Semana Trágica. Cuando el fútbol no se lo comió todo
Por Coordinadora de Derechos Humanos del Fútbol Argentino/El Furgón –
Aquella pudo ser una edad en la que, como escribió León Gieco, el fútbol se lo comió todo. Cierto: quizás el fútbol se lo hubiera comido todo. Pero no hubo fútbol en los primeros soles de 1919 cuando se desató la brutal represión a la que se conoce como la Semana Trágica. Más de 700 muertos –según las estimaciones más conservadoras-, más de tres mil heridos y decenas de miles de detenidos son las cifras que ilustran la respuesta que los sectores de poder de la Argentina desencadenaron contra el reclamo obrero por la jornada laboral de ocho horas. El campeonato de 1918 organizado por la Asociación Argentina había quedado en manos de Racing, que venía de coronarse de forma ininterrumpida desde 1913. El último partido del certamen, un 4 a 0 de Huracán a River, se disputó el 17 de noviembre en Parque Patricios. Los de Avellaneda ya eran campeones desde el empate 1 a 1 con Estudiantes del 12 de octubre. Además, el 24 de noviembre, en el cierre de la temporada, la Academia había obtenido la Copa Doctor Carlos Ibarguren al derrotar a Newell’s por 4 a 0.
En una de esas, como reza la canción La Memoria, el fútbol se lo hubiera comido todo. Pero no hubo fútbol entre el 7 y el 14 de enero cuando, en el contexto de la huelga encabezada por los trabajadores de la metalúrgica Vasena, emplazada en pleno barrio de San Cristóbal, 179 personas de la comunidad judía fueron asesinadas en un pogrom que espejaba dolorosamente a los que se repetían en Europa. El Campeonato Sudamericano, que con el tiempo pasó a llamarse Copa América, tuvo lugar entre el 11 y el 29 de mayo en Río de Janeiro. El Estadio das Laranjeiras fue el escenario en el que Brasil se coronó y evitó que Uruguay se abrazara al título por tercera vez consecutiva. La Selección, que cayó ante ambos rivales, sólo pudo vencer a Chile por 4 a 1 en su última presentación. El Gráfico, la publicación gráfica más emblemática de la historia del deporte nacional, salió a la calle por primera vez al día siguiente de finalizado el torneo continental.
En una de esas, como aún sospechan ciertas interpretaciones que arguyen que la pelota funciona únicamente como el opio de los pueblos, el fútbol se lo hubiera comido todo. Pero no hubo fútbol cuando la barbarie arrasó en el país que presidía desde 1916 Hipólito Yrigoyen y que vio nacer en ese marco a la Liga Patriótica Argentina, una organización parapolicial que, con el aval de las Fuerzas de Seguridad del Estado y con la excusa de la supuesta expansión planetaria de la Revolución Rusa, golpeó, torturó y disparó a lo largo y a lo ancho de la Ciudad de Buenos Aires a partir del 11 de enero. La temporada oficial de ese año arrancó el 16 de marzo pero múltiples conflictos entre los dirigentes derivaron en la suspensión de la competencia hacia finales de agosto. Los clubes disidentes crearon la Asociación Amateur de Football y 1919 concluyó con dos campeones: Boca, con su bautismo de gloria en la máxima categoría, por un lado; y Racing, con el orgullo del heptacampeonato, por el otro.
Un siglo más tarde, el fútbol, que en una de esas se lo hubiera comido todo pero ni siquiera tuvo la posibilidad de hacerlo, tira paredes con la memoria. Capaz porque haya ejemplos como el de Osvaldo Bayer, quien demostró que es compatible escribir “La Patagonia rebelde” y “Fútbol argentino”. O, quizás, lo haga sólo para que la Semana Trágica, siempre un puñal para quienes enarbolan la bandera de la vida, funcione como ejemplo de lo que ningún gobierno puede permitir que vuelva a suceder.