martes, septiembre 10, 2024
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Carta inédita del Che a Fidel; Aurelio Alonso: “Nunca vi una amistad basada en criterios tan compartidos como la de Fidel y el Che”

En el marco del Especial #Cuba Hoy, El Furgón inicia la publicación completa, por primera vez en Argentina, de la carta del Che a Fidel, fechada el 26 de marzo de 1965, a horas de su partida hacia la campaña internacionalista del Congo. Inédita hasta su publicación completa por parte de la Editorial Ocean Sur a mediados de 2019, algunos fragmentos han sido publicados comentados en nuestro país por La Izquierda Diario. Aquí, para introducirnos al tema, una entrevista realizada en La Habana a Aurelio Alonso, Subdirector de la Casa de las Américas, a finales de diciembre de 2019. Aurelio realizó una serie de comentarios a la carta, que pueden encontrarse en varios portales de internet, como Cuba debate.


Por Luis Brunetto, La Habana/El Furgón

 

Aurelio Alonso en su casa de La Habana

El Furgón: ¿Qué elementos fundamentales encontrás en la carta del Che a Fidel que publicó Ocean Sur?

Aurelio Alonso: Primero que nada la revelación de las incapacidades internas en el partido: la improvisación, la falta de técnica, de continuidad en programas y proyección, la no funcionalidad del sistema de planificación. Es fuertemente crítico de la Junta Central de Planificación (JUCEPLAN), que no era manejada por un dirigente del Partido, sino por Regino Boti, que era un cubano con formación de economista en Estados Unidos, y fue un fracaso completo porque no fue capaz de establecer un sistema de planificación.

Hubo inversiones sin tener en cuenta que no se puede introducir un sector industrial sin tener asegurada materia prima o demanda. Esas cosas nunca se resolvieron aquí porque nunca hubo una comprensión total. Por ejemplo invertir en el transporte, no solo como una demanda de la sociedad sino como un factor específico de la economía, para hacer que un trabajador tarde quince minutos de su casa al trabajo y no una hora. Recién ahora se está reorganizando el ferrocarril.

EF: ¿O sea que vos creés que la transición al socialismo fue impuesta por los hechos?

AA: Yo creo que la revolución es arrastrada hacia el socialismo por el tironeo entre EE.UU y la URSS. La revolución entiende que para realizar el programa martiano, nacionalista democrático, con base en la soberanía cubana, no queda otra que ir hacia el socialismo. Martí hablaba de darle al pueblo toda la justicia. Fidel hace la declaración del socialismo en Cuba antes de irse a combatir en Girón contra los yanquis, para sacarlos rápido, para no dejar que se establezcan como gobierno en las provincias. Tuvimos la suerte de que ya el primer armamento soviético había llegado, porque las fuerzas armadas cubanas Batista las había dejado destruidas. Nadie quería venderle armas a la revolución. Recién a principios de los ’60 llegaron los armamentos soviéticos, que eran antiguos, de la segunda guerra mundial, y se usaron en Girón.

Todos esos factores confluyeron para que la revolución vaya hacia el socialismo. Si los hijos de puta yanquis nos están invadiendo, yo tengo que asociarme con la URSS. Fidel tenía una visión táctica que el Che no tenía; el Che tenía una visión estratégica a largo plazo. El Che era un marxista convencido y Fidel hacía uso del marxismo tácticamente. Yo pienso que Fidel  asumió las verdades del marxismo durante la segunda mitad de los ’60.

EF: ¿Entre el Che y Fidel había diferencias de formación, digamos?

AA: Creo que la relación entre ellos, que fue estrechísima, transcurrió entre dos conversaciones, por así decir. Una es la de aquella noche en México, que todos conocemos, de la que el Che salió profesando una admiración por Fidel que siempre mantuvo.  La otra fue la posterior al discurso del Che en Argelia, que tiene que haber sido clave. Fidel lo recibió con un abrazo y salieron caminando hacia la terminal, Fidel lo llevaba abrazado como a un hermano, y en un momento el Che hizo un gesto con la mano derecha como diciendo, “que te déjes de joder chico”, y ahí se encerraron los dos juntos y no se supo más nada hasta que salieron abrazados otra vez. Eso es lo que hace que mucha gente haya planteado la ruptura de Fidel y el Che.

Se ha especulado mucho con que el Che se fue a la guerrilla peleado con Fidel, pero yo nunca he visto una amistad como esa, basada en criterios tan compartidos como la de ellos. El Che le dice en su carta despedida: “a mí me está permitido lo que tú no puedes como jefe del Estado cubano”. Y hay algo que Fidel dice cuando lee la carta en el discurso, algo que fue borrado y nunca pude recuperar y yo lo recuerdo porque lo vi por televisión: cuando Fidel llega a esa parte en la lectura, hace un alto como de inconformismo con lo que el Che le dice. Yo no sé cuál será ese inconformismo, si es que Fidel lamenta no haberse ido también él o si es que Fidel lamenta que el Che no se haya quedado en Cuba para seguir esta película hasta el final.

