Pedro Orgambide: El lugar de la literatura
Pedro Orgambide, periodista y escritor argentino, escribe promediando los sesenta del siglo veinte Un hombre de bien, la autobiografía de un oligarca amoral. El personaje no solo representa la conducta de “los dueños de la tierra”-lo que denominamos poder real-, sino que circunda las actitudes de individualismo e insolidaridad, claves para entender el desenvolvimiento de esa clase. Un texto representativo de un hombre poco revisado por la reseña y la crítica del país.
Orgambide, cuya vida bien puede ser una historia de Jack London, publicó su primer libro, Mitología de la adolescencia, en 1948, con poco más de veinte años, a su vuelta de un recorrido por la región andina, donde había trabajado durante un tiempo como jornalero. Cultivó todos los géneros literarios. Fue periodista, guionista de cine y televisión, libretista, bailarín de tango, profesor de Estética en una escuela de danza, profesor universitario y redactor creativo de publicidad, entre otros oficios. Fundó la revista La Gaceta Literaria, en Argentina, y Cambio, en México, junto a Juan Rulfo, José Revueltas y Julio Cortázar. Su compromiso político lo llevó al exilio en México durante la dictadura militar en Argentina, entre 1974 y 1983, año en que regresó al país.
Además de Memorias de un hombre de bien (1964), publicó las novelas El encuentro, El páramo, Los inquisidores, El escriba, Aventuras de Edmund Ziller en tierras del Nuevo Mundo (Premio Nacional de Novela de México), Un caballero en las tierras del sur y Una chaqueta para morir. También realizó varios volúmenes de cuentos, entre otros: Historias con tangos y corridos (Premio Casa de las Américas), La mulata y el guerrero y Cuentos con tangos. En el género teatro escribió La vida prestada, Concierto para un caballero, Don Fausto y Se armó la murga. Dentro de su producción ensayística se destacan los siguientes títulos: Horacio Quiroga, el hombre y su obra, Crónica de la Argentina, Yo, argentino, Radiografía de Ezequiel Martínez Estrada, Enciclopedia de la literatura argentina, Genio y figura de Martínez Estrada, Gardel y la patria del mito, Ser argentino y Un puritano en el burdel. Fue autor también de una autobiografía titulada con el precioso nombre de, Todos teníamos veinte años.
Pedro Orgambide lee “Lástima, bandoneón”
En Memorias de un hombre de bien, escrita en el año 1964, dedicado a Roberto Payró y Fray Mocho y “a todos los que nos hicieron sonreír en este país enfermo de solemnidad”, centra la acción en la escritura memorística de un hombre nacido con el siglo XX, hijo de una familia tradicional formada del olor a bosta mezclado con el de la pólvora, que hacia su primera juventud se encuentra sin el fasto ni los bienes de los que lo antecedieron. Frente a este panorama, el personaje antes de trabajar, incurre al juego -buen jugador de barajas-, las amantes de buena posición, la patota de niños bien, la acomodaticia política criolla, el viaje a Europa y la posterior madurez, cargada del aguijón de la doble moral.
Un esquema escritural donde Orgambide, de manera deliberada conserva el registro- a modo de remedo- de la línea nacional trazada por las “causseurs” del ’80 que va de Mansilla, pasando por Bartolito Mitre, Eduardo Wilde, Miguel Cané y Arturo Cancela. Y tiene su sentido; el de recrear de forma literaria una de las constantes de ese sector: la de cagarse en todo y en todos. Contando, por supuesto, con adláteres que le hacen la segunda, provenientes de clases subalternas, y de eso se trata la vigencia de la referida novela.
No hace falta describir la actual coyuntura. Hablar sobre del precario sostenimiento económico y de la salud de millones de argentinos resultaría hasta ocioso, explota a la vista. Mientras tanto, unos pocos miles de amparos caen sobre los tribunales en contra del gravamen por única vez, de quita solidaria a las grandes fortunas… Pero mejor dejemos hablar a una de las voces del libro, en claro afán ilustrativo de la idea que persiste en ellos: “Acá, en este país, la política es así… ¿Quieren un baile? Pagás un baile. ¿Se les muere la mujer o la criatura? Les pagás el entierro. Pero no basta. Estos son muy ladinos, ¿sabés? Quieren todo y no dan nada. Vos les matás el hambre y te votan en contra…”