El asesinato en Villa Gesell y la transmisión de la ética
En relación al asesinato del adolescente en Villa Gesell por parte de un grupo de jóvenes, quiero hacer algunas reflexiones: No hay duda de que es el patriarcado y la cultura machista totalmente instalada en nuestra sociedad lo que lleva cometer estos crímenes espantosos. Pero también una cultura en la que el otro no tiene lugar, en la que no se transmite una posición ética de cuidado del otro como semejante. Una cultura en la que están los que poseen derechos y los que no y eso está en gran medida naturalizado.
Es muy llamativo que digan que el rugby es un deporte con reglas claras como respuesta a los que plantean que es un deporte violento. No creo que el tema sea el rugby, en absoluto, pero el que tenga reglas que los jugadores obedecen no quiere decir nada. El problema no es si los niños y los jóvenes son obedientes sino si en ellos prevalece un funcionamiento ético. Se puede ser obediente (como pasó con el nazismo y en nuestro país con la dictadura) y realizar acciones absolutamente reñidas con la ética.
Parece que el ser y sobre todo el ser hombre se constituye en el desprecio y en el sometimiento del semejante. Y esto no es una justificación, que no la hay, sino contextualizar el hecho para pensar qué hacer y no quedarnos en que son monstruos insensibles. Ni suponer que esto va a cambiar por la condena que reciban.
He atendido muchos niños, que iban a colegios muy renombrados y bastante rígidos, que tenían que aprender a obedecer, pero a los que no se les transmitía la preocupación por el sufrimiento ajeno ni la norma de no hacer sufrir a otro. Es más, solían suponer que el tema era ser o no ser visto (como plantea Freud que ocurre en los niños más pequeños, que no han incorporado aún prohibiciones internas).
Niñas y niños no tienen que ser necesariamente obedientes y está bien que se rebelen, pero lo que es prioritario es que internalicen normas y que se conmuevan frente al sufrimiento ajeno. Y esto comienza muy tempranamente y es transmitido por los adultos (no solo los del grupo familiar).
Si estamos en una sociedad en la que el otro puede ser humillado (muchas veces por poderes del Estado, como la policía o en su trabajo, por los jefes o en cualquier situación en la que haya alguien con más poder), si podemos ir por la calle y ver una familia que no tiene dónde dormir y no nos inmutamos, si es común escuchar frases tales como: “Yo pago mis impuestos para que el Estado le de plata a unos vagos”, si el otro como ser humano no importa, si estamos frente a la ley del más fuerte, si nos quieren hacer creer que son los propios méritos los que cuentan y que cada uno tiene que valerse por sí mismo, si uno de los países más poderosos del mundo puede encerrar niñes y separarles de sus padres por ser inmigrantes y los demás países no lo repudian, si hay quienes desprecian la educación pública, si hay quienes dicen que los inmigrantes no tienen derecho a atenderse en los hospitales (y los ejemplos son infinitos), es la ausencia de ética lo que se está transmitiendo.
Tenemos que edificar una sociedad en la que prime el respeto por los otros, la empatía con el sufrimiento ajeno y la preocupación por el bienestar de todas y todos.
Y todo esto está fusionado con la cultura patriarcal, con la idea de que los machos son fuertes y la masculinidad se juega en el vencimiento del otro y de la otra… Entonces, en este contexto, no es tan extraño que un grupo de jóvenes que tienen que confrontar su superioridad en relación al resto, maten a golpes a otro. De hecho, es muy frecuente que se peguen terribles palizas de las que no nos enteramos porque nadie muere, así como es frecuente (y los sabemos) que un grupo de jóvenes abusen a una adolescente o a una mujer joven. Y tampoco aparece en los diarios si no la violaron hasta matarla. Parece que el ser y sobre todo el ser hombre se constituye en el desprecio y en el sometimiento del semejante. Y esto no es una justificación, que no la hay, sino contextualizar el hecho para pensar qué hacer y no quedarnos en que son monstruos insensibles. Ni suponer que esto va a cambiar por la condena que reciban.
Lo que ocurrió es horroroso. Y es urgente hacer algo para erradicar tanta violencia, pero no sólo en las escuelas y las familias sino como sociedad en su conjunto.
Tenemos que edificar una sociedad en la que prime el respeto por los otros, la empatía con el sufrimiento ajeno y la preocupación por el bienestar de todas y todos. Es el gran desafío. Y considero que esa es la verdadera “seguridad” que queremos, la de vivir en un mundo en el que la vida humana sea un bien preciado, la vida de todas y todos, ya que todos somos semejantes, aunque seamos diferentes, y todas y todos tenemos derecho a una vida digna.
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Beatriz Janin es psicóloga; presidenta del Forum Infancias.