Ahmed Ben Bella recibe al Che en Argelia

EF: Otra gran amistad basada en “criterios compartidos” fue la de Lenin y Trotsky: ¿Se puede hacer una comparación?

AA: En la revolución de octubre la segunda gran figura detrás de Lenin es Trotsky, sin dudas. Y parte de la grandeza de esas dos figuras está dada en que a pesar de sus discrepancias, sabían coincidir en los puntos fundamentales. En 1905, por ejemplo, en Petrogrado, Lenin, frente a los viejos bolcheviques, es capaz de decirles que Trotsky tiene la razón, cuando los viejos comunistas recelaban de la construcción del Soviet, Lenin no tiene ningún recelo en reconocer que lo que está haciendo Trotsky es la política correcta. Y lo interesante es que ellos siguen divididos hasta después de febrero del ’17, cuando vuelven a coincidir en la política correcta y ninguno de los dos tiene ninguna reserva. Lenin lo lleva a su lado y cuenta con él para todo lo importante.

EF: Es verdad, después del distanciamiento de Trotsky en 1903, Lenin siempre lo quiso traer. De hecho es quien lo “descubre” desterrado en Siberia y pide que le traigan a Londres a “La pluma”, y de ahí al ’17 siempre quiere traerlo, aunque Trotsky se niega…

AA: Así es. Trazando un paralelo, la relación entre Fidel y el Che se desenvuelve entre esas dos grandes conversaciones que te decía. La primera, en México, cuando se conocen y luego el Che dice “conocí a un gran hombre…”. Allí Raúl se lo lleva a conocer a Fidel y lo presenta como un médico, argentino, un marxista. Se reunieron a las once de la noche y hasta las seis de la mañana no salieron, recién cuando salía el sol. Ahí Fidel se convenció de que, a pesar de las diferencias que podían tener, el Che sería su gran asociado. El Che no es de la vieja Guardia, del viejo 26 de Julio, por lo que Fidel debe tener que haber sorteado viejas reticencias políticas. La confianza en el Che no deja de ser una aventura para los demás. Para Lenin, Trotsky era la figura más confiable en la construcción del gobierno socialista, pero también debía lidiar con los celos de la vieja guardia. Las tareas más importantes se las asignó a él, pero está claro que también tenían diferencias, como cualquiera.

EF: Por ejemplo respecto a la fusión de Estado y Sindicatos que propuso Trotsky al final de la guerra civil: “Somos un estado burgués sin burguesía. Los trabajadores tienen derecho a defenderse de nosotros” decía Lenin…

AA: En ese punto tenía razón Lenin. Siempre me impactó mucho un discurso del Che de abril del 59, cuando se crea la Policía Nacional Revolucionaria. Lo mandaron a dar un discurso ahí y él no tenía mucha idea de qué decir, porque no era su ámbito, que su única relación con la policía había sido la de presidiario (risas). Entonces dice que se le ocurrió decir que la policía revolucionaria tiene que ser todo lo contrario a la del Estado capitalista, o sea que no tiene que cuidar a los dirigentes de los peligros de la clase trabajadora sino que tiene que cuidar a la clase trabajadora de los peligros de los dirigentes. Eso me impactó porque me hizo acordar al debate entre Lenin y Trotsky por los sindicatos, donde Lenin decía que había que dejar a los sindicatos tranquilos porque los trabajadores tenían que tener su herramienta para cuidarse de los dirigentes

EF: ¿Y cómo está Cuba hoy?

AA: Cuba ha estado maltrecha siempre durante estos sesenta años. ¿Cómo medir la situación de Cuba? En primer lugar, no se puede medir cuantitativamente, hay que medir en términos de calidad: si está mejor o si está peor; la situación de Cuba está, en algunos aspectos, más mal que nunca, en otros, mejor que nunca. Cuba hoy tiene un nivel de profesionales, un nivel cultural, un nivel de salud de los más altos del mundo. Pero, por supuesto, hay menos capacidad de mantener hospitales y hay una crisis de medicamentos, por ejemplo. En los noventa con la caída del campo socialista, se frustró la posibilidad del remplazo de la infraestructura económica del país.

Ahora hemos tenido que retirar los médicos de Brasil, de Bolivia, de Ecuador, eso significa que van a dejar de ingresar cerca de mil quinientos millones de dólares que eran administrados en función del bien común del país, y además vuelve gente que presiona sobre el mercado de trabajo para ingresar. Eso complica el funcionamiento completo de la economía del país, es un impacto terrible sobre el sistema económico cubano. Este país tiene tres fuentes fundamentales de divisas, por encima del azúcar y el níquel: el turismo, los servicios médicos y las remesas familiares. Son alrededor de tres mil millones de dólares en total.

