Los cinco luchadores de la foto: peronismo, deporte y diplomacia
Por César R. Torres* y David M. K. Sheinin **
El 23 de mayo de 1954, un año y cuatro meses antes del golpe de estado que derrocaría a Juan Domingo Perón, el periódico habanero Diario de la Marina publicó una fotografía del equipo argentino de lucha a su arribo a Tokio para participar en el campeonato mundial de ese deporte. La fotografía había sido tomada anteriormente, ya que el evento se desarrolló entre el 22 y el 25 de mayo. Entre los quince países participantes, Argentina era el único latinoamericano. Quizá ese haya sido el motivo, junto a su excelente desempeño en los primeros Juegos Panamericanos organizados por el peronismo en Buenos Aires tres años antes, por el que el Diario de la Marina incluyera la fotografía del equipo argentino. Ésta mostraba a los cinco integrantes –elegantemente vestidos– junto al avión en el que habían arribado a Tokio. La fotografía fue ubicada en la parte superior de una página deportiva y ocupaba tres de sus ocho columnas. Cualquiera haya sido el motivo para ubicarla allí, la fotografía proyectaba varios ejes de la reconfiguración de significados deportivos y ciudadanos promovidos por Perón durante la década en la que gobernó, y que cimentaron algunos rasgos de la Argentina contemporánea.
Los cinco luchadores de la fotografía marcaron la intersección de varios temas claves en el desarrollo y en la promoción de la argentinidad bajo el peronismo. Sin embargo, dos de esos luchadores, Omar Blebel, un argentino de ascendencia árabe, y León Genuth, un argentino judío, lo hicieron aún más evidente que los destacados Juan Rolón y Alberto Longarela, presumiblemente de origen español e italiano respectivamente. La presencia de Zdzislaw Pielach en el grupo de luchadores que viajó a Tokio también es significativa. Aunque de él se sabe bastante poco, puede especularse que era de origen polaco.
Blebel y Genuth, más Pielach, simbolizan el reconocimiento y la inclusión de identidades hasta entonces marginadas de la polis nacional. Según el historiador Raanan Rein, a diferencia de otros regímenes políticos, el peronismo legitimó a los ciudadanos de colectividades étnicas, raciales y/o religiosas minoritarias. Por primera vez en la Argentina, Perón estableció que era compatible para los/as ciudadanas ser leales al proyecto argentino (y peronista) y mantener fuertes lazos con sus comunidades de ascendencia. Las colectividades judía y árabe, entre otras, formaron agrupaciones peronistas en reconocimiento de tal cambio sociopolítico y expresaron su identidad argentina (y peronista) en formas novedosas. Un ejemplo es la presencia sin precedente de miembros de la colectividad árabe en las instituciones de la sociedad civil del norte del país. Blebel y Genuth, así como los otros tres luchadores, llegaron a la cumbre de sus carreras deportivas en ese contexto de creciente inclusión y reconocimiento, y en el marco de la fuerte asociación entre el peronismo y el deporte.
En el fomento del deporte a todo nivel –desde clubes de barrio hasta los Juegos Panamericanos de 1951– así como en el interés de Perón en deportistas destacados, como el boxeador José María Gatica, y en el apoyo de Evita al “obrero” Club Atlético Banfield en el campeonato de fútbol de 1951, y en muchas circunstancias más, el peronismo reconoció la importancia del deporte para promover la idea de una Argentina fuerte, sana y peronista a nivel nacional e internacional. Sin militancia política aparente, con sus triunfos deportivos, Blebel y Genuth representaban a ese nuevo país. Ambos ganaron medallas doradas en los Juegos Panamericanos de 1951, mientras el equipo argentino se alzó con la competencia con cuatro medallas doradas y ocho en total. Blebel y Genuth se transformaron en visibles representantes de la integración del argentino judío y del argentino árabe a la nación imaginada por Perón.
Genuth nació en la provincia de Entre Ríos en 1931 y se formó como luchador en la Organización Hebrea Argentina Macabi de la Ciudad de Buenos Aires. Se destacó rápidamente y en 1950 compitió en la tercera Macabeada en Israel, ganando dos medallas doradas, que dedicó a Perón. De regreso al país, éste le entregó un trofeo no por ser un campeón judío, sino por ser un campeón argentino en Israel. Al año siguiente de su triunfo en los Juegos Panamericanos de 1951, se clasificó sexto en los Juegos Olímpicos de Helsinki. Los medios de prensa anunciaron los logros internacionales de Genuth “como triunfos argentinos”, solidificando su integración a la nación. En 1953 compitió en la cuarta Macabeada en Israel, conquistando nuevamente dos medallas doradas. Ese año, el semanario Mundo Deportivo resaltó “la gran calidad de este luchador argentino y ratifica también el alto nivel alcanzado por nuestra lucha”. Según este semanario, Genuth encabezaba lo que consideraba una gran recuperación de la lucha nacional.
