Los argentinos descendemos de los Apaches
Especial para El Furgón, desde Toronto
Con poco éxito, Alberto Fernández intentó durante varios días reivindicar su versión del dicho famoso sobre mexicanos, brasileños, argentinos y barcos. Mientras tanto, aparecieron miles de críticas al presidente en los medios periodísticos y sociales. Una vez más, se había manifestado el mito de la nación blanca y se había borrado la presencia indígena.
No quiero defender lo indefendible, pero ¿será posible que su confusión tenga sus orígenes en su juventud, y en la representación popular de la gente indígena durante las décadas del sesenta y setenta? La borradura de la gente indígena en cultura argentina tiene que ver, en parte, con la larga influencia arrolladora de la cultura popular norteamericana y de una versión argentina del indígena construida en Hollywood y en las historietas del Antiguo Oeste norteamericano.
P. Sánchez y A. Fernández en conferencia de prensa
El Apache
Se sabe que el apodo “El Apache” de Carlos Tévez viene de su barrio natal en el municipio de Tres de Febrero. También tiene que ver con su identidad no europea, según los fanáticos de su obra. Muchos saben que en 1992, José de Zer, periodista de Telediario, renombró el barrio “El Ejército de los Andes” de Ciudadela por “Fuerte Apache”, después de un tiroteo en la zona entre cien policías y seis miembros de una pandilla chilena. La violencia duró más de tres horas. Hubo un muerto y veintiséis heridos. La denominación “Fuerte Apache” quedó y marcó el barrio injustamente como un lugar de violencia y miedo.
¿Por qué Fuerte Apache? En la mitología racista norteamericana del siglo XIX, los Apaches -cuyos terrenos tradicionales incluyeron los estados actuales de Texas, New México, Arizona, y Oklahoma- eran un pueblo originario inherentemente violento. Pero la referencia de José de Zer a “Fuerte Apache” va más allá de la gente indígena supuestamente malvada. Viene de la película norteamericana “Fort Apache, the Bronx” (“Distrito Apache, El Bronx”) que llegó a las pantallas de los cines de Buenos Aires en 1981. Protagonizado por los actores Paul Newman y Edward Asner, contó la historia del Precinto “41” de la Policía de New York, localizado en la zona más violenta de la ciudad, el South Bronx. En Estados Unidos, muchos criticaron la película por su calificación de violentos a la gente latina y negra de la zona, y por la idea de que el precinto policial, por ser rodeado de gente de color, era equivalente a una fortaleza militar del siglo XIX, rodeado de Apaches brutales.
Durante los años 1970s y 1980s, la imagen popular de New York en Estados Unidos era de una ciudad fuera de control y peligrosísima. Llegaron a Buenos Aires varias películas con aquella narrativa, incluyendo “Death Wish” (“El Vengador Anónimo”) en 1974, “Escape from New York” (“Escape de Nueva York”) en 1981 y “Prince of the City” (“Príncipe de la Ciudad”) en 1982.
