Longina, las notas de la lira de una ciudad
Cada enero desde hace 24 años, la ciudad de Santa Clara, Cuba, recibe a cantaurores cubanos y de diversas latitudes, para celebrar el festival “Longina, canta a Corona”, un espacio de promoción para los nuevos creadores y de intercambio intergeneracional y multicultural.
Por Lisbeth Moya González, desde Santa Clara, Cuba / El Furgón
“En el lenguaje misterioso de tus ojos, hay un tema que destaca, sensibilidad…” Así cantaba en 1918 el trovador cubano Manuel Corona a esa mujer desconocida cuyo nombre haría eco en la tradición musical de la isla. La leyenda cuenta que la conoció en casa de la célebre cantante María Teresa Vera. Longina llegó de la mano de un influyente político llamado Armando André, que fuera miembro del Ejército Libertador de Cuba, quien encargó a Corona la canción.
El pedido fue sencillo para un hombre, que desde el primer momento había quedado, como versa la canción: “impresionado por todos sus encantos”. Pero nunca pensó ese humilde tabaquero de Caibarién, que su muestra de amor retumbaría en nuestros días, ni que el alma de esa mujer recorrería cada enero Santa Clara, la ciudad del Che, para ser motivo de encuentro de voces de diversas latitudes.
Santa Clara está marcada por la fuerza de espíritu y la creatividad. No solo fue el bastión que decidió en 1959 el triunfo de la Revolución cubana, sino también un epicentro cultural que se renueva constantemente. Esa capacidad de la ciudad de crear artistas, no solo se debe a la existencia de universidades y por ende una población flotante ávida de conocimiento, sino, también a la acertada gestión cultural que históricamente ha brindado espacio y alentado a los jóvenes.
El Mejunje, centro cultural fundado por el director de teatro Ramón Silverio, en la década de los 90, ha sido un espacio de lucha constante contra todo tipo de tabúes sociales y de género. Un lugar, donde la aceptación y normalización de lo diverso es la regla, y una plaza de promoción fundamental para los artistas. En buena parte, gracias a El Mejunje, en Santa Clara se vive un ambiente bohemio que tiende sus puentes al mundo con una mirada revolucionaria en todos los sentidos.
Junto a dicho centro cultural, surge La Trovuntivitis, un grupo de cantautores, que se ha encargado desde hace más de veinte años, de crear la banda sonora de generaciones de santaclareños, y que constituye un movimiento cultural en sí, e impone un espíritu de colectivo y creación conjunta impregnado en el alma misma de la ciudad. Fue La Trovuntivitis, en 1997, con el apoyo de la Asociación Hermanos Saíz (organización de los jóvenes artistas cubanos) y otras instituciones, la que decidió reunir anualmente a trovadores de Cuba y el mundo, para homenajear a Manuel Corona y promocionar a la canción de autor y sus nuevos exponentes. Así surge el Festival Longina canta a Corona, que desde el 8 y hasta el 12 de enero de este año, celebra su vigesimocuarta edición.
“Longina canta a Corona”, es un festival de izquierda muy cercano a Latinoamérica, que propicia el intercambio cultural con el continente.
El evento llegó en un momento en que la canción trovadoresca tenía una situación difícil, pues Cuba estaba en medio de una gran depresión económica, a la que se llamó Periodo Especial. Por ende, buena parte de los cantautores habían emigrado a otros países. El Longina rescató dicho género musical, y logró que se conociera la obra de la nueva generación de la trova cubana. Santa Clara le debe a ese festival mucho de lo que es hoy, porque se ha encargado de mostrar anualmente a sus pobladores, un resumen de lo mejor de dicho género, inspirando a los artistas de la ciudad y contribuyendo al intercambio intergeneracional e intercultural.
“Longina canta a Corona”, es un festival de izquierda muy cercano a Latinoamérica, que propicia el intercambio cultural con el continente. A raíz de que La Trovuntivitis, ha extendido sus conciertos a países como Argentina, Venezuela, entre otros, cada año llegan al evento cantautores, cuya obra y defensa de diversas causas sociales, se han quedado en el imaginario de la ciudad. Recientemente, por la misma razón, también han llegado desde Europa diversos autores.
En enero, Santa Clara canta con voces diversas, sentada en un muro de la acera, o en el suelo, en espacios al aire libre. Canta en calles, hospitales y barriadas. Alza la voz por la paz y la libertad en todas sus denominaciones. La música envuelve la ciudad, en una suerte de ensueño colectivo que inunda a los pobladores del mismo amor que una vez, motivó a un obrero a cantarle a una muchacha. Así como Víctor Jara contó la historia de Amanda y Manuel, y conmovió a un continente con ese amor frustrado por la guerra, así mismo, Corona ofrenda hoy a la ciudad “las notas de su lira, las fibras de su alma”.