqui, sea bajo administración de los demócratas o republicanos: el cuestionamiento geopolítico a su rol de hegemon continental y la ruptura con el modelo de “democracia” que ellos pueden tolerar y pretenden tutelar.

Un breve repaso de las confrontaciones en cada uno de estos aspectos puede ayudar a comprender por qué quienes “seguro votamos por Maduro” no padecemos el desasosiego moral que se produce cuando hay que optar por “el mal menor”.

En lo geopolítico, Chávez inauguró su entrada al escenario internacional siendo el motor para que el cartel petrolero de la OPEP vuelva a imponer precios razonables para el crudo y derivados, consumidos principalmente en las grandes economías capitalistas; con los ingresos excedentes por esa alza del barril petrolero no sólo hizo distribución social en lo interno sino política exterior con “Petrocaribe”, auxiliando con precios inferiores a los del mercado energético a las varias islas de las Pequeñas Antillas y algunos países de América Central. Es decir, se atrevió a pisar las baldosas más cercanas de lo que el coloso imperialista asume como su patio trasero; le demolió a Bush el intento de ALCA; cuando hubo gobiernos un poco menos genuflexos en el sur bregó como nadie y con lealtad absoluta por la integración suramericana primero y latinoamericana después, excluyendo al capitalismo anglosajón, en una secuencia que va desde UNASUR a la CELAC, hoy casi desactivadas. Para el requipamiento militar anudó lazos con Rusia, que según muestra ahora su confrontación con la OTAN en Ucrania, parece que de esto algo sabe. Pero no sólo cambió la direccionalidad de ese requipamiento, sino que – osadía intolerable – trastocó toda la doctrina militar interna tradicional, forjada, como la de todos los ejércitos de la región, según los moldes de la doctrina yanqui de la “seguridad interior”. Por si estas acciones no bastaran para que la Venezuela chavista pase a integrar para el occidente capitalista el “eje del mal” anudó lazos comerciales con China e Irán, lazos que en tiempos de ofensiva de “cerco y aniquilamiento”, como los vividos en años recientes, fueron decisivos para la posibilidad de resistir. Cabe recordar que en buena parte de este recorrido Maduro fue el canciller de Chávez y como presidente no se apartó de esa orientación.

Es del caso recordar que el chavismo y la Revolución Bolivariana emergen cuando ya se había derrumbado de hecho lo que se vendía como la “democracia más estable de la región”, conocida como cuarta república y que en los hechos era el corrupto ejercicio de poder por las élites económicas, financieras y culturales bajo el ropaje socialdemócrata (AD) o socialcristiano (COPEI). Emerge como una propuesta de democracia radical, para dar voz permanente a “los de abajo”, en contraposición a las democracias de conciliábulos palaciegos que cada tanto se validan mediante el sufragio, secretismo donde merodean y presionan los lobistas de los distintos grupos capitalistas. Plasmada en 1999 esa visión genérica en una nueva normativa constitucional, fue intragable para las fuerzas políticas y sociales del pacto adeco-copeyano y sus alrededores, no sólo porque rompió el molde de las “democracias liberales” sino porque “el protagonismo y participación popular” exigido por la nueva constitución se anclaba en una perspectiva de “democracia social” que alteraría el reparto de la torta, en detrimento de las clases dominantes.

Desde entonces en Venezuela corrió mucha agua bajo el puente de esta confrontación de clases, de intereses históricos contrapuestos. Como decía Chávez – citando a Trotsky – “la Revolución avanza a golpes de contrarrevolución”: al golpe de Estado, manu militari, la insurrección popular triunfante del 2002; a las provocaciones imperialistas la declaración del antiimperialismo explícito de la Revolución Bolivariana; a la desorganización del aparato productivo por la burguesía local e internacional las estatizaciones, no siempre eficientes en lo productivo; al desconocimiento por la oposición de la legitimidad ganada en sufragios prístinos como en el referéndum revocatorio de 2004 y las presidenciales del 2006, la necesidad de avanzar al “socialismo del siglo XXI o bolivariano”, que pocos años más tarde tendría un rostro más preciso y terrenal en la propuesta de construcción de las Comunas. Un recorrido, con ensayo y error, con avances y retrocesos, pero inédito, al menos en la región, y bajo la amenazadora sombra del intervencionismo externo.

Pero también un desafío para el pensamiento que se siente revolucionario, que no tiene resuelto “a priori” – lo cual es impensable – como se transita de una sociedad de explotación y mercado a una de no explotación por la vía electoral, frente a todo el aparato internacional del capitalismo jugado a favor de las fuerzas reaccionarias internas.

No hay ninguna novedad en que todo ese entramado capitalista tenga sus ojos, sus dineros y algunas de sus manos puestas en las elecciones de pasado mañana. Lo nuevo es que el chavismo las enfrenta en medio de una agresión imperialista devastadora de la economía, vía las sanciones implementadas desde fines del gobierno de Obama, tanto por Trump como por Biden. Para ejemplificar: los ingresos nacionales se derrumbaron desde 50.000 millones de dólares a 700 en el punto más crítico. Ninguna impericia de una gestión gubernamental –bajo ningún sistema político– puede explicar semejante caída. Lo novedoso es que algunos sectores de izquierda, aunque no pueden negar esta real agresión económica, relativizan su importancia cuando analizan su impacto sobre el deterioro en las condiciones de vida del pueblo, entre ellas la caída del salario.

Asimismo, lo novedoso es que el gobierno de Maduro y su equipo, con el apoyo organizado de la parte más consciente del pueblo, pudo resistir y conjurar en buena parte, y temporariamente, los diversos intentos de derrocamiento, no sólo por la vía del derrumbe económico y del desabastecimiento, sino también por los de acción directa, incluido un intento de magnicidio. Enfrenta este desafío electoral con una economía en recuperación, con fuertes concesiones a sectores capitalistas internos. Pero también puede resultar novedoso, para quienes no conocen las experiencias de autoorganización –entre ellas las comunas– de buena parte del pueblo trabajador venezolano en estos años de Revolución, su capacidad de resistencia y su apuesta a la continuidad del proceso revolucionario, votando a Maduro. Los resultados dirán como se traduce ese espíritu en sufragios. Cualquiera sea ese resultado lo que es seguro es que el huracán bolivariano no será borrado de esas tierras. A pesar de los claroscuros de cualquier proceso de cambio social verdadero y a pesar de ciertos malentendidos de alguna izquierda.   

Con Marx aprendimos que no concebimos un mundo ideal que debe implementarse sino “Un movimiento real que anula y supera el estado de cosas existentes” (La ideología alemana). Estamos seguros que ese movimiento real pasa por la ratificación de Maduro y la profundización autocrítica de lo que inicio Chávez.