Aunque Blebel, nacido en la provincia de Santa Fe, era nueve años mayor que Genuth también formaba parte de esa recuperación. Participó en los Juegos Olímpicos de Londres en 1948 y en los de Helsinki en 1952, clasificándose decimotercero y decimocuarto respectivamente. Antes de ganar la medalla dorada en los Juegos Panamericanos de 1951, Blebel recibió una carta, al igual que todos los miembros de la delegación argentina, en la que el presidente de la Confederación Argentina de Deportes-Comité Olímpico Argentino (CADCOA), Rodolfo Valenzuela, decía: “todo el país tiene depositada su fe en tu probado espíritu de deportista nato, como corresponde a un verdadero argentino. Cree en ti como deportista. Pero debe creer, convencerse íntimamente, de que eres un patriota”. Valenzuela agregó, después de mencionar la obra de Evita y de su fundación en pro de la preparación de la delegación argentina, que “todo esto […] merecen que tú, amigo deportista, representante argentino en los Juegos, te sientas identificado con la causa común”. Después del evento, Mundo Deportivo resaltó que Blebel “era uno de los créditos de nuestro equipo” y que “hizo honor a la confianza”. Así, este luchador argentino árabe, era plenamente integrado a la nación y al peronismo. El semanario El Gráfico anunció el mes antes del campeonato mundial en Tokio que “si la lucha ha progresado fue precisamente por ese escaso roce internacional que desde hace no más de un lustro han tenido sus cultores”. Era un reconocimiento oblicuo a Blebel, a Genuth y al resto del equipo de lucha, así como al peronismo y a su política deportiva.
Perón consideraba que el deporte y los deportistas podían diseminar internacionalmente la imagen y los logros de su nueva Argentina. En este sentido, la revista Olimpia, publicada por la CADCOA, sostuvo en 1954: “cuando una delegación deportiva viaja al extranjero, automáticamente se convierten en embajadores con ‘placet’ popular” y añadió que los deportistas en las mismas “vienen a robustecer la labor diplomática que desarrollan los diplomáticos de carrera”. La unión de la diplomacia tradicional y el deporte, proseguía esta revista, “conducen a una sola meta: hacer descollar el nombre de la Patria allende sus fronteras físicas”. De esta manera, el equipo argentino que viajó a Tokio aquel año para el campeonato mundial constituyó una embajada deportiva argentina (y peronista). Antes de su partida, El Gráfico argumentó que se podía estar seguro de que “el equipo de luchadores argentinos […] es superior en experiencia y calidad a todos los que hasta el momento han defendido nuestros colores en lonas de otras tierras. Son de esperar los acontecimientos”.
Los acontecimientos no fueron favorables deportivamente. En Tokio, los luchadores argentinos fueron superados por los representantes de las potencias mundiales de ese deporte. De todos modos, el viaje sirvió como preparación para los Juegos Panamericanos de la Ciudad de México en 1955, en donde Genuth y Blebel ratificarían su calidad con medallas doradas. Longarela también sumaría una dorada y Rolón una plateada. Pielach no representó a la Argentina en ese evento. Más allá del beneficio deportivo, la presencia argentina en Tokio, como demuestra la fotografía publicada por el Diario de la Marina, proyectó la imagen, al decir de Rein, de la legitimación peronista del “mosaico de identidades de distintos grupos étnicos [raciales y/o religiosos]”, y del deporte como practica integradora privilegiada. Los cinco luchadores argentinos, pero fundamentalmente Blebel y Genuth, corporizaban la idea de la Argentina inclusiva y respetuosa de la diversidad de su ciudadanía. Es decir, en esa fotografía se percibe la base de lo que tiempo después sería la Argentina multicultural contemporánea. Que la haya publicado un periódico habanero fue un pequeño logro de la diplomacia deportiva peronista.
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* Doctor en filosofía e historia del deporte. Docente en la Universidad del Estado de Nueva York (Brockport).
** Doctor en historia. Docente en la Universidad de Trent.