Infancias maltratadas ¡Ni un Polaquito más!
“¿Cómo hubieras querido que te traten? Y la respuesta es como a cualquiera. Hay algo de la cualquieridad que tiene que ser puesto en juego. Hablo con vos, te enseño lo que sé y no sé independientemente de quién seas y de qué diagnóstico tengas. Pero al lado de eso sé que hay singularidad. No hay un derecho que garantiza la cualquieridad y singularidad por Ley. Hay una ética que entra en relación con cualquiera y con cada uno”. (Carlos Skliar, presentación del libro de Juan Vasen, ¿Espectro o diversidad? (2015).
Comienzo esta columna reflexionando sobre la singularidad, particularidad y mismidad del sujeto, del ser, del niño, las cuales en estas épocas parecen estar en riesgo en manos de un exceso de clasificaciones y rótulos que no hacen otra cosa que encasillar y coartar su devenir como sujeto. Esta violencia simbólica que se ejerce sobre las infancias va produciendo en una huella, una marca de violencia. Estigmatizar y patologizar mediante una etiqueta, obturar el devenir los niños/niñas y adolescentes sin tener en cuenta sus trayectorias, narraciones e historias, pero muchas veces a los seres humanos el rótulo nos tranquliza.
¿Qué alternativa tienen estos pequeños para dejar de ser un rótulo? ¿Qué lugar ocupa tanto en la familia como en la escuela este ser que no encaja, que tiene particularidades, que es diferente (como todos los somos)? ¿Qué posibilidades tiene de recibir una educación y conocimiento que, como dice Chomsky, le permitan aprender a descubrir y reinventar el mundo?
¿Dónde está el espacio para poder ser niño, jugar, aprender, fallar, disfrutar y vincularse trazando así su trayectoria si es un ser rotulado ni estigmatizado? ¿Qué lugar tiene este pequeño sujeto para ser escuchado y habilitado y así construir y construirse?
Se trata de generar un conjunto de presencias que acompañen a cada ser entendiendo su particularidad e impronta, inquietudes y expectativas, dudas y expectativas (o si no las tiene también). Es imprescindible un sostén educativo (a nivel directivo), tanto familiar como escolar. donde el sujeto sea inscripto simbólicamente para brindarle un espacio, un lugar también material y así poder comenzar a trazar su propia historia, real, singular y particular.
Por su parte, Pierre Bordieu interpretó a la vivencia de inferioridad en la postura corporal, en los sentimientos de vergüenza y humillación que resulta de la violencia simbólica de la denominación.
¿Qué nos ocurre con “lo diferente”? Al parecer es un espejo en el que nos cuesta mirarnos. ¿Por qué resulta tan complejo aceptar que somos seres distintos, otros, cualesquiera, iguales, parecidos y con nuestra impronta? ¿Por qué parece tan difícil vivir con la angustia de lo desigual? ¿Qué acontece en esta era del neoliberalismo a ultranza donde las diferencias se obturan y no hay espacio para la emocionalidad, ni para el libre despliegue de la personalidad?
Byung Chul Han en la Expulsión de los distintos, menciona lo siguiente: Los tiempos en los que existía el otro se han ido. El otro como misterio, el otro como seducción, el otro como eros, el otro como deseo, el otro como infierno, el otro como dolor va desapareciendo. Hoy, la negatividad del otro deja paso a la positividad de lo igual. La proliferación de lo igual es lo que constituye las alteraciones patológicas de las que está aquejado el cuerpo social.
En tal sentido y recapacitando sobre el “otro” nuevamente, me pregunto ¿qué ocurriría si se abrieran espacios para la construcción subjetiva? Ámbitos para la transferencia, para la simbolización, para la posibilidad de una re producción donde circule la palabra, para el juego, para los dibujos, para el arte, para comenzar a resignificar situaciones y escenas vividas. Un terreno confiable para habilitar al ser y alojar el devenir de su deseo sin rótulos, ni etiquetas.
Las infancias están urgidas de otros confiables mediante los cuales pacificarse, con los cuales crear un vinculo afectivo habilitante y sostenedor que las empodere, donde circule la palabra y lo lúdico, donde puedan expresarse. Los niños/as y adolescentes necesitan la oferta de un otro subjetivante para su advenimiento subjetivo, para tramar redes vinculares contenedoras, para generar un hacer conjunto que posibilite ser protagonistas de sus propias historias y, si estas redes no logaran ser sus familias, el Estado tiene la obligación de ofrecer programas para que esto suceda y no haya más Polaquitos de 15 años con un chumbo en la mano.
Tanto los padres como la escuela y la sociedad entera somos responsables y parte de la construcción subjetiva de los pequeños. Es necesario entender el encierro de un ser de 15 años en una residencia que replique el sistema carcelario actual. No es la solución, lo que hay que modificar es la modalidad, entenderla desde lo profundo, comprender lo que estos niños/a y adolescentes padecen, considerarlos sujetos humanos de derechos que están construyendo su devenir y futuro y dudo de que la mejor manera de hacerlo sea entre rejas y mediante nuestra actual disciplina carcelaria.
“Dentro de nosotros hay una cosa que no tiene nombre. Eso es lo que somos”, escribió José Saramago.
Creo que como sociedad todos los actores debemos comprender que las opiniones y rótulos cerrados, unívocos y de una sola interpretación, son estigmatizantes, y, por lo tanto, obturan y anulan al ser.
Para terminar, comparto este fragmento de James Mattew Barrie en Peter Pan: “No sé si habrás visto el mapa de una mente. A veces los médicos dibujan mapas de otras partes de ti (…) pero no es tan fácil trazar el mapa de la mente de un niño. Que no solo es confusa, sino que gira sin cesar”.
—
Carla Elena. Psicóloga Social. Diplomada en “Violencia Familiar y Género”. “Derecho de Niñez y Adolescencia”. “Discapacidad”. Posgraduada en “Educación Sexual Integral: Desafíos de la implementación en el ámbito educativo y comunitario”. “Despatologización de las Diferencias”. Miembro de Forum Infancias. Docente. @Carla_DFederica. Instagram: carlaelena5. Psicóloga Social, miembro del Forum Infancias.