A siete años de la muerte del narrador latinoamericano: Eduardo Galeano, el periodista
Todos los Galeanos leídos desde 1986 tienen como origen al Galeano periodista nacido mucho tiempo antes. “Siempre me costó mucho escribir, el dibujo me resultaba más fácil y natural”, dijo Galeano en una entrevista en diciembre de 1992. Se refería a sus primeras viñetas publicadas en el semanario El Sol, del partido Socialista allá por 1954 en Montevideo. Recaló en esa publicación de la mano de su amigo el periodista Guillermo Chifflet y en poco tiempo se largó además a escribir. “Publiqué algunas críticas de teatro, artes plásticas y noticias sindicales en El Sol. Cuando uno es gurí es más atrevido y caradura”, redondeó en la misma entrevista, café mediante en su oficina pública, una mesa del bar El Brasilero, en la Ciudad Vieja de Montevideo.
A partir de esas notas atrevidas, Galeano saltó a las páginas de la revista Marcha donde publicó su primer trabajo el viernes 19 de diciembre de 1958. “Los partidos obreros resisten el impacto. Las elecciones vista desde otro ángulo”, es el título de la nota firmada por Eduardo Hughes Galeano a propósito de los comicios generales para elegir legisladores nacionales y al gobierno colegiado. Después de 90 años del Partido Colorado en el poder, los Blancos ganaron en las urnas.
Su agudo análisis sobre la situación de la izquierda uruguaya con apenas 18 años de edad le granjeó la simpatía de Carlos Quijano, fundador y director de Marcha. Siguió escribiendo y a los 23 años se convirtió en el secretario de redacción de la mítica publicación semanal en 1963. Estaba rodeado de personajes con un frondoso currículum. Admiraba a Carlos María Gutiérrez que ya era un periodista reconocido por su reportaje a Fidel Castro en la Sierra Maestra, compartía redacción con Mario Benedetti, responsable en la década de 1950 de las páginas de Cultura de Marcha, y debatía sobre literatura y periodismo con el nuevo responsable de esa sección, Angel Rama. El primer editor de esas páginas había sido desde los comienzos del semanario en 1939, Juan Carlos Onetti.
A fines de 1963 Eduardo Galeano partió hacia China para recorrer la nueva tierra de la revolución y publica a su regreso el libro China 1964 en la editorial argentina de Jorge Alvarez. El libro es un manual de periodismo, no sólo por las crónicas descriptivas sobre la tierra de Mao Tse Tung sino por las entrevistas y los diálogos con los campesinos. “Cuando los guías chinos me indicaban con qué campesino tenía que hablar, yo elegía a otro para asegurarme la voz de la calle”, reconoció años más tarde. Era un buscador de datos que explicaran la realidad.
“Eduardo tenía un impulso vital enorme. Se proponía objetivos y los lograba”, sostiene su segunda esposa, Graciela Berro en diálogo con el autor de esta nota. “Sabia moverse en el mundo del periodismo y generaba contactos”, agrega. Entre 1966 y 1967 Galeano y Graciela Berro viajaron a Paris donde ella recaló becada por la Universidad de la República, de Montevideo, para hacer un curso en la Escuela de Estudios Políticos de Paris. “Vivíamos muy modestamente con la beca, pero Eduardo se manejaba en París con soltura. Apenas llegamos se fue a la revista Les Temps Modernes, dirigida por Jean Paul Sartre y consiguió empezar a publicar notas allí”, recuerda.
No sólo en la afamada revista francesa publicó Galeano sus notas sobre América Latina. El mensuario norteamericano Monthley Review, fundado y dirigido por Paul Sweezy y Leo Huberman lo tuvo entre sus destacados columnistas entre 1965 y 1974. En Europa publicó panoramas sobre América Latina en la revista Política Internacional cuya redacción funcionaba en Belgrado, a instancia del gobierno yugoeslavo –un faro de los Países No Alineados y del Tercer Mundo, en ese años convulsionados y con la revolución a la vuelta de la esquina– conducido con mano firme por el mariscal Josip Broz Tito.
A su vuelta a Montevideo a mediados de mayo de 1967 Galeano traía una mochila que estallaba con notas sobre Francia, España e Italia, países que había recorrido en los meses previos. Y casi de inmediato partió a Guatemala donde se mezcló con la guerrilla y logró en la sierra su entrevista con el líder insurrecto Cesar Montes. Como antes lo habían logrado Jorge Ricardo Massetti con Fidel Castro y Carlos Gutiérrez con el Che Guevara en Cuba.
Para cerrar ese periplo de viajes latinoamericanos y europeos, mientras trabajaba en el área editorial de la Universidad de la República, se propuso escribir Las venas abiertas de América Latina en noventa noches para presentarla contra reloj en el concurso de Casa de las Américas, en La Habana. El premio se lo llevó otra periodista de Marcha, Maria Esther Gilio en 1970 con La guerrilla tupamara, en el rubro testimonio. Pero Galeano, años después se consagró como un periodista riguroso con ese libro que lleva ya 78 ediciones.
De esos tiempos de efervescencia latinoamericana y periodística nacieron años después múltiples Galeanos. Amplió sus audiencias para todos los gustos y paladares, en formato corto, histórico y anecdótico en busca de romper las fronteras entre los géneros de la escritura. “Eduardo siempre quiso ser escritor”, recuerda Graciela Berro. Y las herramientas de esa escritura tuvieron como primera expresión el urgente, tesonero y obsesivo trabajo periodístico.