EF: ¿Cómo impactan las reformas económicas? ¿Se puede evitar que surja una burguesía en este marco reformista que atraviesa Cuba?

AA: Ya empieza a existir en Cuba una nueva clase, aunque no son más que algunas personas con varias propiedades, que tienen fábricas a través de testaferros, etc.

EF: ¿Esa clase va a quedar contenida en esos límites o se puede desarrollar aún más, como la neoburguesía China, por ejemplo?

AA: Aún con lo poco que se ha avanzado en la reforma, lo cierto es que se ha creado una desigualdad fuertísima.

EF: ¿Esa desigualdad es rechazada por el partido?

AA: El Partido tiene que reformarse internamente. Yo llevo cincuenta años militando dentro del partido, por lo que no soy ajeno. Yo pienso que ha mantenido virtudes que lo distancian de ser un partido stalinista, eso es lo que me permite estar dentro aún. De todos modos, se ha deformado por envejecimiento, de edad y de ideas. El perdurar de los grandes líderes tiene enormes virtudes que garantizan la resistencia, pero tiene un defecto que es no poder ver la necesidad de cambio. La última definición que dejó Fidel es una alerta. Él dijo: “la revolución tiene que cambiar todo lo que tiene que ser cambiado”, y en las esferas de dirección del partido prevalece una noción de resistencia al cambio, y que tiene algunas ideas válidas, como el hecho de que el cambio dispara la desigualdad.

Lenin y Trotsky

EF: Esa sería una franja del partido que se resiste al cambio con buenos motivos ¿Hay otra que no lo hace por eso sino para defender sus posiciones burocráticas?

AA: Hay que admitir que el esquema cubano debe sufrir un proceso de desigualamiento, pero hay que buscar que sea racional. Hay una necesidad de volver a Marx en la Crítica al Programa de Gotha, creo que hay que rescatar el esquema de “a cada cuál según su trabajo”, la idea de que el comunismo podemos inventarlo desde el principio, no funciona. Yo pienso que tiene que haber una transición para llegar a esa sociedad, las fuerzas productivas tienen que atravesar un proceso para llegar a ser capaces de eso, y el hombre también tiene que perfeccionarse para estar en condiciones de hacerlo. Para vivir con una sociedad a partir de estímulos morales, hay que tener las condiciones materiales básicas satisfechas. El Che, que fue un gran defensor de los estímulos morales, no deja de decir que para llegar a esa fase superior, la gente tiene que tener satisfechas sus necesidades básicas: tres comidas diarias, ropa para vestirte, educación, salud, etc.

El Che era un fanático del marxismo y siempre lo fue, lo fue en México, en Cuba, en la sierra, en Bolivia, lo que pasa es que no era un fanático del Partido cubano. El Che tenía el germen y la inteligencia para romper con el stalinismo. Este país magnificó el heroísmo del Che, pero se renegó teóricamente de sus ideas durante veinte años, porque sentían que se distanciaban del “socialismo real”.

EF: ¿Cómo impacta en la actualidad cubana el contexto latinoamericano? Están pasando muchas cosas. En Chile, Ecuador, Bolivia, por ejemplo, hay luchas que no conectan tanto con los últimos diez años de nacionalismo Latinoaméricano sino que parecieran conectar más con el ‘59 cubano.

AA: Estados Unidos acaba de sufrir en Siria la derrota militar más importante de la historia después de Vietnam, eso ha hecho que tenga que rever su estrategia contrarrevolucionaria en Latinoamérica, para mantener su sistema imperialista. Y necesitó recurrir a golpes no sostenidos en la intervención militar, con el apoyo, pero no sostenidos por ellos. Depende de muchos factores; yo creo que lo que empezó en la primera década de los 2000 en América, en primer lugar es la demostración de que el derrumbe del bloque socialista del este, no era el fin de la historia, que la historia seguía y que el camino debía sí o sí ser planteada por la izquierda.

EF: ¿Y qué perspectivas le ves a la lucha por el socialismo?

AA: Hay que ver si esos caminos puedan tener éxito o no, depende de muchas cosas, es muy difícil saber si la lógica del capital se va a terminar tragando esos caminos y vamos a terminar como una película distópica de ciencia ficción donde todo es un caos, sin ley, donde todos se pelean por todo y con todos. Esa quimera sigue siendo el centro de la utopía del dinero, pero lo que demuestra la primera parte de este siglo, es que el mundo sigue en disputa aunque ya no haya Europa del este, que no era Europa del Este lo que brindaba las condiciones de esa lucha. La contradicción fundamental no era, como decía la URSS stalinista, entre el este y el oeste, ni entre norte y sur, sino que la contradicción fundamental sigue siendo la misma: entre capital y trabajo, entre explotadores y explotados. Hasta qué punto esa contradicción se va a resolver hacia las mayorías o hacia el dominio absoluto de la lógica del capital, no lo puedo saber.