El vengador anónimo, con Charles Bronson
Los orígenes del Apache en la cultura popular nacional
José de Zer no era el primero en caracterizar a la gente indígena con tropos populares y racistas estadounidenses. Desde principios del siglo XX, la figura indígena que dominaba la cultura popular argentina vino del exterior. Durante los años 1920s y 1930s, Eva Duarte y el autor Manuel Puig quedaron entre los miles de niños y niñas argentinos que pasaron sus sábados a la tarde en el cine, viendo películas de Hollywood, entre ellas las de “Cowboys y Indians”. Entre 1909 y 1957, la Editorial Manuel Láinez -en Buenos Aires- publicó una versión en castellano de la revista inglesa Tit-Bits con la historieta del cowboy norteamericano el Río Kid y sus aventuras defendiendo la frontera norteamericana contra gente indígena y mexicanos violentos. Entre 1957 y 1963, el legendario Héctor Germán Oesterheld dirigió la Editorial Frontera. Un fanático de las novelas norteamericanas de la frontera indígena, Oesterheld escribió diálogos y contribuyó dibujos para las historietas de la frontera mitológica norteamericana “Ticonderoga Flint” y “Verdugo Ranch” que aparecieron en las revistas Frontera y Hora Cero. Muchas veces, apareció en la tapa de Frontera un dibujo de un guerrero indígena furioso, su cara pintada, atacando a inocentes jóvenes, blancos y rubios en los desiertos de Arizona o los bosques de Michigan. A pesar de que la revista fue dirigida a un público argentino, las historietas no tenían nada que ver con la historia indígena argentina. En 1961 y 1962, aparecieron en cuatro números especiales de Frontera versiones traducidas de historietas norteamericanas serializadas: “Buck Jones and the Man from Montana” (“El hombre de Montana”), “Buck Jones in Apache Manhunt” (“Muerte Apache”), “The Gun Tamers” (“Domadores”), and “Kit Carson in the Trail of Treachery” (“Sendas de traición”).
Entre 1952 y 1967, la revista argentina de historietas Suplemento de Bucaneros logró la venta de 55.000 copias de cada uno de sus 280 números. Muchas veces, la revista mandó a Alfredo Julio Grassi al cine en Buenos Aires para mirar películas norteamericanas sobre el Antiguo Oeste. Grassi volvía a su despacho después del cine para escribir historietas basadas en lo que había visto en el teatro. En 1957 apareció en un número de Suplemento de Bucaneros la historieta “El llano estacado”. El título era un término castellano que designaba una región en el oeste de Texas y el este de New México, con ninguna relevancia a la Argentina. Contó la historia de la lucha independentista de Texas en el siglo XIX. Los protagonistas incluyeron cowboys tejanos blancos, mexicanos siniestros y una persona indígena que decía: “Blanco irse o Comanches matar.” El uso discriminatorio de un castellano pobre para ilustrar una persona indígena maleducada era común en las historietas argentinas. Figura, por ejemplo, en las tiradas de Patoruzú de Dante Quintero. Pero lo notable en este caso es que el castellano “primitivo” es una traducción directa del inglés original. Es decir, una versión norteamericana -en castellano- de la caracterización de los pueblos originarios como inferiores, para el consumo masivo del público argentino.
Suavizando la imagen norteamericana
En 1942, la empresa RKO Radio Pictures estrenó la película “¡Saludos Amigos!”, en parte una colaboración de dibujos animados por los humoristas gráficos Walt Disney y de Florencio Molina Campos. La película empieza con un cowboy tejano que viaja a las pampas argentinas y se convierte en gaucho. Patrocinado por el gobierno norteamericano, el proyecto -que salió en castellano y en inglés- marcó un intento de promover las buenas relaciones entre América Latina y los Estados Unidos, ya que los norteamericanos habían entrado a la Segunda Guerra Mundial y temían una presencia nazi en Sudamérica. El hecho de que el gaucho argentino era básicamente lo mismo que el cowboy tejano señalaba la supuesta amistad argentino-norteamericano: Somos iguales. Pero de la misma forma que Hollywood y las historietas estadounidenses inculcaron una versión de la frontera norteamericana sobre la Argentina, la película hizo lo mismo. Un mito clave de la frontera norteamericana es la mentira racial de un binario blanco-indígena, como si no existían, por ejemplo, vaqueros indígenas o negros. El mito terminó en el vaciamiento cultural de la frontera de la gente indígena, como si no existían más, y del llanero solitario que queda en la tranquilidad feliz. Lo que trae el cowboy tejano de Disney a la pampa argentina de Molina Campos queda como la base del error que hizo Alberto Fernández; la visión de un país vaciado de gente indígena frente a europeos blancos.
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David M. K. Sheinin es profesor titular de Historia en Trent University (Canadá) y académico correspondiente de la Academia Nacional de la Historia de la República Argentina. Ha publicado 17 libros.
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